Una sola nominación para los Premios Goya ha recibido la que es, en mi opinión, una de las pocas películas españolas del año pasado que merece la pena. Santi Amodeo (‘Astronautas’), guionista y director, nos cuenta la historia de Samuel, un joven de 18 años que padece una extraña enfermedad neurológica. La trama lo sitúa de vacaciones, en un entierro, casualmente en Madrid, trabajando, siendo seducido por una mujer adulta, cuidando a un anciano o viviendo con una chica que terminará gustándole (Adriana Ugarte, nominada a actriz revelación). Sin una coherencia interna demasiado lograda, pero sin que tampoco el espectador tenga la sensación de que el guión está dando bandazos. ¿Cómo se consigue hacer una película de amor que no resulte chirriante? Discretamente, sin mayores pretensiones y con unas ralentizaciones a tiempo por aquí y unos efectos visuales paranoides por allá. Así, el resultado estético es sencillo pero llamativo, y su director se va afianzando en un estilo mucho más definido que, pongamos, el de Daniel Sánchez Arevalo (‘Azuloscurocasinegro’).
Mención aparte merece el actor principal, Juan José Ballesta, un auténtico Pete Doherty del que interesan más las anécdotas contadas durante la promoción de la película (que si le quitan el carnet por exceso de velocidad, que si se rompe la mano dando puñetazos contra la pared, que si el otro día se pegó con unos en la calle…) que su propio trabajo, que por cierto, no hace tan mal, que en la película se te olvida que es él. 7.