Suele ocurrir que cuando vas de viaje a una ciudad, la agenda de conciertos interesante nunca coincide con los días que pasas en ella. Los mejores grupos tocan siempre antes de que llegues o el día siguiente de tu partida. Por ejemplo, sólo por un día me perdí a Kanye West en el O2 Arena, estadio donde estuvo tocando durante toda mi estancia Leonard Cohen que tampoco es que sea santo de mi devoción. Así que contemplando el musical de Take That me veía hasta que mi compañera de viaje me habló de una fiesta del sello australiano Modular en la que tocaban, entre otros, Ladyhawke y los para mi desconocidos The Presets. Y sólo por 20 libras. Así que para allá que nos fuimos.
La fiesta, llamada Nevereverland, tuvo lugar en el Coronet Theatre, que como su propio nombre indica, es un teatro cerca de Elephant&Castle convertido en una sala de conciertos enorme, arriba otra más pequeña con un escenario donde los Popjustice Dj pinchaban canciones antiguas de Britney y Hot Chip, y otra más arriba todavía dedicada a electrónica y empastillados. Como en Madrid, tuvimos que hacer mucha cola para todo lo que se hace en un sitio así: entrar, recoger entradas, ropero, servicios, copas, cruzar la sala… Un coñazo compensado con el mamarracheo que pasó por delante de nuestras narices, básicamente una chica vestida de arlequín Alison Goldfrapp y un mapache con maquillaje corrido en los ojos que deambulaban perdidos en una marabunta de personas ataviadas con el uniforme indie de la temporada: pitillos remangados, zapatos, gafas de ver de Rayban y camisa de cuadros. Vamos, como aquí, pero allí.
A las once y media, y con sólo medio aforo lleno ya que el otro medio estaba atascado en el ropero, salió por fin Ladyhawke al escenario. La recibimos muy eufóricos debido a que hemos escuchado mucho su disco, pero lo cierto es que nos deshinchamos bastante a los cinco minutos de concierto. Y es que entre que su actuación duró media hora, que a ella no se la oía una mierda, que la chica es un rato sosa en directo y que ese mono por fumar un pitillo sólo desaparece si te lo estás pasando muy bien, lo raro es que hubiésemos salido de allí con ganas de comprar algo en el inexistente merchan de la muchacha. Ella reconoce en su blog personal que tuvo problemas con el micro y que eso afectó a su show, es posible, pero también afirma que al terminar descorchó una botella de champán para celebrar que le gustó cómo le salió el bolo y, sinceramente, vista la calidad, con un botellín de Cruzcampo habría sido más que suficiente. El caso es que entre proyecciones de sombras de gatos y figuras pixeladas de viejos videojuegos sonaron temas como ‘My Delirium’, ‘Back Of The Van’, la algo decepcionante ‘Paris Is Burning’ y, por supuesto, ‘Dusk Till Dawn’, que fue sin duda lo mejor del concierto. Por cierto, que en Barcelona podrán comprobar en breve si fue cosa de una noche o esta chica siempre es así de mala en directo. En Madrid, según su web, dice que tocará el 6 de diciembre en el Mond Club… ¿Lo abrirán en breve o qué?
Una hora más tarde, y ya con todo el inglesismo dando gritos, hicieron su aparición The Presets, que se bastan ellos solitos para llenar el escenario. No podría deciros qué temas cantaron ni nada porque ya he dicho que no había escuchado antes su disco y ahora sólo puedo flagelarme por ello. Conciertazo, sí señor. Aquello fue como ver a ratos a los herederos de Pet Shop Boys y, en contadas ocasiones, a los de Depeche Mode. ¿Exagerado? Para nada, me atrevería a decir que fue uno de los mejores directos que he podido ver este año y me quedaría tan anchón (y recordad que aquí no somos muy dados a la hipérbole). Y yo que pensaba que lo único bueno que nos había dado Australia eran Kylie, Nick Cave, los Rompecorazones y Cocodrilo Dundee….