Mecano ya tenían libros para sus fieles, principalmente a cargo de su hardcore fan -bastante conocido en la industria- Javier Adrados. Por eso, la colección Cara B de la editorial Lengua de Trapo no ha querido que este ‘Mecano 82. La construcción del mayor fenómeno del pop español’ lo sea. Grace Morales (Mondo Brutto), su autora, que afirma que habría sido más fácil llegar a los Príncipes de Asturias que entrevistar a Mecano para estos menesteres, no se corta un pelo en las páginas de este libro, titulando algún episodio de manera tan descriptiva como ‘La fuerza de lo cursi’, invitando al lector a visitar en Youtube sus «peores y más divertidos» vídeos (los incrustados más abajo) o recogiendo estas palabras en cuanto a la guerra entre fans y detractores: «No solo ha sido (es, a juzgar por la ferocidad de sus palabras en internet) un grupo insoportable, sino que debería ser penalizado de alguna manera por el daño que le ha hecho a la música española».
Editar un libro para «no fans» puede resultar algo extraño. Lo normal es confiar las ventas de una edición en los miles de seguidores de «x» artista. ¿Quién va a comprarse un libro sobre un artista que odia? Sin embargo, el fenómeno Mecano comprendido en el atractivo subtítulo es suficiente razón para que este lanzamiento sea uno de los más interesantes de la cultura pop de este año; y además, al fin y al cabo, tampoco estamos ante un libro para «detractores» de verdad. En ese caso, la colección, que siempre se centra en el disco concreto de un artista, no habría escogido el único álbum bueno de verdad del trío, sino ‘Descanso dominical’ o ‘Aidalai’, aquellos que contenían engendros tan impresentables como ‘Por la cara’, ‘Dalai Lama’ o ‘Una rosa es una rosa’.
El análisis de Grace Morales es válido para aquellos que busquen un nuevo retrato de lo que se conoció como La Movida, de los grupos que en aquellos años aportaron algo y de los que no; del paso de la Transición al gobierno del PSOE en España y Madrid, con un episodio hilarante en la inauguración del Paseo John Lennon; de la importancia de la autenticidad en el mundo del pop… y otras cuestiones mil veces tratadas en foros de internet y reuniones de amigos de todas las clases sociales si recordamos que Mecano vendió millones de discos. Sin embargo, la gracia es que va más allá, presentando como precedente el pop de masas de Los Pecos y queriendo representar por el camino una muestra del lugar al que se iba dirigiendo la sociedad española tomando la música pop como ejemplo. De esta forma, Mecano aparecen como un producto apto para todos los públicos, por supuesto apolítico y preparadísimo para ser adoptado por cualquier marca a lo Renault.
Mecano no suelen salir bien parados en las declaraciones tomadas de entrevistas de la época, llegándose a incluir una completamente sacada de contexto de Ana Torroja sobre sus compras («que luego se entera Hacienda y…») o a ridiculizar por ejemplo la labor de cantautor de José María Cano y su interés en figuras más tradicionales y menos neo-románticas, precisamente ahora que parece valorarse el folclore español más que nunca (Planetas, Single, Klaus & Kinski, Nacho Vegas, Lorena Álvarez). Sin embargo, el grupo también de vez en cuando sabe defenderse calificando a muchos coetáneos como «cutrerío» apelando a la superproducción millonaria que fue este disco que contenía himnos generacionales como ‘Perdido en mi habitación’ y ‘Hoy no me puedo levantar’, rarezas como ‘Maquillaje’ o joyas por casi todos reconocidas como ‘Sólo soy una persona’.
En su momento más interesante, ‘Mecano 82…’ es una colección de interesantes crossovers que por supuesto incluyen la rivalidad con los Pegamoides (hoy resuelta al menos entre Torroja y Alaska), y las colaboraciones con Olé Olé, La Unión y Alex y Christina; pero también la comparación o influencia en grupos perdidos como Betty Troupe o Los Trastos, al tiempo que se recogen opiniones de periodistas que se negaban a pincharlos como Jesús Ordovás («me caí de culo de lo pijos y horteras que eran», es su declaración estelar).
En definitiva, el libro, aunque a veces caótico en su estructura y no tan profundo en las canciones como debería, reabre uno de los debates más apasionantes de la historia del pop nacional y a la vez funciona como retrato de la sociedad de la época, una sociedad en la que empezaba a entenderse España tal y como la conocemos hoy, y en concreto Madrid. No en vano, si tuviera que escoger un fragmento del libro ni siquiera sería esa imagen de Nacho Cano incapaz de entrar en Rock-Ola, sino este otro, tan divertido, ¿involuntariamente? arrogante y a la vez tan ilustrativo del tono: «La adolescencia de Ana se cruzó con la de los Cano en alguno de los guateques que la gente de su edad organizaba por Nuevos Ministerios y en la pista de patinaje de Chamartín. No sé si atreverme a calificar estos espacios como «barrio». Creo que quedan mejor delimitados, a efectos pasados y presentes, como ambientes o zonas donde se movían los protagonistas de esta historia». ¡Bravo! 8.