Título: It’s Hard To Believe It: The Amazing World Of Joe Meek
Artista: Joe Meek / VV.AA.
Sello: Razor & Tie (1995)
¿Quién dice que una recopilación no puede ser un disco clásico, siquiera uno que «nunca lo fue»? La historia del pop está llena de buenos ejemplos. Desde el influyente doble LP ‘Nuggets’ -lleno de maravillas de garage y psicodelia- hasta la explosión indie del cassette C86, con frecuencia las compilaciones han calado en la imaginación colectiva más que la obra suelta de un artista en particular. En el caso que nos ocupa, el de un productor, una recopilación es obviamente la única forma de reunir lo mejor de su obra de forma coherente y unitaria. Algo que en el caso de Joe Meek es francamente complicado, debido a la inmensa cantidad de producciones que realizó, para compañías importantes pero también de manera independiente. Curiosamente es esta modesta edición en CD de portada feísta y que data de 1995 la primera que consiguió reunir lo que se acerca bastante a lo mejor de su obra.
Tras la trágica muerte de Meek en 1967 (se suicidó en su casa después de disparar y matar a su casera tras una disputa) su obra cayó en el olvido casi total. De hecho hoy cuesta creer que uno de los productores más invocados por artistas recientes (de los Horrors a Broadcast) sólo tuviese una antología editada en 25 años, el recopilatorio “The Joe Meek Story” (Decca), que salió en 1977. Para que se le hiciese justicia hubo que esperar a la masificación del CD en los primeros 90, que supuso una auténtica era dorada de las reediciones (algo de lo que por cierto nos solemos olvidar cuando despotricamos contra dicho formato). En dicha década cantidad de sellos pequeños se animaron a seguir los pasos de los especialistas en reediciones como Sequel o Castle y empezaron a reeditar material de Meek, coincidiendo con un lento retorno del interés por este productor que en los 80 se consideraba mayoritariamente como anticuado. Un renovado interés en el que tuvo mucho que ver, por cierto, el excelente documental ‘The Strange Story of Joe Meek’, emitido en 1991 por la BBC y que se puede ver íntegramente en Youtube. El honor de esa primera recopilación tras 14 años lo ostenta la excelente y muy bien documentada ‘The Pye Years’ (Sequel), que salió en 1991. A pesar de no incluir casi ninguno de sus temas legendarios, a muchos nos supuso una revelación por la cantidad de información, fotos y música desconocida que traía. A partir de su publicación se abrió la veda para una auténtica avalancha de recopilaciones, hasta dos o tres por año, durante el resto de los noventa.
El problema de esas primeras antologías era por tanto su caracter incompleto: se centraban sólo en las producciones de Joe Meek para un sello en concreto (Pye, Triumph). Pero la cosa cambió con esta recopilación del sello norteamericano Razor & Tie, porque a pesar de algunas omisiones, aquí estaba lo mejor del Joe Meek exitoso y del Joe Meek incomprendido, sus éxitos para los Tornados, John Leyton o Glenda Collins, pero también sus excentricidades instrumentales y sus fallidos intentos de clasificarse en las listas.
El disco comienza con ‘Telstar’, la canción más conocida de Meek, un instrumental de 1962 que merecería artículo aparte, y que es una excelente muestra del sonido futurista, inusual, que Joe Meek conseguía con un equipo muy limitado manejado con gran talento.
La canción es un ejemplo de libro de ‘canción de productor’: utilizó a los Tornados como meros instrumentistas para dar vida a una idea completa: melodía, arreglos, producción. En ese sentido, ‘Telstar’ es una canción de Joe Meek más que de los Tornados, cocinada desde la primera y poco prometedora demo en el estudio que tenía montado en su apartamento del 304 de Holloway Road, al norte de Londres. El suyo fue el más importante (único, en realidad) estudio profesional doméstico de los años 60 en todo el mundo, un espacio que le permitía trabajar a sus anchas y con control absoluto. De esa forma podía experimentar con extraños efectos de sonido como los que inician la canción, o con instrumentos tan fascinantes como el Clavioline, ese proto-sintetizador que protagoniza ‘Telstar’. Meek fue el primer gran productor (Les Paul aparte) que trabajaba en su casa, y un precursor absoluto de algo que hoy en día es tan frecuente: grabar, mezclar y masterizar discos enteros en casa.
El segundo corte es otra canción de parecido ritmo galopante, una de las marcas de la casa de los arreglos de Joe Meek: ‘Johnny Remember Me’ de John Leyton. Coescrita al igual que ‘Telstar’ con Geoff Goddard, su colaborador más fructífero, es otra pequeña joya de sonido fantasmal con toneladas de compresión, uno de sus efectos preferidos y que daba a sus grabaciones un sonido único, más cercano a como sonarían los discos diez o quince años después. La canción es una de las grandes creaciones de estos dos compositores: escrita en 20 minutos, llegó al nº 1 en el Reino Unido en 1961.
Una canción sobre la muerte de una joven en un accidente, que es evocada a base de voces femeninas que emulan ese “suspiro del viento soplando en las copas de los árboles”, pidiendo a Johnny que le recuerde.
La recopilación progresa brillantemente alternando las diferentes vertientes de Meek: productor de efebos de los que acababa enamorándose (con frecuencia actores que buscaban abrirse una carrera musical), productor de grupos instrumentales con la esperanza de repetir el éxito de ‘Telstar’, y experimentos particulares que le llevarían a la creación del primer disco conceptual de la historia del pop: ‘I Hear A New World’ (1959).
Entre los primeros figuran la exitosa ‘Tribute to Buddy Holly’ del actor Mike Berry, composición de Meek dedicada al rockero muerto dos años antes, o ‘Paradise Garden’ de Peter Jay. Son canciones melodramáticas, con extra de azúcar, y con un sonido que los Beatles, que estaban a la vuelta de la esquina, convertirían en totalmente demodé en un par de años. Joe Meek, más versado en los aspectos técnicos o más interesado en «gimmicks» publicitarios que realmente alguien con un gusto musical impecable, alternó durante toda su carrera hallazgos propios de un genio y pasteles melódicos no aptos para diabéticos. Por suerte muchos de estos solían incluir sonidos e ideas en sus producciones que los sacaban de la mediocridad, llevándolos a parajes sonoros excéntricos. Es este uno de los secretos de los degustadores de la obra de Meek: la música es a menudo «novelty» pero casi siempre encierra alguna sorpresa, y el sonido es siempre interesante: toneladas de «reverb», instrumentación patentemente acelerada, baterías que suenan compactas y comprimidas como si hubiesen sido grabadas en 1980…
El «protegido» definitivo de Joe Meek fue Heinz, bajista de los Tornados a quien quiso lanzar como estrella en solitario. Tras obligarle a oxigenarse el pelo inspirado por los inquietantes personajes de la película ‘El pueblo de los malditos’, trató en vano de pulir un talento y carisma muy justos. Pero Heinz sirvió como vehículo para otro de los temas míticos de Meek: ‘Just Like Eddie’, de nuevo un homenaje a un rockero caído (Eddie Cochran en este caso). Brillante melodía de Goddard, brillante sonido estrujado y monofónico.
Ah, y la guitarra de Ritchie Blackmore años antes de hacerse conocido como guitarrista de Deep Purple. Heinz mantuvo durante unos años una relación interesada con Meek pero finalmente acabaron fatal, en parte porque él no era homosexual y en parte por la espiral de inestabilidad mental en la que Meek empezó a caer en los últimos años de su corta vida. El mismo hombre de mirada encantadora y voz suave y tímida que aparece en este fragmento televisivo (minuto 00:50, únicas imágenes que existen en las que se le ve y oye hablar) se transformaba por completo en cuestión de segundos y rompía en arrebatos de violencia y gritos, consecuencia del abuso de las anfetaminas y su crecientes paranoias. Cuesta creer que sea la misma voz que al final de esta fantástica ‘Night Of The Vampire’ de los Moontrekkers profiere el grito más helador que haya sonado jamás en un instrumental.
Este instrumental es otro ejemplo del mejor Meek: un producto 100% «novelty» (canción de terror), pero con un sonido espeso, casi gótico, que la hace sonar como una anomalía histórica llena de ecos, delirantes «glissandos» de Clavioline y sonidos de ataúdes abriéndose. Debido a la popularidad de los grupos instrumentales a ambos lados del Atlántico en los primeros 60, y de su propio ‘Telstar’, que fue nº 1 en los EE.UU. (de hecho el primer nº 1 de la historia de un artista británico en aquel país), Meek grabó a cantidad de ellos durante sus frenéticos 7 años de trabajo en Holloway Road. En esta recopilación aparecen algunos de los mejores, como el twangy ‘Swingin’ Low’ de los Outlaws o el ‘Husky Team’ de los Saints. Tan sólo se echa quizá en falta el fabuloso ‘The Traitors’ de los Flee-Rekkers, una canción de «reverbs» cósmicas que abría magistralmente la biopic que se rodó sobre Meek en 2008, titulada ‘Telstar’.
Dentro del apartado de grabaciones puramente experimentales aparecen además dos temas de su entonces inédito disco conceptual ‘I Hear A New World’, llenos de sonidos espaciales, «pedal steel guitars» con efectos, órganos, pianolas desafinadas y voces pitufadas… de nuevo, balanceándose en ocasiones entro lo fascinante y lo cómico, pero casi siempre quedándose en lo primero (algunos de los sonidos son realmente alucinantes para estar grabados en 1959).
Y obviamente, el disco se completa con muchas de las mejores producciones de Joe Meek para grupos y solistas femeninas. Inevitable que haya omisiones, algunas tan dolorosas como mi producción de Meek favorita, el ‘Little Baby’ de los Blue Rondo’s. Pero entre las seleccionadas hay verdaderas joyas. ‘My Friend Bobby’ de Pamela Blue es uno de los mejores ejemplos de esas melodías algo anticuadas para 1963 pero con sonidos evocadores de arpas conseguidos a base de grabar pianos que luego aceleraba. De hecho casi siempre grababa a todo el grupo tocando la canción muy despacio para después acelerar el resultado y grabar la voz solista encima. El efecto ensoñador es inigualable.
No faltan en el disco otros éxitos de Meek como el ‘Have I The Right’ de los Honeycombs, con un sonido de batería “pesado”, precursor de los troglodíticos «stomps» del glam-rock que llegaría años después. De hecho parte de la percusión se grabó pisoteando a ritmo el suelo de madera del descansillo del estudio. De nuevo velocidades manipuladas y voces aceleradas, una melodía brillante, y el último número 1 de Meek en los charts británicos, en 1964, superando a los Beatles y a los Kinks. Un éxito que supondría el canto del cisne para nuestro protagonista, que en la nueva era del sonido «beat» quedaría relegado al rincón de los anticuados. Una pena, porque canciones como ‘Something I’ve Got To Tell You’, de 1966, merecieron mejor suerte.
Compuesta por el magnífico dúo Howard – Blaikley, es el cierre perfecto en cualquier antología de este fabuloso productor. Un año después llegaría la tragedia, y después, el olvido. Ya en 2005, finalmente se publicó una caja retrospectiva en condiciones, recogiendo absolutamente lo mejor de Joe Meek e incluyendo demos y otras rarezas. Se titula ‘Portrait Of A Genius’. Sin embargo, algo tienen de heroico y sentimental estas primeras recopilaciones en CD que a pesar de su deficiente diseño contribuyeron a volver a poner en el mapa a este mago del sonido.