A estas alturas de la película, ya sabes que puedes confiar siempre en Parade y en sus discos. Le das al play y te preparas para disfrutar de su arsenal de pequeños films en forma de canciones encantadoras. Las únicas dudas que te puedes llegar a plantear son cuáles van a ser tus temas favoritos y quiénes serán los nuevos protagonistas.
Pero nada más es previsible en el universo Parade. En ‘Demasiado humano’ vuelve a dar un cambio en su sonido. La banda esta vez se reduce prácticamente a Antonio Galvañ y Eduardo Piqueras en las guitarras, lo que redunda en el abandono de la apariencia más clásica y orgánica de ‘Materia oscura‘ y ‘Amor y ruido‘ para retornar al techno-pop de cierto aire lo-fi, aunque prima la sofisticación. Lo que señalaba la hoja promocional sobre su querencia por las sonoridades italianas no es ninguna boutade. Los guiños al sonido y las melodías de Matia Bazar y similares se extienden a lo largo del disco, aunque también haya alegres desvíos a sonidos algo más cacharreros y referencias (¡cómo no!) a la música surf o al girl pop de los sesenta.
El uso del synth-pop de aspecto amable de principios de los ochenta ya se deja sentir desde el principio. ‘Traedme la cabeza de Philip K. Dick’ y sus sintetizadores mezclados con coros surf, dan paso a los aires sintéticos y el cuerpo disco de ‘Láser‘, redondeada con una fantástica atmósfera y teclados sincopados. O la comedia costumbrista que es ‘Carterista de tanatorio’, saltarina y conscientemente hortera (¡teclados a lo ‘Jump’ de Van Halen!). Aunque estas erupciones bailables son minoría. En ‘Demasiado humano’’lo que prevalecen son los medios tiempos y las baladas. En la divertida ‘Johnny Ramone, agente del KGB’, que imagina la posible doble vida del guitarrista de los Ramones como agente infiltrado de la URSS, tiene un cierto aire agridulce, una finísima melodía y un recuerdo al ‘Goodbye Lucille #1’ de Prefab Sprout. La hermosa ‘Demasiado humano’, una orgullosa reivindicación de la humanidad de los androides, es casi una segunda parte de ‘Exoesqueleto’. O el bolero techno que es ‘Caballero del tuntún’, cuya letra asemeja un romance medieval, pero en clave futurista. Pero también se cuela la crítica social; en ‘Cementerio nuclear’, balada sobre un elegante piano, Galvañ canta sobre las penas de una pequeña ciudad que ha decidido albergar un cementerio atómico: «Y al concejal de urbanismo / el plutonio le da lo mismo / él solo quiere ver / un horizonte creciente de grúas otra vez». Otra de las cumbres del disco es la contagiosa (nunca mejor dicho) ‘El ritmo escarlata’, un chachachá sintético engañosamente alegre.
También hay otra cosa que sí que se espera, se busca y se goza en cualquier disco de Parade: los homenajes. Los que recorren este disco van más allá de los ochenta; en ‘Guerreros’ honra al film ‘Los amos de la noche’ (‘The Warriors’) de Walter Hill, con estrofa de ‘Nowhere to Run’ de Martha and the Vandellas incluida. ‘El motorista fantasma’ rinde pleitesía al ‘Leader of the Pack’ de The Shangri-Las, felizmente mezclado con el aire italiano y coros doo wop. Para finalizar, en la macabra ‘Bizcochos’, con un argumento muy ‘Sweeney Todd’ (adivinen de qué son los bizcochos) se trenza un crescendo a lo Vangelis o The Alan Parsons Project.
Quizás el único pero de ‘Demasiado humano’ sea que el conjunto de canciones puede parecer que esté medio escalón por debajo de sus dos discos precedentes. Pero Parade sigue proporcionando el mismo grado de felicidad habitual. Felicidad real, no ficticia.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘Láser’, ‘Johnny Ramone, agente del KGB’, ‘Demasiado humano’, ‘El ritmo escarlata’
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