Los Goya desde dentro

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Los Goya desde dentro

Todos me habían dicho que cubrir la noche de los Goya era un infierno de largo y un infierno de aburrido. Y sí, en esencia eso me pareció, aunque he de admitir que pocas veces me he reído tanto trabajando. Esto sí que es la magia del periodismo, y no eso de convertirse en el cuarto poder, que menuda chapa es creer que lo que escribes va a cambiar el mundo. Con razón tanta gente abandona en primero de carrera. A lo que iba.

A los premios del cine español, y en general a cualquier gala del estilo, unos van a ganar, otros más a perder y el resto, que somos muchos, a criticar. Porque para eso están las entregas de premios: para comentar los modelitos, para publicar las listas de las peor vestidas y para decir que el guión de hace dos años fue mejor (no necesariamente en ese orden). Lo que pasó el domingo en la alfombra verde de los Goya -color sobre el que nadie luce como debería, por cierto- ya lo habéis visto en todas las teles y los periódicos. Es tontería repetir la lista de galardonados. Así que lo que a continuación se cuenta es un breve recorrido por eso que sólo unos pocos, excepto los que se cuelan, que los hay, pueden ver.

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Horas antes de que lleguen los profesionales del cine, los periodistas nos tenemos que acercar para coger sitio en la sala de prensa y en el recorrido de alfombra roja, que es una zona acordonada muy estrecha que va desde la entrada del palacio hasta la entrada al salón de actos, en la que te pasas tres horas de pie. Hay que llegar al recinto cuanto antes, porque si no corres el peligro de no tener mesa en la que escribir tu crónica ni sitio en el que hacer preguntas chorra del tipo “¿De quién vas vestido?” o “¿Estarás nervioso, verdad?”. Y creedme, digo chorra con razón, ya que antes de que actores y directores lleguen te dan una lista con los diseñadores que cada invitado va a lucir.

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LA ALFOMBRA DALTÓNICA

Si con algo me quedo de toda esta primera parte es el colegueo con el que sin darte cuenta tratas a todo el mundo. A los actores y actrices los llamas por su nombre, a gritos, para que se acerquen hasta donde estás. Parece fácil, pero como no sabes quién va a aparecer tienes que improvisar en un segundo una pregunta ingeniosa. Y claro, pasa lo que pasa. Entre mis perlas me quedo con esto:

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A Mónica Cruz: “Anda, que mucho diseñar para Mango y te presentas con un Dolce&Gabbana”. Respuesta de Mo: “Chico, necesitaba algo más, no sé, más, más…”. No acabó la frase.

A Goya Toledo: “¿De quién son todos esto volantes?”. Ella me dice un nombre. Yo no la entiendo y me agarra la libreta para escribirlo ella misma. Elie Saab. Pues vale.

A Leticia Sabater: “Mira, Belén Rueda estaba en la tele y ahora se pasea por Hollywood. Seguro que tú pronto lo consigues”. Leticia: “La verdad es que el cine me gusta mucho. Y no, no me he colado, es que salgo en ‘Las 13 Rosas’”. Pobrecita.

A Asier Exteandia: “Asieeeeeer, ven para acá”. Llega vestido con una especie de chándal elegante. “Olé tus huevos por venir con semejante cosa puesta encima”. “Es de Davidelfin”, me dice, a lo que sólo puede contestar: “Pues eso, que vaya huevos”.

A Najwa Nimri: “Vas a ser la única que viene de blanco”. Una voz susurrante responde: “Por eso me lo he puesto”. Con un “Agua desalada” la despido.

A Fernando Ramallo: “Fernadoooool, eres el Frodo español, macho”. No hubo eco porque la sala estaba llena de gente, que si no…

A Santi Millán: “Anda que os ha dado fuerte a todos con la pajarita esta noche”. Su contestación, digna de su humor habitual. “Si quieres te enseño el pajarito”. “Santi, creo que ya lo hemos visto todos”.

Y no sigo que luego con razón me decís que soy el que escribe los post más largos. El caso es que te pasas así cerca de dos horas. Diciendo tontás sin sentido con las que se ríen todos aquellos invitados ajenos al mundo del cine, familiares, amigos y cohechos que llegan para llenar hueco pero que parecen figurantes de una boda mediocre. ¿Porque puede haber algo más cutre que estar invitado a los Goya, ponerte bien de lentejuela y pasarte toda la entrada en el vestíbulo haciendo fotos a los famosos mientras les pides autógrafos? Pues mogollón lo hacían, tía. Qué vergüenza.

De ese rato destaco para bien los vestiditos de las actrices noveles, que iban muy monas. Belén Rueda, que estaba impresionante, Maribel Verdú por simpática y nerviosa y el buen hacer del chulazo de Raúl Arévalo, que desde ya es el protagonista de todos mis sueños húmedos. Entre las peores, Emma Suárez y su trozo de tela negro, Miriam Díaz Aroca, salida de ‘Noche de Fiesta’, y Edu Soto y Pepe Viyuela, que venían de cazar gamusinos por el Campo de las Naciones. La nota la dio Yola Berrocal, que se cuela todos los años y a la que echaron del photocall por no estar nominada. “Yo tengo entrada y además era compañera de clase de teatro de Alberto San Juan”, me dijo más tarde. “El problema es que todos se acuerdan sólo de lo que se quieren acordar”. Claro, Yola, claro.

LA GALA

Como en el colegio, un aviso de megafonía anuncia que va a empezar la gala y me tuve que ir a la zona de prensa, ya que no te dejan entrar en el auditorio. Las siguientes dos horas te las pasas así: viendo por una tele a quién dan el premio, llamando a la redacción para dictarlo, ir a otra sala a esperar a que venga el premiado en cuestión a soltar sus palabras, dictarlas de nuevo, coger un canapé y una cerveza y vuelta a empezar el ciclo con cada categoría. El resultado es que no te enteras de nada y al final de todo te encuentras más pedo que Alfredo (Landa) besando sin parar a Manuela Velasco o Maribel Verdú mientras le pides prestado el Goya a Alberto San Juan para comprobar que no pesa tanto como dicen.

De cómo vivimos los periodistas la gala, me quedo con el aplauso que todos dimos a Maribel Verdú y el gran “Ehhhhh?” que soltamos aquellos que no teníamos la boca llena de comida cuando dieron los premios de director y mejor película a ‘La Soledad’. No porque no se los mereciera, que sí, sino porque incluso los descreídos como nosotros somos todavía capaces de sorprendernos. ¿A que no te lo puedes creer? Para que veas que nosotros también somos gente normal.

POSTPARTY

Pero la cosa no acaba aquí. Nada más despedir Corbacho a los asistentes, las escaleras mecánicas se llenan de invitados para subir al piso superior para ponerse ciegos a comer de gratis. Muchos de los galardonados se pasan antes por la zona de prensa para dar declaraciones pero, sobre todo, para comer decentemente. Al parecer, este año se equivocaron de camiones y nos dieron los buenos a la prensa en lugar de dejarlos detrás del escenario y los pobrecitos pasaron mucha, mucha hambre.

Al llegar a la planta de arriba del auditorio todo aquello se convertía en una fiesta más. Quitaos de la cabeza toda idea de glamour cinematográfico porque cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Colas y empujones por conseguir un mal vino o un plato de arroz negro con albóndigas, despellejes a cuatro bandas entre compañeros de profesión y ligoteo barato eran la orden del día. Amenábar no quiso decirnos nada de su próxima película mientras presumía de novio –y qué novio más guapo, por cierto-y Belén Rueda disimulaba su mal perder con sonrisas que a nadie lograban convencer. Decir divertido es decir poco. A la hora y pico, todos se habían ido a sus fiestas privadas y allí sólo quedábamos los periodistas, los canaperos que se habían colado y algunas chicas y chicos que ahogaban su fallido intento de tirarse a alguien famoso entre copas de champán. Menos mal que todavía quedaban taxis fuera.

Si alguien tiene alguna pregunta, que la deje en los comentarios, o que se calle para siempre.

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