El segundo disco de Dorian es perfecto para el público del Low o de la sala grande del Razzmatazz. Con una base tan rock como una sesión de DJ Amable (que aparece en los agradecimientos del disco), ‘El futuro no es de nadie’ suena más cerca de las experimentaciones electrónicas de una banda de bajo, batería y guitarra (en la línea del ‘I’ve been high’ de R.E.M., por ejemplo), que del resto del electropop patrio. Y teniendo en cuenta los bandazos que está dando este género en nuestro país, eso es muy bueno.
‘Cualquier otra parte’, con 40.000 escuchas en su myspace, es ya un himno; y el synthpop de ‘El futuro no es de nadie’ y ‘La playa bajo el asfalto’ suena bastante sofisticado, como la indietrónica de ‘Dicen’ y ‘Desorden’. Incluso su momento más techno de la pista sorpresa es notable. Dorian recuerdan mucho a sus paisanos OBK, sin la irritante voz de Jordi, pero sí con su misma dificultad para escribir buenas letras, que en este caso, además de un poco cursis, resultan bastante obvias en sus momentos más políticos. A pesar de todo, si no se escuchan demasiado y no se mira lo feo que es el libreto (por muy vestidos de La Casita de Wendy que vayan), ‘El futuro no es de nadie’ es tan disfrutable como cualquiera de los discos de Placebo, a los que se parece en cantidad de buenas canciones. 6.