‘Nada más importa’ ya no es sólo una canción

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‘Nada más importa’ ya no es sólo una canción

IMPORTADesde 2011, año en el que Aitor Saraiba se embarcaba en su primera obra gráfica, hemos podido comprobar, tanto en ‘El hijo del legionario’ como en la más reciente ‘Pajarillo‘, cómo su autor hacía un relato exhaustivo y en primera persona de distintas etapas de su vida. Un ejercicio que, tras este tercer trabajo, ‘Nada más importa’, supone un desnudo cardiovascular que va más allá de lo físico.

Su universo gira en esta ocasión en torno a los conciertos que Metallica ha ido ofreciendo en los últimos 20 años. La banda de Los Ángeles es por un lado la coartada principal y por otro los únicos personajes que quedan como secundarios, porque aunque estemos ante una confesión autobiográfica, todos los amigos o familiares de Saraiva Saraiba son tratados como fundamentales, concediéndoseles el pedestal que intuimos ocupan en la vida personal del autor. Una galantería que se introduce en la memoria del lector con tal calado que será difícil olvidar al tío Jandro, a la tía Yoli, a su compañera de piso Ruby o a Iñaki Giñaki y la anécdota que le acompañará toda la vida debido a un momento holgazán.

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Las citas musicales también son constantes, y no solo al trash metal. Las hay curiosas como en el afecto por Depeche Mode, brutales como la de Christina Rosenvinge o más discretas como las de The Doors. Además de ellas también podemos encontrar otras literarias -al comienzo de cada capítulo o para dar forma a las turbulencias emocionales- de escritores como Elvira Lindo, Roberto Bolaño, Rosa Montero, Ernesto Sabato, Nâzim Hikmet… Todo ello para componer un hilo conductor que no busca justificar conductas o encontrar teorías, más bien hacer un camino y avanzar por él salvando obstáculos. 

‘Nada más importa’, repleto de situaciones familiares y personales, pone al descubierto enclaves que son reconocibles por el lector, como las desilusiones de un niño rumbo a la adolescencia o la lucha por mantener sus sueños e ilusiones. El mensaje ya está visto pero Aitor Saraiba es capaz de pronunciarlo con otro vocabulario, al que apenas podemos reprochar un ligero abuso de las palabras en detrimento de los dibujos. Un lenguaje que en cualquier caso sirve para reflexionar y para cambiar un terreno hostil por un remanso de paz, un acto de resistencia que ya viene siendo habitual en el autor.

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Por cierto, el trabajo del talaverano no se está centrando solo últimamente en el dibujo, también se está diversificando en la cerámica, en acciones o en la realización de murales. Muchos de los personajes de sus obras están conociendo otra vida fuera del papel, gracias a la estrecha colaboración con el Centro Cerámico de Talavera. 8.

ninomago

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