El miércoles se daba por inaugurada la 48ª edición del Heineken Jazzaldia donostiarra con varios conciertos gratuitos por la ciudad, como el del pianista de Texas Robert Glasper o el trío liderado por el noruego Ola Kvernburg y su violín. Pero todas las miradas de la noche se centraron en el Escenario Verde de la playa de la Zurriola con las actuaciones de Jamie Cullum y Shibusa Shirazu Orchestra.
Jamie Cullum, que arrancó su espectáculo a eso de las 21:30h, reunió según la organización a más de 50.000 personas (no hay más que ver las fotos aéreas de la zona). El británico, que se deshizo en elogios a la ciudad y al público del festival, presentaba su último disco, ‘Momentum’, posiblemente su trabajo más pop y menos jazz, en esa hora mágica en la que cae el sol en el horizonte cantábrico. No faltaron temas de sus LP’s anteriores (‘Twentysomething’ o ‘Mixtape’) ni tampoco versiones como el ‘Don’t Stop The Music’ de Rihanna, ‘High and Dry’ o el mítico ‘The Wind Cries Mary’ de Jimi Hendrix, que utilizó en el aclamado bis.
Llegó el turno de los japoneses Shibusashirazu Orchestra con su espectáculo audiovisual que aúna vídeo, ilustración, performance y música orquestal y pachanguera que toma prestadas influencias de cualquier parte del mundo. La imagen de unas veinticinco personas sobre un escenario, por grande que sea, no deja miradas indiferentes. Cabe destacar la sección de vientos y los vídeos proyectados de las rutas por carreteras españolas y otras creaciones gráficas no aptas para epilépticos. El show tiene su gracia, pero a ratos uno no puede evitar el pensamiento de que hay varios elementos prescindibles en ese escenario. Sería genial, por otro lado, que tanto músicos como actores estuvieran sincronizados y los temas no tuvieran ese aire constante de improvisación (he visto jams multitudinarias de calidad muy superior). Los últimos temas ganaron con la intervención de la voz femenina y la cometa-medusa gigante que paseó sobre las cabezas del público.
Foto: Juan G. Andrés