Parte de la redacción evalúa el single de regreso de David Bowie.
«Bowie nunca ha sido de abrir sus discos con canciones larguísimas. En realidad, están ‘Station to Station’, que duraba 10 minutos; ‘The Width of a Circle’, que duraba 8, y, estirando mucho, ‘Loving the Alien’, que alcanzaba los 7 minutos. ‘Blackstar’ es, por tanto, en ese aspecto una rareza en su discografía… pero no solo por eso. Ayudado en la producción por Tony Visconti, Bowie da aquí con una rareza también en lo musical, una composición lúgubre y de progresión libre (que no desatada, pues sus tres partes están bien diferenciadas) que se expande con los pulmones llenos de aire y no decae nunca. Entre vocoders, teclados new wave, ritmos dislocados muy Radiohead, delicadas programaciones electrónicas y esa trompeta ebria que aparece, tímida, esporádicamente a lo largo de su desarrollo, ‘Blackstar’, en definitiva, vuelve a dar sentido a que Bowie siga siendo actualidad en 2015. ¡Y qué vídeo!». JB.
«David Bowie es una leyenda. En su estatus casi que puede permitirse hacer cualquier cosa. Si lo que le apetece es esta cosa de 10 minutos que parece la banda sonora para una película de David Lynch, pues debemos sentirnos bendecidos. Este ‘Blackstar’ es cinematográfico, complejo, cambiante en estructura, casi indescifrable, inabarcable. Unos toques jazz, unos arreglos orquestales, puntazos electrónicos y la voz de Bowie dándole sentido y unidad a todo. Como canción, no va a alzarse a los mismos altares de, pongamos por ejemplo, ‘Space Oddity’ o ‘Life On Mars’, pero que con casi 70 años se atreva a arriesgar de esta manera no hace sino alimentar la leyenda de icono único e irrepetible». ACM.
«‘Blackstar’ es fascinante. Difícilmente puedo imaginar una canción tan perturbadora y subyugante, tan llena de contrastes. La voz susurrante, como entonando una nana, de Bowie, combinada con ese ritmo fragmentado y tóxico, sosegado pero agresivo, marcial, con ese fondo amenazante (aunque, más allá de la tensión, percibo algo muy doloroso). La extrañeza inicial que causa el interludio, tan sensual y burbujeante, acaba convirtiéndose en certeza, de que ha de ser así y no de otra manera. Y el prodigio de que algo tan a priori espeso (casi diez minutos) transcurra con tanta ligereza… Es casi como si Bowie se hubiera propuesto resumirse a lo grande: su época más oscura, la berlinesa, (la de ‘Low’ o ‘Heroes’), pero también la cara glam y pop, en el interludio». Mireia Pería.