Tras su actuación en el Primavera Sound 2009, la banda liderada por Jonathan Meiburg volvía a España, pasando de nuevo por Barcelona, y finalizando su gira europea en la madrileña sala Moby Dick, siendo el de anoche su primer concierto en la capital. La cita se saldó con éxito, con un respetuoso público (a veces demasiado según recalcaba Meiburg medio en broma) que aplaudía entusiasmado tras cada canción. El disco que venían a presentar, ‘The Golden Archipelago’, dominó el repertorio, estando presentes prácticamente todas sus canciones, desde ‘Black Eyes’, con la que comenzaron, hasta ‘Uniforms’, pasando por una genial e inolvidable interpretación de ‘Hidden Lakes’, el single, con Kim (bajo) y Thor (batería, clarinete, etc.) al glockenspiel.
Echaron la mirada atrás en contadas ocasiones por tanto, rescatando canciones de álbumes como ‘Palo Santo’, del cual sonaron ‘White Waves’ y ‘Seventy-Four, Seventy-Five’ , y sobre todo de ‘Rook’, con temas como ‘Rooks’, ‘Century Eyes’ o ‘Home Life’ en el bis. Cuando público y grupo tienen buena predisposición de cara al concierto, es difícil que las cosas no marchen bien. Con lo primero ya se contaba, y con lo segundo también, porque pese a ser la última fecha de la gira, momento en el que una banda suele estar bastante cansada y deseosa de volver a casa, Shearwater desplegaron toda su energía y capacidad de emocionar sobre el escenario de la Moby Dick, con un risueño Jonathan Meiburg intentado comunicarse en castellano con los asistentes. Pero anoche no hacía falta el lenguaje verbal entre canción y canción para comunicar, ya que allí estaban las canciones como medio de entendimiento entre unos y otros, y desde luego que el mensaje llegó alto y claro. 8,5.
El londinense David Thomas Broughton ha estado teloneando a los de Texas por todo el continente europeo, incluidas las fechas españolas. Cantautor freak (no paraba de gesticular y quitarse y ponerse su bufanda) de weird-folk y con un modus operandi similar al de Dominique A en sus giras en solitario, el hombre fue todo un espectáculo en sí mismo: no solo sampleaba su guitarra acústica para acompañarse, sino todo lo que estaba a su alrededor; desde golpes en el micro, una grabadora con sonidos de módem antiguo hasta incluso toses, con un resultado bastante ruidoso en ocasiones, especialmente cuando dos Shearwater (Meiburg incluido) subieron a ayudarle en uno de sus temas. Tal vez menos parafernalia y experimentación habrían dejado disfrutar de bonitos temas folk y, cómo no, de su voz, digna de ser escuchada. 6.