Con las películas de filmación colectiva pasa lo mismo que con los discos recopilatorios. Unos los odian y otros los aman por reunir en un solo formato todo lo esencial, bien mascadito, para el que quiera conocer algo no tenga que comerse mucho la cabeza investigando. También pasa que unos están más que justificados y otros son un simple invento sacacuartos. Y desde luego, están aquellos que descubren un nuevo significado por lo inteligente de su selección mientras que otros aportan al saber colectivo entre cero y nada. Vale que no lo tenían fácil los directores de este ‘New York, I Love You’. Se ha rodado tanto con la Gran Manzana de fondo que hoy día, innovar semejante marca, es poco menos que un suicidio artístico. O no, vaya usted a saber, seguro que habrá creadores por ahí que piensen que a las calles de Nueva York no hay Dios que las encorsete en un cliché cinematográfico. En cualquier caso, agradecemos la buena intención, pero hay proyectos que o se hacen bien, o mejor dejarlo en eso. Un proyecto.
Segunda parte de una trilogía que empezó con París y parece que terminará en Río de Janeiro, ‘New York, I Love You’ no es más que una sucesión de pequeñas historias amorosas, relacionadas entre ellas con más o menos acierto, que suceden con la capital del mundo como telón de fondo. En total, once directores y una larguísima lista de actores que a pesar del buen oficio en casi su totalidad no pueden evitar dejar al espectador, este espectador, con una tremenda sensación de vacío y decepción al terminar la proyección. Nueva York aburre en pantalla grande, y que eso ocurra es poco menos que un delito. Y de los gordos.
La culpa, principalmente, la tienen unos guiones más preocupados en masturbar el arte de su creador que de permitir que avance la historia. Diálogos aburridos, que no lentos, extendidos hasta el infinito con el único fin de dejar bien claro que aquí los artistas son otros. No hay nada peor que dejar que un artista se lo crea, más que nada porque luego no hay quien lo encuentre. Grandes errores de cortometrajista novel, simpáticos en otros, pero imperdonables para una producción que, a pesar de su espíritu independiente, respira cierto tufo a bestseller oculto bajo la etiqueta de lo culto.
Por supuesto hay segmentos que se mantienen a flote entre tanta tontería de videoartistas franceses, fiestas en azoteas y suicidas atormentados. La historia de los dos viejecitos que pasean de la mano por una ciudad que se niega a perderles el respeto, los nervios de dos desconocidos que quedan en un bar con miedo a que el otro no aparezca, el chaval que lleva al baile de graduación al tipo de chica que nunca pensó y la conversación que propicia un cigarro a la salida de un restaurante aprueban con nota. Pero luego llega gente como Natalie Portman, no con su actuación, sino con el corto que dirige, y la caga. ¡A saber que hizo Scarlett para que no incluyeran lo suyo en el montaje final!
Siempre he defendido los recopilatorios. Me parecen necesarios para los tiempos irreflexivos que vivimos. Pero en ocasiones me pregunto si no sería mejor haber seleccionado unas cuantas escenas clásicas ambientadas en la ciudad que nunca duerme para demostrar que hay vida más allá de Woody Allen. Que para no decir nada nuevo, siempre es mejor callarse. 4