Foto del Flickr de Brocco Lee. Muchas gracias por su generosidad.
Alegría, alegría. Qué casualidad que, la misma semana que tocan Antònia Font en Madrid, un amigo, que es también de Soller, me/se pregunta sorprendido por teléfono: 1) si conocemos a este grupo, 2) cómo es que tocan en Madrid, y 3) si va gente a verlos. Pues sí, sí, nos visitan por tercera vez este año y la Sala Heineken repletita.
Tras el concierto de presentación de su último disco ‘Coser i Cantar’ junto a la Bratislava Symphony Orchestra y su paso por el Summercase este verano, tenía una tercera oportunidad para poder preguntarles a la cara por qué nuestra relación se sostiene sobre un fino alambre. Les tengo en alta estima, pero tampoco su estilo se parece a nada de lo que escucho normalmente, y cuando me decido a ponerlo, me extraño a mí mismo y me pregunto por qué lo hago. Pues porque como diría el Grupo de Expertos, “se ve que hay calidad”.
Con una entrega encomiable (que no es fácil encontrar sobre un escenario), Antònia Font, liderados por un excelente Joan Miquel Oliver a la guitarra, dieron un buen repaso a su ya larga discografía, centrándose principalmente en los discos ‘Batiscafo Katiuscas’ y ‘Alegria’, que se ventilaron casi al completo. Desde el pistoletazo de salida a las 21:15h, no dieron tregua a un público heterogéneo en estilo y edad, haciendo bailar hasta al apuntador. Sobre todo, su cantante Pau Debon, que con contoneos de cadera, movimientos a lo Guitar Hero y gestos teatrales demostró vivirlo intensamente y consiguió contagiar su entusiasmo.
Quedó claro que sus canciones, en estudio caracterizadas por matices sinfónicos, programaciones de juguete junto a otros elementos sorprendentes y un sonido pop muy cuidado, parecen perder su carácter íntimo y minimalista sobre el escenario para adquirir mucha más fuerza y tomar cuerpo (como el buen vino). Pese a que el sonido fue de menos a más todos los temas alcanzaron un gran nivel, aproximándose ahora al jazz, ahora a la rumba, la bossa-nova, el vals o el puro rock: ‘Love song’, ‘Alegria’, ‘Final’, ‘Alpinistes-samurais’, ‘Bamboo’, ‘Vos estim a tots igual’, ‘Jo, robot’, ‘Armando rampas’ o ‘Productes de neteja’… Aunque personalmente me quedo con la alegría facilona de ‘Wa yeah!’ (ideal para un concierto), la intensidad de ‘Darrera una revista’, la potencia de ‘Astronauta rimador’ (atended, Expérience), la psicodelia de ‘Mecanismes’ a lo Niño Gusano con final atronador y, sobre todo, la belleza de ‘BATISCAFO KATIUSCAS’ (así, con mayúsculas, porque la canción lo merece). Un repertorio muy generoso que no pudo defraudar a nadie, y menos por la duración (una hora y tres cuartos).
Allí, de pie, conseguí por fin imaginar esos robots, alpinistas y samuráis, fondos marinos y yogures de mierda seca de los que hablan en sus letras psicodélicas, a veces graciosas y explosivas y en ocasiones nostálgicas e intimistas. En las dos facetas estuvieron geniales. Destacó también la entrega del público, con bailes, fotos, coros a voz en grito… no sabía que tantos madrileños hablaran tan bien el mallorquín. 8,3 (3 décimas extras sólo por ‘Batiskafo katiuskas’)