Haz un esfuerzo e imagina que aquí va una crónica fantástica de Sky Ferreira que tirara por tierra nuestra mala experiencia con ella en el Primavera Sound. ¿A que habría sido genial poder defender el directo de uno de los mejores discos del año pasado? Nos habría encantado, pero ni confirmar que no merece la pena molestarse verla en vivo podemos porque la muchacha, que tenía que ejercer de telonera, decidió cancelar su bolo a última hora. Así que imagina a una Dj poniendo música maquinera en su lugar y pasemos a lo que realmente importa: Miley Cyrus y su Bangerz Tour.
Ante un Palacio de los Deportes de Madrid con la pista casi vacía (no sabemos si por falta de ventas o por las estrictas normas de aforo con las que nos castigan en la capital, suponemos que sobre todo por lo primero), y después de escuchar canciones de ambiente de grupos como Sigur Rós o The Flaming Lips, comenzó el espectáculo con una proyección gigante de la cara de la estrella de la noche abriendo la boca para sacar una lengua en forma de tobogán y, deslizándose por ella, apareció la Cyrus para provocar una histeria colectiva que no terminó de contagiarse al resto del espacio en la hora y media que duró su estancia. Primera lección: Miley, de momento, es para vivirla de cerca.
Sobre todo porque solo así puedes dejarte hipnotizar -sin descubrir el truco- por la explosión de recursos que Miley utiliza para hacer atractiva esta fiesta en la que durante sus primeros minutos, mientras canta temas como ‘SMS (Bangerz)’ o ‘Love Money Party’, pasan por el escenario chicas haciendo twerking, gente disfrazada de peluches, una enana, una culona, un cabezudo, un todoterreno, un unicornio de trapo, globos, millones de billetes falsos y, por supuesto, todo el mercadillo de prendas que la gente le tira como si fueran ofrendas a la Virgen del Rocío. Objetos como gorros con rastas, diademas, plátanos y banderas que Miley utiliza para ir aderezando su vestuario según se le antoja. Segunda lección: si puedes meterlo todo, mételo. Y si no, pide ayuda que la gente, cuando le pillas el peluche, se pone burra.
El problema es que una vez que el despliegue de efectos, los cambios de vestuario o sus paseos a medio camino entre la chulería y la ironía se convierten en costumbre, el espectáculo no se sostiene. No al menos como para rellenar tanto tiempo sin caer en el aburrimiento. Que sí, que el momento globo gigante de su perro muerto es bastante efectivo, su cama redonda resulta enternecedora y ver cómo hace suyas ‘Summertime Sadness’ de Lana del Rey, ‘Lucy In The Sky With Diamonds’ de los Beatles o ‘Jolene’ de Dolly Parton sorprende para bien. Pero en casa solo recuerdas una cosa de todo el segmento central: ruido. Que como dijo mi acompañante: “Tiene cojones que acabe de volver del Sónar y lo que me va a destrozar los oídos sea un concierto de Miley”. Tercera lección: Miley no canta, grita. No hace playback, pero llévate tapones para aguantar un volumen de ruidismo que deja temblando a los Sonic Youth.
Pero no todo es mal en la Cyrus. De hecho, reconozco que me ganó cuando a la hora de cantar ‘Adore You’ avisó que iba a enfocar a gente del público para que saliera en la pantalla gigante y pidió que todo el mundo que saliera se morreara. ¿El resultado? Adolescentes pijas dándose un pipazo lésbico y chavales morreándose entre ellos con tal de ver su careto detrás de su ídolo del momento. Cuarta lección: El gay ya no nace, sino que se hace si Miley se lo pide en directo.
Conversiones sexuales a parte, lo mejor como siempre llegó al final. Y no nos referimos a ese perrito gigante a cuyos lomos cabalga mientras vuela por los aires cantando ‘Someone else’, sino a escuchar en directo ‘We Can’t Stop’ y, sobre todo, ‘Wrecking Ball’, que a oscuras, y sin nada alrededor, dejó ver lo grande que Miley podría ser si quisiera o le dejaran. Esta fue su penúltima aparición, ya que habiendo empezado como empezó, la muchacha no se iba a ir con un perfil tan bajo. ¿La solución? Vestir a sus bailarines de monumentos americanos y darlo todo mientras suena ‘Party in the U.S.A’ entre petardos, fuegos artificiales, proyecciones de gatos y confettis varios. Adiós muchachos. De camino a casa, un pitido en los oídos constante no te abandona. ¡A ver si ahora por fin resulta que podemos sentir lo que Miley ha sentido todo este tiempo! 4,5
Foto: Karina, CC, Flickr.