Sigur Rós hace años que agotan entradas, pero sigue siendo sorprendente encontrarse a las cuatro de la tarde con una cola enorme a la entrada de un recinto para verlos, como si el suyo se tratara de un concierto de Coldplay. Es interesante también tener en cuenta que ‘Valtari’ es uno de sus discos más vendidos pero también el menos comercial. Quizá por eso apenas lo revisitaron este fin de semana en Barcelona, con excepción de la canción que estás pensando, ofreciendo en su lugar exactamente lo que el público quería oír, algo que solo una banda consolidadísima como Sigur Rós se puede permitir.
Con algo de retraso inició la noche Blanck Mass, o lo que es lo mismo, Benjamin John Power, co-fundador de Fuck Buttons. Detrás de la gigantesca cortina preparada para el show de la banda islandesa, Power ofreció una sesión de ambient espacial y luminoso y tecno vibrante con retazos IDM. Mass cuenta con el honor de haber puesto música a la gala de apertura de los Juegos Olímpicos celebrados el año pasado en Londres, pero su propuesta, aunque de calidad, no fue exactamente lo que al público le apetecía oír mientras esperaba la llegada de Sigur Rós, por lo que no fue complicado encontrar algunas caras de aburrimiento. Mass y su botella de cerveza se marcharon treinta minutos más tarde.
A eso de las nueve y media, y envueltos en aplausos y gritos de excitación, aparecieron en el escenario Sigur Rós. Ya sin su teclista de siempre, Kjartan Sveinsson, quien abandonó hace poco la formación para dedicarse a otros proyectos, la banda en vivo del ahora trío compuesto por Jónsi (voz y guitarra con arco), Georg (bajo) y Orri (batería) se completó con una sección de cuerda, otra de vientos, y el resto de instrumentos. En total, once músicos en el escenario reprodujeron en vivo un listado de temas sólido como una roca, celestial y único.
Detrás de su famosa y característica cortina blanca, sobre la cual se reproducen bellas proyecciones en modo de ambientación para una música de por sí ya muy sugestiva, Sigur Rós iniciaron su show con un asombroso tema nuevo titulado ‘Yfirborð’, una composición a medio camino entre el carácter tenso de ‘( )’ y la deliciosa nostalgia de ‘Takk…’. A la preciosa voz de Jónsi se fueron uniendo progresivamente los diferentes elementos de la canción, entre los que destacan los vientos metal y una robustísima aunque anecdótica programación electrónica. La solemnidad de ‘Vaka’ dejó al público ensimismado inmediatamente después, y con ‘Ný batterí’ vino el primer gran hit de la velada.
Un visionado a los tracklists de los previos shows de Sigur Rós sugiere que el del sábado fue un repertorio generoso por parte de la banda. Quince temas en total cayeron, entre los que destacaron grandes clásicos como ‘Sæglópur’ y ‘Olsen Olsen’, que sonaron seguidos, pero sobre todo la retahíla de obras maestras que sucedió más tarde, en primer lugar la majestuosa ‘Varúð’, después el clásico por excelencia de Sigur Rós, ‘Hoppípolla’ (Jónsi sonreía como incrédulo ante la enorme popularidad de esta canción) y finalmente ‘Glósóli’, que estuvo algo coja al principio. Estos tres fueron los temas más cálidamente recibidos por el público… antes del bis.
Pero antes los islandeses tocaron un par de temas nuevos más, pertenecientes a un próximo disco que debería ver la luz este mismo año. A ‘Yfirborð’ se sumaron ‘Hrafntinna’, que recordó ligeramente al carácter festivo de algunos cortes del grupo pero desde una mayor oscuridad, y ‘Kvaekur’, que podría considerarse el tema más industrial y agresivo que han escrito nunca. De la primera cabe destacar la notable presencia de los vientos, y de la segunda un trabajo completamente arrollador por parte de Orri, cuyos golpes de batería atronaron furiosamente por toda la sala. También se acordaron de ‘Með sum í eyrum við spílum endalaust’ con la hermosa ‘Fljótavík’.
El bis incluyó los clásicos que faltaban para terminar de redondear el concierto, el primero de ellos ‘Svefn-n-englar’, que supuso el instante sublime por excelencia de toda la noche, en el que la angelical voz de Jónsi, la hipnótica belleza del tema, la maravillosa proyección de la pantalla y la profunda oscuridad de la sala entraron en gloriosa armonía. Cabe decir que hubo momentos en los que la épica post-rock del grupo se vio reducida por la excesiva, aunque puntual, iluminación del Sant Jordi Club, pero en absoluto fue ese el caso de ‘Popplagið’, el tema que siempre cierra los conciertos de Sigur Rós. Nunca falla el modo en que explota al final su cuidadosamente elaborada tensión, pero en vivo se convierte en algo más grande, en una monumental bestia capaz de poseer a Jónsi hasta convertirlo en un violento animal encima del escenario.
Jónsi, Georg, Orri y su banda de acompañamiento salieron dos veces al escenario para despedirse de un público absolutamente rendido a sus pies, y que no podía dejar de aplaudir con enorme entusiasmo ante el formidable concierto que acababa de presenciar. Sigur Rós es sin duda una de las grandes bandas del siglo, y su directo es sencillamente imperdible para todo amante de la música. 8,5.
Foto: Ester Domínguez.