El EP con el que Alice Boman debutó el año pasado se titulaba ‘Skiss’, que en sueco significa apuntes, bosquejos. Eran cinco canciones que llegaron al sello Adrian Recordings como maquetas y salieron, intactas, editadas. Todavía en entrevistas de este año esta escandinava se muestra un poco incrédula por el interés en ese material, que ella no había concebido que se escuchase de manera tan desnuda. Y sin embargo parece haber aceptado seguir explorando esa manera de grabar a tenor de estas nuevas seis canciones, apropiadamente publicadas bajo el nombre de ‘EP II’.
Los primeros segundos de ‘What’, canción que abre el disco, así lo corroboran: estamos sin duda de vuelta en ese espacio atmosférico, misterioso pero acogedor, que Alice creó de la nada en aquella primera entrega. Sonidos confusos, una voz tarareando a lo lejos algo, un chasquido accidental… y ruido. Ruido de fondo. Es el invitado secreto del disco, que en vez de resultar molesto añade muchísimo carácter cada vez que aparece a lo largo del EP. Es algo que trasciende la pose lo-fi, o la autenticidad. De alguna manera es una parte integral de las propias canciones, un espejo borroso de la hermosísima voz aguda de Alice Boman. Mientras la canción va avanzando en una magnífica y evocadora progresión, algo a medio camino entre Judee Sill y Badalamenti, los primeros pensamientos dirigidos hacia sus compatriotas Lykke Li o Ane Brun se esfuman entre la humareda, las percusiones difusas y lejanas, y el eco que todo lo empapa.
Para el segundo tema, ‘Over’, Boman nos tiene totalmente conquistados: el piano de aire fantasmal se cambia por el celestial y melancólico sonido “harpsichord” de un Yamaha CN-70, preset de caja de ritmos incluido. Quien firma esto lo tiene claro: es la mejor canción que he oído este año, de lejos. Una letra simple, directa y hermosa sobre lo complicado de las relaciones sentimentales (“Sabes que necesito la oscuridad tanto como necesito la luz / Sabes que necesito la soledad tanto como te necesito a mi lado”), una melodía como ya no se hacen, y un ambiente magistral logrado con muy pocos elementos, que recuerda a los momentos cumbre de Beach House. Pero donde las voces del dúo americano ofrecen una languidez un tanto preciosista, Boman se desnuda en una interpretación asombrosamente frágil, a corazón abierto. El resultado es devastador: reto a cualquiera que esté luchando por que una relación no se acabe (o que lo haya estado) a que no se le humedezcan los ojos al oír ese repetitivo “It’s not over till it’s over” sobre acordes fabulosamente tristes.
Conforme el disco avanza va quedando pues sobradamente clara la impresionante evolución en tan solo un año de Alice Boman en el terreno compositivo: cada canción tiene melodías memorables. Los sentimientos siguen protagonizando los textos, como en las quemaduras en el corazón de ‘Burns’, con su piano nostálgico, bombo de sonido ahogado y la feliz aparición de una sutil sección de viento. Y ese ruido de fondo como de pedal de efecto enchufado, casi rítmico, con el que la canción comienza y termina. El ruido se acentúa en ‘Be Mine’, pero es un ruido agradable, de timbre similar al rumor de unas escobillas de jazz, replicadas conscientemente o no con ese chorro continuo de ruido blanco. La propia voz suena bellamente opaca, sin ecualizar, como casi la totalidad de los instrumentos. Hay algo muy hermoso en esos elementos intactos, un poco de ruido y suciedad para presentar una voz y unas canciones etéreas sin pasarse de pulido y abrillantado. Un acabado espontáneo y casual, que deja en la mezcla ruidos accidentales, respiraciones y hasta chasquidos y ruidos de la boca… ni un solo corte ni edición en las pistas, algo que tiene mucho más que ver con el respeto por la espontaneidad única de una interpretación que con una pose calculadamente lo-fi.
Tras la bella ‘Lead Me’ (guitarra más voces en armonía, con bellos agudos casi de de flauta dulce), el disco concluye con un himno sutil, ‘All Eyes In You’, un canto a la magia de enamorarse a primera vista, a pesar del miedo al fracaso (“You look so good when you enter the room/ All eyes, I swear, all eyes are on you/ (…) I don’t dare to make a move/ Too much at risk, too much to lose”). La instrumentación continúa con el enfoque tenue de todo el disco, pero funciona de excelente conclusión musical: armonías vocales casi imperceptibles, la sección de viento más presente, un suave bombo amortiguado a partir de la segunda estrofa, piano, una línea grave de órgano… y por supuesto el ruido. En definitiva, arreglos más trabajados y variados de lo que algunas críticas del disco han señalado, tildándolo poco menos que de disco a voz y piano con ideas a medio acabar.
La melodía muestra su deuda con algunos pasajes de ‘If You See Her Say Hello’ de Bob Dylan (la canción que a Alice le habría gustado escribir, según confesó en esta entrevista), pero tiene la suficiente calidad y originalidad para hacerla el cierre perfecto de un EP esplendoroso, un disco que habita un espacio acústico maravilloso, sombrío, seductor. Prueba definitiva de que ya se puede reproducir en tu propia habitación un colosal ambiente reverberante sin necesidad de contar con la cámara de eco de los estudios Goldstar. Lo único necesario es tener el talento para hacerlo de una manera tan magistral y sutil como en este ‘EP II’.
Calificación: 8,5/10
Lo mejor: ‘Over’, ‘All Eyes In You’, algunas de las melodías del año en un disco delicado y mágico.
Te gustará si: te seducen los ambientes nostálgicos de Beach House o las “torch songs” de Lykke Li pero con arreglos más naturales y oscuros.
Escúchalo: Deezer