‘Doolittle’, el libro

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‘Doolittle’, el libro

No hay nada peor que la búsqueda de una coartada intelectual en un disco en el que sólo hay música pop. Podría ser el caso de ‘Doolittle’ si atendemos a la insistencia de su principal autor, Black Francis, en que las canciones de los Pixies no hablan de nada y sólo reúnen palabras al azar. ¡Pero qué palabras! Sería de tontos concluir que la referencia expresa a ‘Un perro andaluz’, de Buñuel y Dalí, en ‘Debaser’, rodeada en ‘Doolittle’ de historias extraídas de la Biblia, de la (auto)destrucción del hombre, del fin del mundo, de la frustración sexual o de la mutilación de la misma, es tan casual como la letra de ‘Loba’. Algo debió de mover al líder de los Pixies cuando decidió conceder gran parte de su tiempo al periodista Ben Sisario para hablar largo y tendido sobre ‘Doolittle’.


La prestigiosa colección de bolsillo 33 1/3, que analiza en profundidad en un pequeño libro de unas 150 páginas los entresijos de un clásico del rock, ha llegado a nuestro país este otoño de mano de Libros Crudos. Los tres primeros volúmenes son los dedicados a ‘Highway 61 Revisited’ de Bob Dylan, ‘Exile on Main St.’ de Rolling Stones y ‘Doolittle’ de Pixies, el libro que hoy nos ocupa. Sisario, periodista para New York Times, Blender, Rolling Stone o Spin, recuerda el éxito progresivo del álbum tanto en la crítica como ante el público, apuntando que ‘Doolittle’ no alcanzó el disco de oro en EE UU hasta los seis años de su edición, en 1995, después de que decenas de músicos, a destacar Kurt Cobain, lo citaran como influencia, o muchas de sus canciones no dejaran de sonar, a pesar del paso del tiempo, en eventos deportivos y emisoras alternativas.

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Ben, que entrevistó a Black Francis, entre otros, para la edición original de este libro, en inglés en 2006, recoge algunas anécdotas, hoy inverosímiles, de la grabación del álbum, como la negativa del grupo a incluir nada menos que ‘Debaser’ porque no les gustaba el juego de guitarras de los últimos 50 segundos; o la aversión abierta que habían tenido desde siempre hacia ‘Here Comes Your Man’, un viejo tema que ni sabían dónde encajar y se negaron a tocar de manera sistemática.

En un tiempo en que es necesario recordar al público que un disco puede ser una obra de arte digna de ser analizada y no un conjunto de mp3 que enviar a la papelera de reciclaje a los quince días de ser descubierto, un trabajo como el de esta editorial es un motor indispensable. Se dedica más de un tercio de este libro a analizar ‘Doolittle’ canción por canción, pasando por la influencia del sonido Pixies en el grunge por su contraste entre bajo, batería y voz en las estrofas y guitarras en el estribillo, la función en el disco de necesarios divertimentos como ‘Crackity Jones’ o la paródica ‘La La Love You’ o hasta cuáles son las vocales preferidas del grupo.

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De ‘I Bleed’ se dice que «se adhiere, más que ninguna otra canción del disco, al modus operandi surrealista. Se juega con un pequeño número de reglas pero, dentro de esas prohibiciones, permite todo tipo de malignos juegos de palabras e imaginería opuesta». Aparecen puntos en común con Lynch, se recuerda por qué ‘Monkey Gone To Heaven’ nunca pudo convertirse en el típico número ecologista buenrollista de rockero alternativo o cómo se las arregló el productor Gil Norton para que las cuerdas en este tema no se vieran como una verdadera casposidad.

No haber sido incapaz de llegar a Kim Deal porque declinó ser entrevistada varias veces para este libro, podría ser el único fracaso de Ben Sisario como autor de este número de la serie, aparte de cierto desorden de ideas y lagunas en cuanto a la grabación que quedan sin resolver en la primera mitad. Pero en realidad, la lectura de ‘Doolittle’ te hará desear un ejemplar similar de cada disco que alguna vez hayas amado y te hará redescubrir el álbum como tuvieron que redescubrirlo tantos críticos e indies que no lo apreciaron en 1989. Rolling Stone le dio tres estrellas y media justas y fueron muchos los que afirmaron que seguían prefiriendo la producción de Steve Albini en ‘Surfer Rosa’. Y es que no todos los clásicos de la música contemporánea se han descubierto en el mismo instante de su edición. 8.

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