-«Uyuyu mi gato hace uyuyuyu»-. Corría 1992 y tal tonadilla se oía prácticamente en cualquier sitio. Era el año de los Juegos Olímpicos y la Expo, Cobi y Curro, del Ave, de las Mamachicho, Carmen Sevilla y sus ovejitas, la hoy en día conocida como «Marca España» hacía furor ajena a la resaca que se avecinaba a la vuelta de la esquina. Eran tiempos de gloria tanto para este país como para la familia Flores, que por fin veía cómo la menor de sus hijas conseguía establecerse como cantaora mayor del imperio pop de mano de su carismático hermano Antonio, el malogrado y talentoso Manolo Tena, su a partir de entonces inseparable productor Fernando Illán y unos cuantos amigos más, entre ellos Tino Di Geraldo, Raimundo Amador, Antonio Carmona o su también hermana Lolita. Cuentan -o al menos me ha contado alguno que estuvo presente- que la grabación de ‘De ley’, el primer disco oficial de Rosario fue una fiesta continua. Al oírlo no hace falta que nadie lo jure: la alegría que rezuman sus canciones y la manera de interpretarlas hablan por sí solas. Alegría real, nada del buenrollito plastiquero que proclamaban a los cuatro vientos Rosana, Tontxu o Macaco, sino algo tangible fruto de una repentina celebración, de una convergencia de talentos en estado de gracia que desemboca en esta, a mi parecer, obra maestra del mainstream patrio.
El álbum está repleto de temazos de principio a fin. Abrir con una canción cuyo estribillo es una onomatopeya continua como es ‘Mi gato’ es un sano ejercicio de descaro, valentía y a su vez reafirmación flamenquita. Los genes de Rosario son incontestables, esa guitarra española, el bajo eléctrico entrando con armónicos, una caja de ritmos al fondo redoblando y ese piano eléctrico de sintetizador, una fusión perfecta entre la generación de sus padres y la suya. Está claro que no podía empezar de otra manera. Continúa con ‘Te llamo a gritos’, de cadencia algo oscura pero en sintonía con el desespere del que habla la letra, de estribillo explosivo de palmeo agitanao sintético y metales sampleados. Visto desde la perspectiva que da el tiempo, resulta curioso que esta canción vaya en segundo lugar cuando lo que ahora prima es esa detestable fórmula que consiste en poner los singles primero y las canciones más difíciles después por aquello de hacer el conjunto más complaciente. Los cambios de dinámica y ritmo entre cortes son los que hacen interesante a un disco como obra completa.
‘Sabor sabor’ es otro de esos clásicos para la posteridad. De sonido suave y cálido, esta suerte de bossa nova a la andaluza es una de las piezas más vitales y luminosas del disco. La producción es exquisita y una escucha dedicada en un buen equipo revelará la multitud de planos, instrumentación y efectos que casi como una película 3D (sin las espantosas gafas de turno, por favor) se abre ante nuestros oídos. Esta maravilla de detalles es una constante a lo largo de todo el disco. ‘Mia mama’ rezuma Antonio Flores por todos los poros, con un poco de imaginación uno puede visualizarlo enseñándole a su hermana eso de «ayayayay esa camiseta, ayayay que no la puedo soportar» guitarra en ristre en su caseta de El Lerele, antigua residencia de la familia Flores. La letra contiene una de mis frases favoritas del álbum: «Sujétame, que no me aguanto». Cuántas veces habré yo dicho eso. Pero si esta rezumaba Antonio Flores, ‘Adivínalo’ es puritito Manolo Tena. Ya su gusto por lo esotérico lo deja bien claro. Esta se podría decir que es el patito feo de la colección, y digo feo con la boca pequeña, en parte por su extraña producción funk-blues-electrónica-nosequé más cercana al Michael Jackson post-‘Dangerous’ que a otra cosa. Aun así recuerda un poco a ‘Tocar madera’, así que tampoco queda demasiado fuera de contexto teniendo en cuenta quién fue el autor de esta letra.
‘Escucha primo’ es de mis favoritas. La manera de cantar de Rosario, el arreglo de flauta, la progresión de acordes, el jaleo que se escucha al fondo -soy fanático de los jaleos en general-, la melodía, la relativa sencillez instrumental… Una rumba suave al más puro estilo paternofililial, si El Pescaílla, su padre, inventó el género es aquí donde su hija se lo devuelve de la manera más refinada hasta la fecha. Es gozo en su estado más puro. Reconozco haber soltado alguna lagrimilla de estas de «no quepo en mí del gusto» al escucharla. Mientras tanto el saxofonista Arturo Soriano junto a Manolo Tena se encargan de la música y letra de ‘De ley’, medio tiempo de pesada base algo así como entre jazz y funk, dejando claro aquella consigna tan gitana que es aquello de ser legal, de respetar el código de honor como si de un mandato absoluto se tratase. «Dime si eres tú de ley, si tú eres de ley y todo lo demás, verás, no importa». Resulta curioso que fuese Tena el encargado de escribirla, parece un regalo a medida de la Faraona y su descendencia, un homenaje al clan en toda regla diseñada para ser cantada por la hija pequeña y su peculiar tesitura. La elección de tal canción para titular el disco no es en absoluto fortuita.
‘Mira qué boda’ es otra de mis favoritas. Una boda gitana, con todo su despliegue, y el borracho de turno ocupando la primera estrofa: «Déjalo ya, ay qué pesado que te pones, de verdad, cuando te tomas tres copitas y dices -«es agua nada más»-«. El jolgorio de tal evento convertido en temazo. ¿Recuerdan ustedes ‘La boda’ de Astrud? Pues esto es la antítesis. «Papa mira que boda, papa mira que boda, papa hoy se casa tu sobrina» y ea, tres días de fiestón, camisas rotas, zapatos destrozados y todo lo que ello conlleva. Yo no soy muy de bodas pero a esta dan ganas de ir.
‘Quiero que me beses’ se asemeja bastante a ‘De ley’. En general en casi todo el disco planea ese aire de funky rumbero deudor de los mejores Pata Negra, se nota que uno de ellos andaba por el estudio. Y la verdad es que es un género que a Rosario le sienta como un guante, esta canción en concreto puede que sea a nivel técnico la mejor cantada. Rosario nunca se ha caracterizado por un enorme vozarrón sino más bien por el carisma que su garganta destila. Sin embargo esto no significa que cante mejor o peor sino que tiene una calidad más bien cercana, familiar, parece que no le cuesta hacerlo y que se divierte mientras tanto, como esa amiga tuya que una noche se pone a cantar por la calle mientras vas de un lado a otro y que de repente te sorprende al cantar tan bien. Ahora, en la era autotune en la que todo parece estar cantado por un cyborg de pecho rasurado, resulta aún más impresionante oír cómo ella afina cada nota sin perder capacidad de transmitir.
Y así con estas llega el final y con ella la única canción explícitamente triste. ‘La gaviota’ ejerce de perfecto y suave cierre, como una amarga despedida que nos recuerda que toda cara tiene su cruz. Como el sol que sale cuando mejor te lo estás pasando. Quizás a nivel musical sea la canción más neutra pero por su letra no podría estar en mejor lugar.
‘De ley’ funciona tanto en conjunto como por separado. Tiene un buen puñado de singles y el álbum entero es coherente, casi conceptual, un vivo retrato del mundo que rodeaba a los Flores y que tantos grandes momentos nos dio a los españolitos que vimos a Rosario florecer. Desde sus días de actriz -impagable su papel en ‘Colegas’ (Eloy de la Iglesia, 1982) junto a su inseparable hermano y su noviete de entonces el superviviente Enrique San Francisco- pasando por su fallido primer intento como cantante en aquel mini LP ‘Vuela una noche’ prácticamente imposible de encontrar hoy en día, hasta los días de jurado en el talent show La Voz en el que, si bien se le ve algo desubicada, sigue conservando un carisma fuera de toda duda. Quede como fiel testimonio de otra época este calentito ‘De ley’ con el que tantas veces he enfurecido a compañeros de furgoneta en giras, excursiones de diversa índole o salidas nocturnas y que tantos buenos recuerdos me trae. A mí me encantó en su día y lo sigue haciendo tanto o más que antes, ha sido un placer revivirlo de nuevo.
Guille Mostaza es miembro de Ellos y Mostaza Gálvez y productor musical.
Rosario actúa este fin de semana en Gibraltar Music Festival.