Es probable que algún purista de la electrónica me ponga una cruz después de lo que voy a decir, pero qué se le va a hacer. Ahí reside la dureza de la crítica musical. Estoy aquí sentado, escuchando el último disco de Kaito y soy incapaz de encontrarle el punto. Es muy techno, es muy trance (bastante más relajadito que a lo que nos tienen acostumbrados en las discotecas, no os vayáis a pensar), pero no me engancha. Y es que en la electrónica de este palo, yo siempre he visto un problema fundamental: si te quedas en la simple repetición y en el uso exagerado de instrumentos acústicos sobre bases electrónicas, tu disco puede terminar pareciendo puro y duro chill-out buenrollero, al estilo del infumable ‘Café del Mar’ de Ibiza.
El disco de Hiroshi Watanabe (Kaito), titulado ‘Hundred million light years’, tiene canciones realmente emocionantes, y melodías exageradamente envolventes que son una delicia. Como compositor, el japonés no decepciona en ningún momento: ‘Holding a baby’ o ‘Life goes on’, bien merecen una nota altísima. Sin embargo hay cortes como ‘Nobody could get alone’ que no me terminan de entrar, con tanto pianito y tanto arreglo. Por fin he entendido el dilema de Angèle Leciel con The Pipettes. Me duele en el alma, pero Kaito se queda en un triste 6’5.