Era complicado que el segundo Sónar Galicia repitiese los momentos de comunión entre festival y público que se vivieron en la memorable edición del 2010, pero tampoco estuvo tan lejos. Se palpaban las ganas de pasarlo bien entre los asistentes y, muy a pesar de recortes (menos días, menos actuaciones, más solapamientos) e incomodidades varias (al no existir pulsera no había posibilidad de salir del recinto y volver a entrar), la resaca de Sónar vuelve a dejar en A Coruña un recuerdo general muy positivo.
Eso sí, en el camino de la consolidación del festival (crucemos los dedos para que exista tal posibilidad) la organización tendría que dar un paso adelante en mimo al público y en optimización del sonido de los diferentes escenarios. Es cierto que ExpoCoruña suena durante el Sónar infinitamente mejor que en cualquiera de los eventos musicales que acoge de manera habitual (en el último, el 15Mil Fest, el sonido fue aterrador), pero no parece suficiente: en el SonarHall, un espacio que por su forma de embudo y su condición de cruce de caminos tampoco fue un acierto logístico, los graves sonaban tan atronadores que en algunos momentos (Cut Copy, Four Tet) llegaban a doler; en el SonarClub, a cambio, el sonido estaba sorprendentemente bajo (M.I.A. fue la peor parada).
La afluencia de público del viernes fue notablemente más baja que la del sábado (2.500 frente a 6.000 personas, aproximadamente) en consonancia con un cartel algo descompensado que reservaba la mayoría de platos fuertes del festival para la segunda jornada.
El viernes, el SonarHall estuvo prácticamente vacío durante toda la noche y al pico de asistentes en el SonarClub se llegó ya con Underworld, que eran los segundos en saltar al escenario tras los muy prometedores ColectivoOruga.
Underworld sorprendieron con su electrónica limpia y asimilable. Casi con tres décadas de existencia a sus espaldas, uno se espera a un grupo acomodado con las rentas de sus éxitos pasados. Pero resulta que Karl Hyde, enérgico e incansable como frontman, y Rick Smith atacan el repertorio con la jovial pasión de quien sigue creyendo en lo que hace. Con una puesta en escena muy sencilla y efectiva (a destacar las proyecciones en los laterales del escenario y el juego de sombras de Hyde bailando tras una pantalla blanca), defendieron las canciones de ‘Barking’ (‘Always Loved A Film’, ‘Between Stars’ o ‘Scribble’) intercalándolas con sus grandes hits (‘King Of Snake’, ‘Two Months Off’ y, por supuesto, ‘Born Slippy’) sin que en las inevitables comparaciones salgan perdiendo las nuevas frente a los clásicos.
Después de Underworld, llegó el bajón. Ni las ganas de DJ Sith a los platos primero, ni el reclamo de Magnetic Man y Buraka Som Sistema después, consiguieron interesar a un público que ya había visto lo mejor de la noche.
Aun haciendo un buen concierto, hay algo que falla en el set de Magnetic Man. Podría ser la inclusión de un MC que acaba resultando cargante con tanta arenga al público y tanto berrido. O podría ser que la disparidad de palos que tocan tomando como punto de partida el dubstep no cuajen o descoloquen en exceso. El caso es que del directo de Artwork, Benga y Skream se pueden sacar en limpio algunas canciones sueltas (‘Perfect Stranger’ o ‘I Need Air’) pero el conjunto acaba por cansar y se olvida con facilidad.
Después de la interesante sesión de DJ Mehdi, tampoco la propuesta de Buraka Som Sistema, la inclusión más cuestionada del cartel de este año, convenció a todos. A medio camino entre la pachanga verbenera y el politono, acabaron invitando a bailar en el escenario a personas del público, como haría M.I.A. al día siguiente, pero la propuesta de los portugueses acabó en desalojo por la fuerza y en ligera decepción.