En una época en la que Edward Snowden, los programas de vigilancia electrónica de la NSA, las filtraciones tipo Ashley Madison y demás aberraciones a nuestra privacidad están a la orden del día, ‘Mr. Robot’ ha supuesto uno de los pocos intentos serios por parte de la televisión de reflejar este fenómeno e incluso llevarlo tres pasos más allá.
Elliot Alderson, el protagonista de la serie, se pasa el día en una empresa de seguridad informática y de noche se dedica a espiar a sus compañeros de trabajo y amigos y a esnifar rayas de morfina. La empresa para que la que trabaja, AllSafe, es la máxima encargada de proteger a E-Corp – Evil Corp para los colegas – de los frecuentes ataques que recibe. El primero, un DDoS que colapsa sus servidores y que tiene como único objetivo que FSociety, una sociedad de hackers que pretende destruir el sistema capitalista actual aniquilando las multinacionales que lo sustentan, contacte con Elliot. Su misión final una vez lo hayan reclutado: destruir las bases de datos de E-Corp y borrar así todo registro de los préstamos que ésta ha concedido a prácticamente toda la población mundial. Sin deudas sería como volver a empezar de cero en condiciones de igualdad.
Ya desde el primer capítulo, el show de Sam Esmail deja bien claro que tiene 4 puntos a su favor. El primero es una puesta en escena finísima. La primera vez que vemos las oficinas de la E-Corp es como si el Cronenberg de ‘Crash’ se hubiese pasado por el set para mostrar a una multinacional como una amenaza y, a la vez, hacer que te sientas atraído por ella. Como Deborah Kara Unger se masturbaba frotándose contra el ala de una avioneta. La sombra de David Fincher también sobrevuela pero es Kubrick el protagonista de uno de los momentos mas impactantes de la serie. La escena del suicidio y esa cámara que retransmite la entrevista y mira como Hal9000 justifica por sí sola el visionado de una serie con muchísimos momentos brillantes por capítulo. Sin ir más lejos, lo de la tienda de zapatos instantes después del suicidio, es espectacular.
El segundo es que a sus guionistas les da exactamente igual desconcertar al espectador y perder a unos cuantos miles por el camino. El punto de vista de Elliot – sociópata, paranoico con ansiedad y adicto a la morfina – es de todo menos fiable y, aun así, somos testigos de toda la narración exclusivamente desde su punto de vista. Leer determinados foros el día siguiente de la emisión de un capítulo es toda una odisea. Gente enfadada ante los sinsentidos del guión, otros pensando que estábamos ante el nuevo ‘Lost’, etc. El encuentro en el coche entre Mr. Robot, Elliot y Tyrell hizo correr ríos de tinta.
Una serie necesita de personajes fascinantes para captar la atención del público y ‘Mr. Robot’ anda sobrado de ellos. El protagonista o Whiterose -atención a la escena final después de los títulos de crédito del último episodio- son claros ejemplos de ello pero el gran triunfador en esta «competición» es el matrimonio formado por Tyrel Wellick y su mujer. A su lado, los Underwood de ‘House of Cards’ se quedan en dos hermanitas de la caridad. Resulta imposible escoger a uno de los dos. Él es una especie de Patrick Bateman que usa linux y contrata a vagabundos para que se dejen pegar. Ella… ella es una de las grandes bazas para la segunda temporada que se firmó nada más emitirse el piloto. Tercer punto fuerte.
Por último, y lo que probablemente ha sido la causa de que hayamos seguido con la serie después de sufrir la confusión máxima en un par de episodios, es su carácter antisistema. La idea de intentar restablecer una sociedad más igualitaria destruyendo las bases de datos de las empresas bancarias que prestan dinero, a pesar de ser pelín absurda, no deja de ser atractiva. ¿Y si fuese posible? ¿Qué ha ocurrido durante la elipsis de los últimos episodios? ¿Dónde está Tyrell?
Son muchas las preguntas que esperan respuesta en la siguiente temporada de ‘Mr. Robot’. Una vez se ha confirmado que el punto de vista de Elliot no es nada fiable, la serie que ha encandilado a programadores y desarrolladores por su realismo, promete ser una de las máximas atracciones de la parrilla televisiva.