«Arthur Russell habría fracasado miserablemente en la era de las redes sociales»

-

- Publicidad -

«Arthur Russell habría fracasado miserablemente en la era de las redes sociales»

Perapertú han editado este 2018 ‘Miramar’, un estupendo disco de música pop evocadora y, a la vez de fuerte personalidad. Yago García, su teclista (segundo por la izquierda), habla en nuestra sección «Meister of the Week» largo y tendido acerca de Arthur Russell. Genio inquieto, compositor, chelista e ilustre miembro del underground neoyorquino de los setenta y ochenta entre muchísimas cosas, Russell dejó un repertorio inabarcable de música disco, New Wave y vanguardia que pasó desapercibido en su momento. Su figura se empezó a reivindicar tras su muerte en 1992, con apenas 40 años. Hoy emerge como músico de culto, autor de una obra en la que vale mucho la pena bucear a fondo. Foto: Alexis García.

- Publicidad -

¿Cómo conociste a Arthur Russell y empezó tu fascinación por él?
La primera vez que me enteré de que existía Arthur Russell fue en una crítica en una Rock de Lux en el noventa y poco. Reseñaban el ‘Another Thought’, que fue uno de los primeros discos que se publicaron después de su muerte, cuando se empezó a hablar un poco más de él. Me llamó muchísimo la atención la portada, esa en la que aparece con la cabeza cubierta por una especie de sombrero de papel enorme; también me llamó muchísimo la atención lo que explicaban de él en la reseña. Hablaban de un tío que se había movido en los márgenes de la vanguardia de Nueva York, de la escena nuevaolera, que venía de la música clásica, que se había movido en la música disco además… Me parece que en aquel entonces algo también se emitió en Radio 3. Con el tiempo se rompieron las fronteras, ya no hacía tanta falta encontrar el disco físico. Lo primero que encontré fue el recopilatorio ‘The World of Arthur Russell’, aunque la primera canción que escuché fue ‘Let’s Go Swimming’, una de las siete mil millones de mezclas distintas que hay. Me quedé completamente pasmado. Eso era muy difícil de asociar con prácticamente nada que sonara en ese momento.

Luego ya conseguí el recopilatorio de ‘The World of Arthur Russell’ y ahí ya mi fascinación absoluta llega con una canción que es ‘In the Light of the Miracle’, que es otra de esas canciones que tienen siete millones de mezclas distintas. En la biografía que me leí hace poco, ‘Hold On to Your Dreams’ [NdE: escrita por Tim Lawrence] lo cuentan. La imagen de un hombre que se subía al ferry de Staten Island llevando un walkman y una bolsa llena de cintas con mezclas de una sola canción. Era muy indeciso en el estudio y se dedicaba todo el trayecto en el ferry –que es bastante largo- a oír una y otra vez la misma canción. Lo que me dejó muy, muy fascinado, aparte de las melodías, que son maravillosas, y los arreglos, que son increíbles, es que tiene el tono este en que por un lado es música disco, por otro lado es nueva ola y por otro no es ninguna de las dos cosas. Pero, sobre todo, lo que más me llama la atención, es que es una canción -como muchas otras de Russell, sobre todo las más discotequeras-, en que parece que las cosas surgen dentro de la estructura de la canción, no por encima. Los ritmos de la canción parecen surgir aleatoriamente.

- Publicidad -

Si te metes en foros de música electrónica, por ejemplo, en el EDM Production de Reddit, sucede una cosa fascinante; los que postean ahí son chavales norteamericanos muy jóvenes que han nacido después de Skrillex, David Guetta y deadmau5 y su intención, en el último extremo, es petarlo a lo grande. Han nacido ya con la idea que un artista de techno, de house, de música de baile, puede llegar a llenar estadios. En las conversaciones que mantienen, una cosa que tienen marcada a fuego, es el tema de las estructuras de las canciones; tiene que haber X compases de intro, X compases de estrofa, X de estribillo y repetimos X veces, X veces de “break”, luego volvemos a la línea principal. Y en esto [Russell] es todo lo contrario. Supongo que Russell podría haberlo explicado por sus intereses en la filosofía, en la música india, en su formación clásica… pero son canciones en que las cosas aparecen “a ver qué”. Pero es que detrás de eso hay un rigor y un método tremendo. Las cosas surgen de una forma casi aleatoria. Prácticamente no puedes esperar el momento en que va a aparecer una cosa o la otra. No son nada previsibles. Y eso es algo que me fascina, porque hay que ser un músico como la copa de un pino para conseguir un efecto tan fresco. Es la clase de frescura, de sensación como de improvisación, que requiere de toda una vida dedicada a la música. Y luego hay una estrofa de la canción que la canta en un español absolutamente macarrónico que tiene muchísimo encanto. “La luss del milagro”. Es muy, muy bonito.

No he leído la biografía, pero sí un artículo en The Guardian, en que hablaban con gente que le conoció y comentaban que, en vez de centrarse en triunfar, Russell era tan inquieto, que iba cambiando de…
Sí, saltaba de una cosa a otra con una facilidad pasmosa. De hecho, creo que Arthur Russell en la era de las redes sociales, hubiera fracasado miserablemente. Estaba acomplejado por su físico –era un chico bastante guapo, pero había tenido un caso de acné brutal en la adolescencia y le había dejado la cara llena de cicatrices-. Aparte, tenía un carácter bastante duro, era un tío con una mala hostia tremenda, era súper tímido. Ahora que prácticamente en cualquier aspecto de la vida estamos cada vez más obligados por el escaparate de internet a convertirnos en un producto y autopromocionarnos a nosotros mismos, la necesidad de hacer un marketing constante de nosotros mismos, creo que un tío así, que no le gustaba estar en primer plano en ningún momento, que siempre se escondía detrás de seudónimos, de otra gente, hoy en día sería un ilustre desconocido, moviéndose por la parte menos concurrida de soundcloud. Prefería ser el hombre en la sombra, organizando y animando a otra gente a que creara o creando proyectos fuera del primer plano.

- Publicidad -

A pesar de que se codeó con la flor y nata de la New Wave, en vida tampoco fue conocido. Había tocado el chelo en ‘Psycho Killer’ (en la versión alternativa)…
Hay una historia, que no está confirmada, que dice que estuvo a punto de ser guitarrista en Talking Heads, antes de que entrara Jerry Harrison. Russell había conocido a los Talking Heads porque él era el vecino de arriba de la oficina de Tina. En concreto, el vecino que se tira tocando el chelo hasta las cinco de la mañana y no deja dormir. La forma de conocerlo fue un poco rocosa y accidentada. Luego ya les montó conciertos. Les metió en The Kitchen –el espacio súper mítico de la vanguardia de Nueva York, donde estaban Steve Reich, Chatham, etc-. Pero claro, un tipo con todas esos rasgos de personalidad que te he explicado, se encuentra con David Byrne, que es un diplomático nato, que le gusta ser el perejil de todas las salsas, que tiene mucho encanto personal y lo explota mucho; un tipo que siempre ha ido a triunfar y ser lo más de lo más –pero sin perder nunca el aura intelectual… ¡eso nunca, por Dios! Aquello fue un choque de trenes. No sólo no llegó a entrar en el grupo, sino que, además, la letra de ‘Life During Wartime’ (“This ain’t no party, this ain’t no disco, This ain’t no fooling around”), la escribieron para meterse con él.

Volviendo a la pregunta… Russell murió siendo un gran desconocido, no fue hasta poco después de su muerte que se empieza a reeditar el material –las recopilaciones de las que hablabas-. Yo misma lo desconocía hasta hace relativamente poco. ¿Por qué crees que no tuvo reconocimiento en vida?
The Necessaries [ndr: la banda new wave de Arthur Russell], que llegaron a grabar dos pedazo de discos [ndr. En 1981 y 1982], pues es normal que pasaran un poco desapercibidos, porque en aquel entonces, en Nueva York y en Estados Unidos en general, le dabas a una piedra y te salía un grupo de Nueva Ola, pero podrían haber sido algo. La coña es que él mismo se fue de The Necessaries. Por lo visto, después de un concierto, decidió que aquello no iba nada, no se sentía cómodo tocando en un grupo, no se llevaba bien con alguno de los compañeros. Estaban en la furgoneta parados en un atasco, cogió el chelo, se bajó y volvió a Nueva York a pie.

Él quería triunfar. Una de las cosas en que se insiste en la biografía es que era una decepción para la familia. Había tenido una adolescencia de bandarra, de drogata. Te escapas de casa, te vas a California, tu padre tiene que sacarte de la trena porque te han pillado trapicheando con marihuana, luego te apuntas a la escuela de música india, te pagamos los estudios de conservatorio, Charles Wuorinen te echa del conservatorio… Wuorinen fue el compositor al que el Teatro Real le encargó la ópera de ‘Brokeback Mountain’-, un compositor americano muy importante, que ha destacado por ser de la generación americana de los cincuenta que llevaban el serialismo, vía Schönberg y Boulez, en el corazón y que, como toda la gente de esa escuela y generación, sentía un desprecio absoluto por la música pop. Russell se matriculó en sus clases en parte porque quería aprender de alguien con un punto de vista absolutamente diferente al suyo… pero también quería tocar un poco los huevos. Le desafiaba componiendo cosas que iban completamente en contra de sus postulados. En cierta ocasión, Russell le presentó una composición muy repetitiva –algo muy de la época- y Wuorinen le dijo que aquello era la cosa más fea que había escuchado en su vida. Y terminó pirándose de sus clases –medio se fue, medio le echó-.

Pues eso, él se veía un poco como una decepción para la familia, aparte de por temas de sexualidad, también porque en su familia le habían perdonado muchas cosas. Su padre era el alcalde de su pueblo, era una familia con mucho dinero y lo habían estado manteniendo, pagándole los estudios de música… y estamos hablando de alguien que, durante mucho tiempo, estuvo trabajando de mozo en una empresa de mensajería. Mientras escribía y grababa música maravillosa, estaba ahí currando. Anotaba los puestos de sus canciones en las listas de música indie o las listas regionales de Nueva York y escribía a los padres diciendo que estaba jodido, porque a lo mejor uno de los maxis de música disco “importantes” como el ‘Go Bang’ o el ‘Is It All Over My Face’ no había subido tanto como quería. Lo puedes incluso comparar con Carlos Berlanga: Russell quería tener éxito –en el sentido de que quería producir y quería montar grupos que tuvieran éxito-, pero no tenía interés en ser popular, promocionarse o hacerse notar.


Un poco contradictorio, ¿no? Ser muy trabajador pero, a la vez, carecer del instinto de saber venderse.
Él sabía moverse y dar la campanada. Cuando lo ponen de director musical en The Kitchen… The Kitchen era un sitio donde iban a tocar los músicos clásicos entre comillas que no les dejaban tocar en el Madison Square Garden. Steve Reich, cuando hizo los ‘Four Organs’, no lo pudo presentar ni en el Carnegie Hall ni en ninguna otra sala de prestigio. ¡Lo habían echado de allí! ¡Había sido un escándalo terrible! Entonces iban a The Kitchen. No caían bien entre la academia, no caían bien entre los círculos de música más respetable, no se planteaban vivir de lo que hacen hoy en día la mayoría de compositores: de pillar una plaza en la universidad. Entonces tocaban en galerías de arte, en salas de conciertos… Y a Russell, cuando lo nombran director de The Kitchen, lo primero que hace es montar un concierto de los Modern Lovers y después otro de los Talking Heads, que es algo que a toda la gente de ahí la dejó completamente escandalizada y aterrorizada… pero que luego, además, les voló la cabeza. “¡Coño! ¡Todos estos iletrados que no saben ni leer partituras ni lo que es el sistema serial están haciendo cosas que molan!”

¿Qué vertiente prefieres de Arthur Russell? ¿O entiendes todas las manifestaciones de su música como parte de un todo?
Por un lado, lo entiendo como un todo. Pero si tengo que elegir, me quedo con la parte discotequera a muerte. Tiene canciones como ‘A Little Lost’ o ‘This Is How We Walk on the Moon’, que son canciones pop perfectas, súper tristes y súper dulces. Te llevas una sorpresa cuando ves que era un tipo con tan mal carácter y tan cerrado y que tiene esas melodías que son pura luz. No hay un ápice de ironía ahí, lo cual es algo que creo que hoy en día le hubiera sentado muy mal. Ahora, que casi a cualquier proyecto de música pop se le exige, antes que las canciones, mucha ironía y autoconciencia, eso de hacer una cosa tan sencilla y tan pura le hubiese perjudicado. La facilidad y la soltura que tenía para hacer música de baile de una forma muy nueva, muy experimental y muy original, me deja pasmado y apabullado.

De la biografía de Tim Lawrence, ¿qué es lo que más te ha conmovido o lo que más te ha sorprendido?
Ufff… en general, todo. Era un tío complicado de aguantar y de trabajar con él, aunque la gente que trabajó con él habla de él con muchísimo cariño. Otra cosa que me llama la atención es que vive en la época digamos más fuerte del movimiento gay -según dicen en la biografía, probablemente era más bisexual que homosexual-. Pero eso debió sucederle en la adolescencia, porque cuando llega a Nueva York y conoce el mundo del fornicio y de las discotecas gay como Paradise Garage, no parece que tuviera ningún tipo de sentimiento de culpa. Lawrence en la biografía identifica en las letras de las canciones, sobre todo en las más disco, un código bastante trasparente, eran canciones hablando de experiencias gay. Él vivía sus experiencias gay… no voy a decir con ánimo reivindicativo, porque ya hacer canciones con ese tema en esa época ya era reivindicar de por sí. Pero sin ningún tipo de tormento ni de esteticismo. En Pet Shop Boys incluso está este poso de amargura, de mala hostia, en un grupo además con mucho concepto -que me encantan, es uno de mis grupos favoritos de toda la vida- pero esa soltura, esa forma de contar las cosas tal y como son, sin llevarse las manos a la cabeza de Russell, me parece encomiable.

Leí en el artículo que te comentaba antes que, cuando se marchó de Iowa por primera vez, en 1968, a San Francisco, conoció a Allen Ginsberg y habían tenido una relación.
Eso era algo de lo que alardeaba Ginsberg, pero es que era un tipo de moral y costumbres muy cuestionables. Personalmente, su obra como poeta tampoco me interesa demasiado y como personaje me da bastante grima. Russell colaboró con Ginsberg musicalmente durante bastante tiempo, por lo visto tuvieron un escarceo, pero ninguna relación. Pero a Ginsberg le faltó tiempo para decírselo a todo el mundo. Cada vez que se enrollaba con un jovencito guapo, le faltaba tiempo para poner un anuncio en el periódico.

¿Qué recomendarías para iniciarse en Arthur Russell a una persona que no lo conoce? Lo comento porque si te pones a indagar por streaming o Youtube te puedes volver un poco loco.
Tiene un montón de archivos, de cosas sin terminar y claro… Igual que el p2p y la música digital han terminado por ser una bendición para muchos artistas del pasado, sobre todo si están muertos –que reivindicar a los muertos siempre queda bien-, ha terminado desembocando en el pánico del archivo. Tienes un montón de obra inédita, que por supuesto, en cuanto vuelve a hacerse célebre, resurge. Se supone que también hay aún más obra inédita de él por sacar… Personalmente, para alguien que no lo ha oído, comenzaría por el ‘The World of Arthur Russell’ [NdE: no está en Spotify, pero sí en Youtube] si se encuentra por ahí, es una buena forma de empezar. Tiene las canciones más pegadizas: ‘Let’s Go Swimming’, ‘In The Light Of The Miracle’… Y luego queda su faceta como compositor clásico; ‘Tower of Meaning’ [NdE: tampoco en streaming, pero sí en Youtube]. Si aguantas cinco minutos, entonces ya estás enganchado.

Querría animar mucho a la gente a que lo escuche, porque no sólo es un músico importante, sino que es también un músico muy divertido. La verdad es que no me gustaría demasiado que se “gentrificara”, que se convirtiera en un símbolo de tontuneo y estar a la última, aunque me parece que en algunos países y algunas escenas ya está siendo así. Y luego hay una historia de alguien que trabajó con él, de Rhys Chatham, el compositor. Era un tío de la misma edad que Russell, que tenía incluso mayor currículum en música clásica que él. Había trabajado con Glenn Gould. ¡Era el tío que le afinaba el piano a Glenn Gould! (risas) Era un guitarrista clásico que podía tocar partituras de Boulez a primera vista. Él contaba que, después del concierto de los Modern Lovers que montó Russell en The Kitchen, se había quedado completamente pasmado y empezó a tocar ‘Pablo Picasso’ en su casa a la guitarra, que debería ser algo sencillísimo. ¿Cuántos acordes debe tener? Tres como demasiado. Y, para su gran consternación, este chico, que iba para respetado guitarrista clásico, se da cuenta de que no le sale. “¡Estoy tocando tal como se supone! ¡Pero no me sale igual!” No tenía espontaneidad ninguna. Esa historia siempre me ha parecido muy entrañable.

O sea, que mejor empezar por el recopilatorio y luego que cada uno bucee a su ritmo. Yo por ejemplo, me puse el álbum de Dinosaur L, ‘24→24 Music’, una de sus obras “disco” y…
Pero el disco de Dinosaur L tampoco lo recomendaría, porque es una cosa caótica, punkarra, un álbum de música disco muy muy loco que te puede echar hacia atrás si no sabes dónde te vas a meter.

¿Qué tendrían en común Perapertú con Arthur Russell? ¿En qué os ha influido?
No podría hablar de influir, porque en Perapertú cada uno somos de nuestro padre y nuestra madre musicalmente –Gracias a Dios-. Ahmed, el cantante, guitarrista, teclados y compositor de la mayoría de las canciones, ha viajado mucho a África y te puede dar un cursillo acelerado de música de distintos países africanos. Él también es muy fan de Tuxedomoon, aunque tenemos una influencia ambos en común que es Talk Talk. Juanma es la persona que conozco que más sabe de música pop española. Es muy fan de los Coyotes (un grupo que nos parece admirable por valientes y eclécticos). A Marcos le gustan cosas más duras y rockeras. Y luego, el fan de Arthur Russell soy yo. Así pues, no creo que nos parezcamos, pero sí que tenemos algo en común, que es el ser nosotros mismos. En tanto que las canciones más minimalistas de Russell, a chelo y voz, como las más disco, siempre tienen algo en común, como por ejemplo, el talento para las melodías y son muy personales, pues así me gustaría que sonáramos Perapertú: personales. No encajar en clichés, no ser intercambiables con otros grupos.

¿Sabes de un músico del que hablamos muy a menudo, que también es un mediano referente para nosotros? Bambino. De hecho, hay una cita de él en ‘Mito de Andrade’. Bambino es otro personaje al que se le ha relegado al “Almodovarismo”, para así decirlo; ahí está la imagen de Poch con la camiseta anudada en el ombligo, haciendo play-back de ‘Voy’ en ‘Tráiler para Amantes de lo prohibido’, que es maravillosa. Que ahí sacamos otra conexión, que es la de Derribos Arias. ¡A ver si va a ser emparentable con Arthur Russell de verdad! Un tipo que viene del flamenco, pero que tiende un puente a la música pop a partir del flamenco, es un tío que es gay o bisexual y lo vive sin ningún tipo de complejo, sin usar más eufemismos de los necesarios para que no le rompieran las piernas –aunque alguna vez se las partieron-, un tío que no llegó a tener nunca el reconocimiento a gran escala que hubiese merecido. ¡Me pregunto cómo hubiera sonado un disco de Bambino producido por Arthur Russell! ¡Hubiera sido la hostia! (risas).

Entiendo que una de las cosa que también más te atraen de Russell es que es alguien que destila una pasión por la música genuina. Alguien que vive por y para la música, no de la música.
Es posible. A eso podemos también unirle que era alguien que había estudiado mucha filosofía, filosofía oriental, que era budista, y quizás pensaba que la música era su dharma. Respecto a todo esto, hay un término que inventó Ahmed, y que a mí me gusta mucho, que es el “culturetariado”. Perapertú nos podemos identificar como miembros del “culturetariado”. En una época en que es imposible, ya no vivir de la música, sino cubrir gastos, a no ser que hayas dado la campanada a pequeña o gran escala, está todo tan fragmentado y segmentado y se obtiene tan poquísima pasta con lo que se hace, no hay manera de cubrir gastos. Aparte, apenas hay apoyo institucional. Lo que unos músicos tienen que hacer para cobrar un concierto es absolutamente brutal. Nosotros hemos tenido historias delirantes incluso en administraciones públicas, que son quienes tendrían que echar una mano. La música, cada vez más, y con la crisis, por esta sensación general de precariedad en la que vivimos, se tiene el concepto que es un complemento, un artículo de lujo. Pues hombre: o devoción o nada.

Lo más visto

No te pierdas