Templeton / Una mar enorme

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Templeton / Una mar enorme

Los cántabros Templeton cuentan con la gran suerte de tener entre sus filas a Álvaro Martínez, que además de ser la voz principal en el grupo, es un reputado ilustrador que ahora mismo dibuja una de las series clásicas de DC Cómics, ‘Detective Comics’ –o sea, la serie original de Batman–. También ha elaborado –como ya ocurriera con la de ‘El murmullo’– la fabulosa cubierta de ‘Una mar enorme’, el nuevo álbum del grupo: los integrantes del sexteto, remando decididamente y al unísono en un pequeño bote, ante la amenaza de ser engullidos por una enorme ola oscura. La disparidad artística que muestran por separado Brian Hunt, Javier Carrasco (Betacam, Rusos Blancos) o Santiago Castillo (Esmeraldo) desaparece en Templeton para formar una amalgama diversa pero sorprendentemente consistente.

En una charla que mantuvimos con él meses atrás, Betacam definía este disco como el punto medio entre sus dos últimos discos, ‘Rosi’, un disco en el que los sintetizadores ganaban la partida al pop rock clásico, más acústico y algo pastoral de su antecesor, ‘El murmullo’. Ciertamente no hay mejor y más atinada descripción para definir a qué suena ‘Una mar enorme’, porque en él conviven tecnopop épico con guiños a New Order o A-Ha! y aspiraciones de sintonía televisiva (‘Largo recorrido’), explosivo pop atemporal que tan pronto remite a Beach Boys como a los suecos Shout Out Louds (’¡Flash!’), canción melódica de altas miras y enormes arreglos a lo Juan y Junior (‘Me has dejado de gustar’, ‘Nube gris’), una jota castellana revestida de misterio sintetizado a lo Chromatics (‘Se me llevan’), esqueléticas baladas eléctricas (‘Conan’), elaborada y taciturna psicodelia (‘Remar’) o una odisea pop capaz de ir de lo microscópico a lo galáctico, de La Buena Vida a Los Planetas (‘Marzo mayea’). Contra todo pronóstico, esa disparidad suena compacta, sólida y hasta lógica.

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Volviendo al principio de esta crítica, lo que vertebra toda esa variedad de palos –además del siempre eficaz trabajo de producción de Paco Loco, claro está– es la convicción con la que el grupo articula ese rico universo estético, como si cada estilo de cada canción fuera lo que mejor supieran hacer del mundo, como si llevaran toda la vida haciendo canciones así. Y en realidad es más o menos así, porque la huella compositiva de estas canciones no dista de la que ya mostraban Templeton en sus primeras grandes canciones, ‘Las casas de verano e invierno’ y ‘Brasil’. Solo que, camino de una década después, lo hacen mejor, mucho mejor. Además, en ‘Una mar enorme’ también está entreverado un estilo lírico muy particular, que les distingue: una desazón, un desencanto generacional (“¿Qué es lo que me pasa, si nunca me pasa nada?” –‘Nube gris’–) de pronto y tardotreintañero, tan culto y preparado como aplastado por la precariedad laboral, social y moral que se dibuja en unas letras cargadas de humor sin ironía.

Por pura identificación, su honestidad nos hace esbozar una media sonrisa entre el espanto y la empatía, con personas que fantasean con llevar otra vida distinta pese a que saben que su aflicción no desaparecería con ella (“No he descubierto lo que soy; tampoco sé qué día es hoy” –’Año sabático’–), que avanzan a pesar de la nostalgia (el repaso a esas fotos técnica y anímicamente desastrosas que nos resistimos a tirar –‘¡Flash!’–) y el influjo de personas que pese a que no nos convienen no podemos (ni queremos) olvidar –‘Agua con sal’, ‘Me has dejado de gustar’– y pese a todo saben encontrar lo que de verdad vale la pena de todo esto (‘Conan’).

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Encabezando todos esos grandes momentos traducidos en canciones, sin duda la gran cumbre de ‘Una mar enorme’ es esa ‘Marzo mayea’ que estrenábamos meses atrás en esta web y que antes citábamos, de manera nada casual, junto a los nombres de Los Planetas y La Buena Vida. Los primeros, por el espíritu de epopeya expansiva a lo ‘La copa de Europa’ que impregna todo el tema; los segundos, por la mención explícita en su letra y, también, por esos coros que parecen imitar los arreglos orquestales del disco del añorado grupo donostiarra (podría ser ’Álbum’, aunque también evocan una chispita a ‘Begin The Begin’) que la pareja protagonista de la canción coincide en tener por duplicado. Un encantador detalle de los muchos que pueblan este estupendo disco (no hay ni una canción mala ni prescindible) y que se acomodan, como si fueran propios, en el imaginario del oyente. Con esta gran obra Templeton consiguen, de una vez por todas, afianzar la entidad de su proyecto, escalando a la categoría de esos grupos que trascienden las comparaciones con otros referentes. Así, no hay ola que pueda romper los lazos internos de sus distintos componentes ni los que viejo y nuevo público ha establecido o establecerá con ellos.

Templeton serán los teloneros de Los Planetas en el concierto, con entradas ya agotadas, que el grupo de Granada ofrece el próximo jueves, 7 de diciembre, en el WiZink Center de Madrid.

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Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘Marzo mayea’, ‘¡Flash!’, ‘Me has dejado de gustar’, ‘Nube gris’, ‘Conan’
Te gustará si te gusta: el buen pop en castellano, desde Los Planetas a La Buena Vida pasando por Rusos Blancos y Francisco Nixon
Escúchalo: Spotify

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