Después de triunfar en el festival San Sebastián, se estrena en España una de las mejores películas argentinas del año pasado. ‘El último Elvis’ es el debut en la dirección de Armando Bo, publicista, guionista (ha escrito ‘Biutiful’ y ‘Birdman’, lo nuevo de Iñárritu) y nieto del mítico director argentino del mismo nombre que escandalizó a América en los años 60 con sus películas junto a la despampanante Isabel Sarli, y que tanto influyó en directores como John Waters.
‘El último Elvis’ es una clásica historia de perdedores, no demasiado original (el protagonista es pobre, gordo y divorciado) y de desarrollo algo previsible (algunos de los giros de guión se ven venir de lejos), pero de gran solidez narrativa y riqueza expresiva.
De entrada, una película protagonizada por un imitador de Elvis con sobrepeso, medio calvo y desaliñado invita a adoptar dos posturas: reírte de él o compadecerle. Pero nada de eso. Para eliminar esos prejuicios el director utiliza lo que podríamos denominar “efecto Susan Boyle”. Nos presenta a un personaje de apariencia y actitud entre graciosa y patética, lo sube a un decadente escenario y le pone a cantar. Cuando le oímos, se acaban las suspicacias: es como escuchar a Elvis reencarnado. Aplausos. Ovación.
De esta manera, ‘El último Elvis’ basa gran parte de su eficacia en la presencia de un inmenso John McInerny, un imitador real de Elvis que borda su interpretación y protagoniza unos brillantes números musicales. Esta tensión entre persona y personaje (un imitador de Elvis que interpreta a un imitador de Elvis) proporciona un rico espacio dramático desde donde reflexionar sobre el concepto de identidad, los conflictos familiares y de personalidad, y acercarse con ánimo comprensivo a ese complejo submundo de los imitadores de celebridades (por la película también desfilan dobles de John Lennon, Iggy Pop, Mick Jagger o Nina Hagen).
Por medio de un notable uso de la steadicam, que parece flotar alrededor del personaje, asistimos al retrato de un hombre ausente, alejado de su familia y de si mismo. Un hombre que habita en una paradoja: ha decidido diluir su personalidad como acto de afirmación personal. Y, por último, un hombre que parece haber encontrado un extraño desvío hacia la felicidad. ¿O, (atención al desenlace) al final no es así? 8.