«Si no tienes habilidad terminarás tocando en una banda de rock». Esta cita, que aparece en una secuencia de ‘Whiplash’, parece un guiño que se hace a sí mismo el director de la película. Damien Chazelle iba para músico de jazz, pero se quedó por el camino. Le faltaba «habilidad». Así que no se dedicó al rock, pero sí al cine. Y no le ha ido mal: debutó con la celebrada ‘Guy and Madeline on a Park Bench’ (2009), escribió en 2013 el guión de ‘Grand Piano‘ y ‘El último exorcismo 2’ y ha realizado la que, por premios y reconocimiento, ha sido la película indie del año pasado (‘Boyhood‘ aparte, claro). ‘Whiplash’ arrasó en Sundance y acumula nominaciones en todos los premios del cine independiente, además de en los Oscar.
A pesar de que hasta ahora Chazelle ha destacado más en su faceta de guionista, no es precisamente el guión lo que más sobresale de ‘Whiplash’. La historia sobre las relaciones entre el alumno de una escuela de música y su maestro en un mundo ultracompetitivo está más gastada que las aceras de la Gran Vía. A pesar de las buenas interpretaciones de Miles Teller (a quien ya habíamos echado el ojo en ‘The Spectacular Now‘) y, sobre todo, de J.K. Simmons (el jefe de Peter Parker en los ‘Spider-Man’ de Sam Raimi), los personajes acaban resultando demasiado estereotipados, casi una caricatura de sí mismos. Sobre todo el profesor, una versión divertida pero muy fuera de tono del despiadado sargento de ‘La chaqueta metálica’.
Pero donde de verdad da la nota el director, donde demuestra su «habilidad», es en la manera que tiene de transmitir lo que significa la pasión por una disciplina artística (la música, la batería) y en cómo ésta se puede convertir en una obsesión tan peligrosa como maravillosa. Peligrosa para la estabilidad emocional del músico, capaz de sacrificar todo, incluido el amor, por conseguir su meta: ser el mejor. Maravillosa para el público que asiste admirado a ese momento sublime donde el artista, en pleno éxtasis, es capaz de ofrecer lo mejor de sí mismo.
Chazelle rueda su película como si tocara la batería: con una fuerza expresiva y una potencia narrativa arrolladora, rabiosa. Con afán casi terapéutico, el director muestra el conservatorio como una cámara de torturas psicológicas, y el proceso creativo como un angustioso y lacerante via crucis, un camino lleno de sacrificios y humillaciones. ‘Whiplash’ no es una película sobre música, sino sobre la disciplina musical. No existe el placer ni la inspiración: existe el dolor y el trabajo extenuante. O el rock. 8,5.