101 Sun Festival ha nacido con la vocación de convertirse en el evento musical más importante de Andalucía. Todo olía a nuevo en este festival, ubicado en un estadio de atletismo en las afueras de la ciudad y reconvertido en un recinto con dos escenarios idénticos, uno enfrente de otro, sobre césped, donde los conciertos se alternaban con la misma oscilación de un metrónomo. Sin embargo, esa sensación de estar estrenando algo se quedaba a medias por culpa de una oferta musical sin demasiado espacio para la diferencia. El festival cuenta con muy buenos nombres en su cartel pero se han echado de menos nuevos descubrimientos.
La cancelación del concierto de The Struts por enfermedad del cantante y la sustitución de éste por un no tan atractivo dj set de Niños Mutantes provocó que muchos asistentes se tomaran la llegada con calma. Las altas temperaturas y los rigores del verano malagueño funcionaron como elemento disuasorio, y los primeros conciertos de la tarde apenas convocaron a un puñado de asistentes. Ni siquiera Polock, una banda relativamente exitosa que acudía a presentar su segundo disco, ‘Rising Up‘, fue capaz de atraer a mucha gente y eso provocó que su sonido se percibiera como una mera banda sonora de aterrizaje.
El verdadero pistoletazo de salida estuvo protagonizado por la contundencia de los decibelios de Triángulo de amor bizarro, de una intensidad no apta para oídos sensibles. Últimamente, cada concierto de Triángulo se traduce como una nueva confirmación de su talento, en donde se advierten chispazos de brillantez enterrados en un noise deslumbrante. El público se entregaba sin remedio a un setlist certero, coronado con canciones como ‘Estrellas míticas’ o ‘De la monarquía a la criptocracia’ que hicieron vibrar el recinto mediante una saturación de volumen que alcanzó su punto más álgido en el enérgico final.
Los mallorquines L.A. continúan con una gira que ha pasado por ciudades como México D.F., Austin, Los Ángeles o Nueva York, como muestra de que el recorrido internacional de la banda parece no tener fin y parece superar la repercusión que tienen en su propio país. Con buen tino y profesionalidad, ofrecieron lo mejor de su repertorio y algún adelanto de su nuevo disco grabado, cómo no, en Los Ángeles y que estará listo para 2015. Su líder, Luis Alberto Segura, interrumpía los larguísimos silencios entre una canción y otra para alabar la cocina andaluza e incluso interrumpió la introducción de una de las canciones para señalar la presencia de un drone que grababa a los asistentes desde el cielo.
A estas alturas, Lori Meyers no tienen que esforzarse demasiado para demostrar el misterioso poder de atracción que ejerce sobre el público festivalero. ‘Una señal’, la primera canción de su repertorio, fue suficiente para meterse a la audiencia en el bolsillo, ejerciendo un reinado incontestable en los festivales por los que pasan, algo parecido al que tuvieron en su día Los Planetas, y «con las ganas que tengo de follarte» es el nuevo «cuatro millones de rayas». Su repertorio habitual, tan infalible como siempre y proclive al karaoke, estuvo endulzado por el cariño que demuestran los de Loja a la ciudad de Málaga y por el acento andaluz que imprimieron a todo el concierto: dedicó ‘Luces de néon’ a la barriada de El Palo, señaló con entusiasmo las bondades de los pueblos de la provincia y la malagueña Anni B Sweet fue invitada al escenario para cantar ‘Y el tiempo pasará’. Todo el concierto estuvo lleno de detalles para el público andaluz, mayoría aplastante en este festival. Fueron vitoreadísimas ‘Tokio ya no nos quiere’, ‘¿Aha han vuelto?’ o, por supuesto, ‘Mi realidad’. Verdaderamente era difícil encontrar en la audiencia a alguien que no estuviera emocionado con un espectáculo vibrante, con esas letras adolescentes. Para la despedida, con el público rendido a sus pies, pincharon una canción de Los Pekenikes, que indica que no anda equivocado quien compara el sonido de Lori Meyers con el de Los Brincos.
Tras el éxtasis, el concierto de Spector quedó deslucido para un público que necesitaba un descanso, por más ganas que le pusiera su cantante, con ese look tan rabiosamente nerd. Éste fue uno de los momentos en el que la homogeneidad guitarrera de la propuesta de este festival comenzaba a hacerse pesada en la audiencia, que por cierto vivió su particular drama con las larguísimas colas de acceso a los cuartos de baño, que llegaron a cruzar el recinto de un extremo a otro, situación que fue corregida poco después por la organización.
Franz Ferdinand subieron al escenario con ganas de comérselo. Pese a que no están precisamente en su mejor momento artístico, su directo tiene las garantías de una banda experta en ofrecer un show divertido y festivalero hasta sus últimas consecuencias, tanto que resulta difícil situar este espectáculo en otro ambiente. El escándalo llegó para quedarse gracias a canciones inconfundibles como ‘Do you want to’, ‘No you girls’ o ‘Take me out’, ejecutadas de una forma sencillamente perfecta y abrigadas con el calor de un líder que te invita a la fiesta. El final, con todos los integrantes tocando en comunión la misma batería, fue el broche a un concierto impecable.
Igual que le pasó a Spector, el concierto de Havalina no cuajó. Quizás por el horario, por su situación o por la propia naturaleza de su sonido, el espectáculo quedó deslucido y soso, y mira que los madrileños le echaron ganas. Nada que ver con el prodigioso salto al escenario de Rinôçérôse. Los franceses, pioneros en su momento de unir dance con guitarras, dieron con la tecla precisa y su vibrante actuación fue la responsable del mejor concierto de la jornada, en el que hubo tiempo para el «revival» de clásicos como ‘Le Mobilier’, que encendió a la audiencia en un fin de fiesta ideal, por fin un espacio para el hedonismo, que falta nos hacía.