Hablar del nuevo estreno de Tim Burton, tan poco tiempo después de ‘Sombras Tenebrosas’ como director o de ‘Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros’ como productor, puede acarrear cierta desgana. Si añadimos a esta apatía por saturación el escaso calado de sus últimos trabajos, pisar un cine para ver ‘Frankenweenie’ se convierte en lo más parecido a una relación de amor y ya algo de odio, con sus desencuentros, momentos altos, bajos, etcétera.
Esos pasajes de fervor y desamor componen también emocionalmente ‘Frankenweenie’, el mejor trabajo de Tim Burton en bastante tiempo. Lo menos disfrutable de la historia quizá es que sea demasiado conocida, por lo que pocas sorpresas se pueden esperar de la trama, y por supuesto que algunos personajes resulten reiterativos con respecto a la carrera del director, por no hablar de una estética vista en exceso, pero que gracias al excepcional trabajo de stop-motion compensa en su absoluta majestuosidad. A su favor, el recorrido por un universo entrañable, y el entusiasmo perseverante de toda historia entre dos protagonistas, aquí Víctor, un niño solitario, y su perro Sparky.
El filme está basado en el corto de acción real con el mismo título y también en blanco y negro para Disney, por el que fue despedido en 1984, al que Burton ha añadido en esta última versión, paradójicamente para los estudios de los que fue expulsado, una reflexión que profundiza algo más en la ciencia. Para ello recurre a un Vincent Price animado en el papel de profesor, con voz de Martin Landau, planteando a Víctor la idea de que “a la gente le gusta lo que la ciencia le da, pero odia los interrogantes que plantea”. Algo que devolverá vida no solo a incondicionales, niños o personas que hayan perdido una mascota, todo ello envuelto en una banda sonora, una vez más de Danny Elfman, donde cada aportación importa. 7,8.