De poco han servido los apoyos que, desde el mundo de la cultura, se han ofrecido a las Pussy Riots. Según informa El País, el fiscal pide para las activistas rusas tres años de cárcel, por instigación al odio religioso tras montar una performance en la catedral de Moscú. Las integrantes del grupo punk han pedido perdón a los creyentes que se hayan sentido ofendidos por el acto, pero no han reconocido ningún tipo de culpabilidad.
El fiscal argumenta que el acto no fue político, sino que se trató de una parodia de un rito sagrado en un lugar simbólico y relacionado con el sentimiento religioso. Amnistía Internacional ya ha declarado a las activistas «prisioneras de conciencia».