La primera palabra del abecedario de la novela gráfica debería ser «autobiográfico». Conocidas son ‘Fun Home’ de Alison Bechdel, ‘Maus’ de Art Spiegelman, ‘Epiléptico’ de David B., ‘Persépolis’ de Marjane Satrapi, ‘Un zoo en invierno’ de Jiro Taniguchi o las obras de Michael Rabagliati en el extranjero. En nuestro país una de las mayores referencias que cultivó este género la encontramos en ‘Paracuellos’ de Carlos Giménez y en la actualidad en Ramón Boldú.
Nacido en la comarca leridana de la Segarra, Ramón Boldú (1951) reside desde muy pequeño en Barcelona. A los diecisiete descubre a ‘El Hombre Enmascarado’ y publica sus primeros chistes en periódicos locales, desarrollando su carácter personal a través de un humor ácido, desinhibido e irreverente, estilo presente desde sus inicios en la serie ‘Los sexcéntricos’ (de la revista de destape Lib en plena transición política) y más tarde en las ediciones de ‘Bohemio pero abstemio’, ‘Memorias de un hombre de segunda mano’ y ‘El arte de criar malvas’. Boldú relata sin escrúpulos sus divorcios, la vuelta a casa de los padres con su hijo adolescente o los rollitos para olvidar la ruptura y no sentirse solo. Historias íntimas que más de una bronca le han costado a Boldú con alguno de sus amigos.
En ‘Sexo, amor y pistachos’ encontramos las peripecias de un guionista contratado para ‘The Uranus Experiment’, la película de Private rodada en el 2000 y ganadora en el Festival Porno de Berlín del mismo año. En el rodaje solo se habla inglés y nuestro protagonista se ve en la obligación de contratar a su hijo, con apenas 18 años, para hacer de traductor. El asunto es detallado con la misma inmediatez que cualquier colega nos cuenta sus batallas diarias, sin cursilerías, sin recursos narrativos abrumadores y sobre ilustraciones que sin ser apabullantes logran desde los primeros cinco minutos perlas de humor que se van sucediendo, alimentando las ganas de futuras entregas «autobiográficas». 6.