‘En la orilla’, con el agua al cuello

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‘En la orilla’, con el agua al cuello

EnlaorillaDel polvo que desprendían el cemento y el ladrillo de ‘Crematorio’ vienen los lodos de ‘En la orilla’. La nueva novela de Rafael Chirbes (publicada por Anagrama) nace de las cenizas de la anterior, surge entre los escombros que dejó el estallido de la burbuja inmobiliaria. De la orilla del mar, a la orilla del pantano; del olor a sal y dinero, al hedor del agua putrefacta. El autor, ajeno a modas y tendencias, hace realismo como su admirado Galdós. Si no hay nadie mejor que el escritor canario para entender la España del XIX, pocos hay mejores que Chirbes para comprender la sociedad española de los últimos treinta años.

Y es que el autor valenciano no se conforma con dejarte en la orilla, no; te sujeta la cabeza y te la sumerge con violencia en las aguas cenagosas y podridas de un país en plena crisis económica y moral. Apenas te deja respirar. La novela es un pringoso bloque de texto, sin apenas diálogos ni puntos y aparte, de donde surgen distintas voces: una criada colombiana con morriña, un parado de larga duración resentido, un progre oportunista hijo del franquismo y un promotor sin escrúpulos. Tropezones de esa sopa agria llamada democracia que ha servido como “disolvente social”, como lejía donde desteñir la camisa azul y la bandera roja.

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El hallazgo de un cadáver en un pantano pone en marcha una novela sin apenas trama, una narración discursiva protagonizada por Esteban, un carpintero víctima de la crisis, que le sirve al autor como altavoz para, como él mismo dice, “contar lo único que me interesa contar: lo que está pasando”. Pura digresión, en ocasiones algo repetitiva, pero de una enorme lucidez. Chirbes nos sienta en la mesa del bar para “echar la partida”. De ella salimos oliendo a sábana de puticlub, colonia de explotador, aliento de corrupto y tufo a dinero negro.

Si Javier Moreno imaginaba en su futurista ‘2020’ cómo quedaría Madrid tras casi un década de crisis económica, Chirbes muestra la cruda realidad actual. El suelo de España, por mucho que lo cementes y enladrilles, seguirá empantanado, enlodado por la herencia de la guerra y estancado en los mismos mecanismos de actuación franquista. La forma de enriquecerse no ha cambiado nada, “no hay riqueza inocente”. 7,9.

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