El cine español más rancio de los ochenta está asociado inevitablemente a la guerra civil y a las adaptaciones literarias de renombre. Quizá por eso las nuevas generaciones que irrumpieron en los noventa y en adelante huyeron de ellas como Rajoy de los debates. Ante este panorama, que una directora primeriza como Paula Ortiz (‘De tu ventana a la mía’) se haya atrevido con un clásico incontestable como ‘Bodas de sangre’ es digno de aplauso.
La propuesta, a priori, era muy atractiva: adaptar a Lorca sin complejos, con el mismo arrojo, la misma sensibilidad contemporánea, la misma libertad ética y el mismo libertinaje estético de, por ejemplo, Cary Joji Fukunaga (‘Jane Eyre’), Justin Kurzel (‘Macbeth’) o Baz Luhrmann (‘Romeo y Julieta’, ‘El gran Gatsby’). Sin embargo, a pesar que quien esto escribe iba muy predispuesto a disfrutarla, ‘La novia’ es una película bastante fallida.
Su atractivo visual es indudable, salta a la vista. La directora saca mucho partido estético de los escenarios en los que se desarrolla el drama, tanto de los exteriores, entre Malick y el western crepuscular (mejor en los Monegros que en la Capadocia), como de los interiores, extraños y misteriosos, como ruinas estilizadas y oníricas. Algunas interpretaciones son de Goya: Inma Cuesta, Carlos Álvarez-Nóvoa, Luisa Gavasa… Y el texto está ahí, claro, con frases tan poderosas y conmovedoras -“que yo no tengo la culpa… que la culpa es de la tierra»- que podrían abrir grietas en el desierto.
Pero no es suficiente. La sensación es que ‘La novia’ más que una relectura de ‘Bodas de sangre’ es su salvapantallas, una versión ornamentada con adornos grandilocuentes para camuflar su anorexia narrativa: afectados ralentís a lo Wong Kar-wai, forzadas declamaciones en verso, rimas visuales poco logradas (el flashback de los niños y el final), canciones pretendidamente transgresoras que se quedan en, como mínimo, desconcertantes (la versión de Soledad Velez del ‘Take This Waltz’), y unas secuencias oníricas al borde de lo chanante. Pero lo peor –o quizá lo mejor, no sé- es una decisión de vestuario y peluquería tan chocante que me tiene reflexionado muy fuerte desde ayer: ¿por qué Álex García, a caballo y con la melena al viento, parece que sigue en ‘Tierra de lobos’? 6.