Discos de la década: The Decemberists

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Discos de la década: The Decemberists

De todos los discos que podamos incluir en este especial, ‘Picaresque’ es uno de los que mejor historias nos ha contado. El tercer álbum de Decemberists venía presentado por un single contra la guerra de Irak, y aunque ‘Sixteen Military Wives’ era un temazo, pobre de aquel que renunciase a oír el resto del disco pensando que iba a encontrarse con una sucesión insoportable de temas protesta. Colin Meloy, cantante y compositor de la banda, tenía muchas más cosas que aportarnos.

Queda claro desde los primeros temas. Porque si en ‘The Infanta’, que abre el disco, podemos intuir una crítica a la monarquía (por cierto, la cara B del single era un tema llamado ‘Kings Of Spain’ y el mismo título del álbum es muy español), en la pista 2, ‘We Both Go Down Together’ Colin se mete en el papel de un ricachón que se enamora de una mendiga tatuada.

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Cada canción de ‘Picaresque’ tiene su propio encanto. La tristeza de empujar una carretilla en la acústica ‘Eli The Barrow Boy’ o la trama política de secuestros y espías de ‘The Bagman’s Gambit’ llaman mucho la atención, pero hay canciones incluso mejores. El mismo single ‘Sixteen Military Wives’, bromeando sobre el número de soldados que van de la guerra, el número de ojos femeninos que los mira y el número de hombres que vuelven muertos de la guerra junto al número de excusas del sargento, es cómico a la vez que dramático.

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Porque a pesar de la desgracia, Colin no puede dejar de lado su sentido del humor. Ahí está ‘The Sporting Life’, otra de las canciones más comerciales del disco, que cuenta una caída humillante en el terreno de juego con tu padre mirando y tu chica abandonándote por el capitán del equipo contrario.

Musicalmente, el disco, producido por Chris Walla de Death Cab For Cutie, también es sobresaliente. Aparecen vientos y cuerdas e instrumentos de todo tipo, pero nunca en exceso, siempre al servicio de la canción y de la historia que se cuenta. En ‘The Sporting Life’, por ejemplo, al hablarnos de deportes, lo importante es el ritmo; mientras que otros temas no pueden ser más sencillos y no por ello son menos hermosos, como ‘(From My Own True Love) Lost At Sea’, que habla simplemente sobre una carta de amor, o ‘The Engine Driver’ y su precioso estribillo «Si no me quieres, déjame marchar».

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En todos los sentidos la obra maestra del disco es ‘The Mariner’s Revenge’, una pista de nueve minutos en la que se cuenta la historia de dos marineros, uno de los cuales cumple su venganza en alta mar después de 15 años de sufrimiento: la víctima había roto el corazón de la madre del verdugo. Los instrumentos acompañan perfectamente el naufragio del barco mientras una voz femenina repite, en el estribillo, las que fueron las últimas palabras de la madre.

La curiosidad de esta pasada de canción es que fue grabada en vivo, en una sola toma y con un solo micrófono, con los instrumentistas pasando cerca del micro cuando les tocaba. Es el momento clave de sus conciertos… aunque mi favorita es la que cierra el álbum, una de las más tontas y simples, pero de gran lirismo, ‘Of Angels And Angles’.

Por cierto, piratas, las canciones son indisociables de las ilustraciones que recibe cada una en el libreto del CD diseñado por Carson Ellis, la mujer de Colin.

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