Si el anterior disco de Sinéad O’Connor estuvo precedido por la polémica de su boda y divorcio exprés, este llega precedido por la polémica que el año pasado protagonizó al pronunciarse en contra de la sexualización de la música pop, centrándose en el fenómeno Miley Cyrus. En ambos casos, el contexto es importante al margen de las páginas de sociedad. Si el disco anterior contenía temas tan llenos de sentimiento como ‘Back Where You Belong’, este ha cambiado de nombre en el último momento, pasando de llamarse ‘The Vishnu Room’ a ‘I’m Not Bossy, I’m The Boss’ en referencia a una campaña que pretende eliminar del vocabulario común la palabra «bossy», que se usa para designar despectivamente a mujeres con poder, «mandonas», pero no a los hombres en las mismas circunstancias.
Continuando con el hatajo de adorables contradicciones que han plagado siempre la carrera de Sinéad O’Connor, la artista se está encargando de recordar en las entrevistas promocionales que no se considera feminista… y menos mal, porque las letras de este álbum son claramente las de alguien que no se basta por sí misma. «Una mujer como yo necesita un hombre que sea más fuerte», entona el primer tema del álbum, que se llama como el disco anterior, ‘How About I Be Me’, y por sus teclados, es el que más recuerda a ‘Nothing Compares 2-U’; mientras otras canciones revelan también una dependencia total, casi enfermiza y fetichista, del hombre (‘Dense Water Deeper Down’, ‘Your Green Jacket’).
Al menos podemos decir que Sinéad O’Connor es más fuerte y poderosa de lo que ella piensa, y eso transmite en un disco de nuevo producido por su primer marido y colaborador de largo recorrido John Reynolds, ahora al frente de unas canciones con un poso más blues y rock clásico que dice influidas por Buddy Guy y Howlin’ Wolf, algo que se manifiesta en las potentes ‘Kisses Like Mine’, ‘The Voice of My Doctor’ o en la creciente ‘Harbour’. Quizá en la mención que esta hace de El Quijote esté una de las pistas para terminar de entender el punto medio entre lo que Sinéad cree que es y lo que es en realidad, pero en cualquier caso, el contraste entre debilidades y fortalezas hacen de este décimo disco de la artista una nueva obra disfrutable a pesar de que algunas canciones terminan demasiado pronto (‘Where have You Been’), con unos «fade-outs» muy poco atractivos.
Pero algunas están entre lo mejor de su carrera. Entre ellas, el single más emblemático que Sinéad ha editado en casi 15 años, ‘Take me to Church‘, una de las canciones que mejor pueden resumir el espíritu de la artista, religiosa pero a su manera («llévame a la iglesia, he hecho tantas cosas malas que me duele / llévame a la iglesia, pero no a la que hace daño / porque esa no es la verdadera»), dejando ver cierto espíritu superviviente también muy bien recogido en ‘8 Good Reasons’, que presenta 8 razones para salir adelante, «quizá 9», en referencia a que esta es precisamente la pista 9 del disco, y contiene además una crítica de la industria musical.
O’Connor juega con sus miedos y amenazas a lo largo de todo el álbum, entregando canciones variadas como ese ‘James Brown’ que no puede culminar sino con vientos bastante funk, pero la verdad es que no importa de qué se disfrace ella o a sus personajes aquí o en la portada del álbum: una vez más es cuando más se desnuda cuando más termina convenciendo. Sucede durante el corte final ‘Streetcars’, un juego de palabras con ‘Un tranvía llamado deseo’, donde su voz vuelve a mostrar su fuerte: su deliciosa vulnerabilidad.
Calificación: 7,2/10
Lo mejor: ‘Take Me To Church’, ‘Streetcars’, ‘Harbour’, ‘How About I Be Me’
Te gustará si te gusta: Sinéad pasada por un prisma ligeramente más blues-rock
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