Terminado el Primavera Sound, que os hemos ido contando en directo a lo largo de los pasados jueves, viernes y sábado y que ha contado con 170.000 asistencias sumando días (cifra récord), llega el momento de hacer balance y preguntarse si el resultado ha estado a la altura de aquel «best festival ever» -mira que hay festivales en el mundo- que se proponía como «hashtag» desde el Twitter oficial. Dejando de lado el frío que hemos pasado -Invierno Sound se empezó a llamar en el recinto-, que no ha sido cuestión baladí para aguantar a la intemperie -lo siento, somos humanos-, pero contra el que la organización evidentemente poco puede hacer; apenas se podría reprochar a ésta la relación calidad/precio/espera por la comida, con hamburguesas a 7 euros y tallarines a 8,5, en el primer caso además tras una larguísima cola de espera (me perdí a Grizzly Bear prácticamente entero debido a la tardanza en la zona de restaurantes).
Plantear la devolución de las entradas de día -como la organización ha tenido el detalle de hacer en algún caso- por una cancelación es una ridiculez en un festival con tanta propuesta, pero igualmente está claro que el Primavera Sound ha quedado algo tocado por tres cancelaciones de tres artistas indispensables: Rodriguez, cuyo excelente documental ha sido un éxito durante los últimos meses gracias al boca oreja y aún sigue en cartelera y en la lista de ventas española en forma de banda sonora; Fiona Apple, que rara vez se deja caer por Europa y que no en vano fue escogida para cerrar la tanda de confirmaciones durante la gala de presentación; y Band of Horses, que tuvieron problemas con su vuelo debido al mal tiempo. En algunos casos se ha notado bastante el hueco dejado al encontrarnos en nuestras agendas con que a sus horas teníamos que escoger entre medianías como Melody’s Echo Chamber, Cayucas o Mac DeMarco, los tres muy lejos en mi opinión de haber entregado discos realmente relevantes de nuestro tiempo. Tampoco impresionaba demasiado la sensación de déjà-vu sobre conciertos que ya habíamos visto otros años en ediciones previas del FIB (al que también recuerda la incorporación de atracciones de feria) o el Summercase, pero que no era posible dejar sin reseñar, como es el caso de Blur, Breeders, The Postal Service -ahora con mejor puesta en escena, eso sí-, My Bloody Valentine o The Jesus and Mary Chain. Además, por mucho que sean 200 y no 80 los artistas que actúen, el tiempo que tenemos cada ser humano para asistir a bolos entre seis de la tarde y seis de la mañana es el mismo, por lo que al final muchas de las cosas ni existen para ti y, si erras el tiro y escoges mal un par de conciertos, de vez en cuando hasta tienes la sensación de estar en un festival más.
Sin embargo, es muy destacable que, si alguien no quiere ver a Blur porque prefiere quedarse con su recuerdo de los 90, pueda estar viendo mientras a Swans o propuestas como Glass Candy o Goat. Esto supone una proyección para grupos que difícilmente puedan actuar ante 2.000 personas de otra manera, y eso incluye a los españoles, de modo que hoy podemos entrar en Pitchfork y ver fotos de Hidrogenesse, La Bien Querida o Fred i Son, que actuaron frente a un número considerable de público y a muy buenas horas.
A fin de cuentas, está claro que el Primavera Sound no es un festival más y son muchos los artistas que lo citan desde hace años como favorito o guardan una relación especial con él, como Nick Cave o James Blake. No está en manos de cualquiera poder convocar en tres días a nombres como todos los mencionados, y además a Tame Impala, Wu Tang Clan, Hot Chip, Dan Deacon, Dead Can Dance y un largo etcétera por el que circulan Tinariwen, Orchestre Poly Rythmo de Cotonou, Neurosis o Nils Frahm, que aunque no tengan mucho que ver entre sí, siempre están avalados por la calidad.
Hay que quedarse con el buen nivel de casi todos los conciertos que hemos disfrutado en la redacción, desde Phosphorescent hasta Solange pasando por Deerhunter. En cuanto a lo realmente excepcional y fuera de lo común («the best ever»), citaría dos cosas: la performance de The Knife, con una puesta en escena estéticamente deslumbrante, un uso reflexivo del playback que ya quisieran para sí los divos y las divas de turno y un fondo intelectual sobre la identidad del individuo y también de la superestrella, el feminismo y la transexualidad, aún por digerir; y por supuesto el Auditori, en concreto en mi caso el show de Dexys (otros citarán Mulatu, Daniel Johnston y otras propuestas), con una puesta en escena muy teatral que, a pesar de su sencillez, no se habría sostenido igual al aire libre ni de día ni de noche. Es en este espacio donde el Primavera Sound tiene su gran arma para seguir diferenciándose más allá del número de artistas que pueda convocar en su cartel.