‘Jauja’: Viggo Mortensen protagoniza una «película rara»

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‘Jauja’: Viggo Mortensen protagoniza una «película rara»

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¿Quién es Lisandro Alonso?

Además de un foco de alérgenos para Carlos Boyero (sus películas le provocan «inmediata urticaria«), es también uno de los más reconocidos nombres del cine de autor argentino. A pesar de la radicalidad de sus propuestas –sí, es el paradigma de «director festivalero», otro de los niños mimados de Cannes- su cine no es un desconocido en España. Cienfuegos se lo trajo a Gijón con sus tres primeras películas. La cuarta, ‘Liverpool’ (2008), ganó el festival. Gracias a ello se estrenó comercialmente en España. La vieron, según datos del Ministerio de Cultura, 4.241 espectadores.

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Allí fue, en Gijón, donde descubrí su cine. ‘La libertad’ (2001), su primera película, fue un shock, un impacto casi igual de fuerte que cuando descubrí a Bruno Dumont (ese mismo año y en ese mismo festival). Su mezcla de ficción y documental, su austeridad formal y expresiva, aún no estaban tan vistas (ni tan sumamente sobadas). Resultaban fascinantes, irresistibles. La capacidad del director para moverse en el plano físico y en el metafísico era admirable. La película funcionaba igual de bien como documental antropológico sobre la rutina diaria de un «hachero» de la Pampa, que como poética alegoría de resonancias roussonianas sobre la libertad del ser humano. Y qué principio. ¡Y qué final!

Su segunda película, ‘Los muertos’ (2004), ya no me provocó tanto entusiasmo. Seguía teniendo secuencias de las de aplaudir hasta acalambrarte –toda la parte que transcurre por el río es fabulosa-, pero se había perdido algo por el camino: ¿»pureza documental»? Con ‘Fantasma’ (2006) llegó a un punto de esterilidad expresiva que culminó en la, para mi gusto, su peor película, la muy manierista ‘Liverpool’. Todo un desafío a la paciencia del espectador (habría que ver con qué picores saldría Boyero de verla).

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‘Jauja’, un nuevo comienzo

Con ‘Liverpool’, Lisandro Alonso llegó a un callejón sin salida, al borde del precipicio de la autoparodia involuntaria. Afortunadamente no ha caído en él. Una estrella internacional (Viggo Mortensen, que también produce y compone la escueta banda sonora), un escritor como guionista (Fabián Casas, publicado en España por Alpha Decay), un reconocido director de fotografía (Timo Salminen, habitual de Aki Kaurismaki), una ambientación de época, rodada en formato diapositiva, con muchos diálogos… ¿Qué ha pasado?

Después de ver ‘Jauja’, al fan de Lisandro Alonso se le debe quedar la misma cara que al de Belle & Sebastián al escuchar su single de regreso. Estupefacción. ¿Me gusta o no me gusta? Como dice el propio director, ‘Jauja’ sigue siendo una película «rara», pero su rareza es de otra clase. Es rara por inusual, por sorprendente, por sugerente. Las sorpresas son constantes: empieza como una película de Albert Serra, avanza como un western de John Ford, sigue como una de Werner Herzog, continúa como una de Rosellini (hay momentos que Mortensen parece estar dentro de ‘Stromboli’) y termina como una de, no sé, ¿David Lynch?

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Si ‘Liverpool’ era un desafío a la paciencia del espectador, ‘Jauja’ lo es al público comodón. Sus constantes giros estilísticos pueden desconcertar, pero nunca aburrir. La película es tremendamente irregular, quizá por culpa de su inestable estructura episódica, pero también muy atractiva. Hay momentos desconcertantes (el final), extravagantes (la conversación en las rocas), apasionantes (toda la parte de la búsqueda a lo John Wayne en ‘Centauros del desierto’) y definitivamente sublimes (la epifanía bajo las estrellas). No es una película notable, pero sí un notable (y prometedor y estimulante) cambio de rumbo. Ah, y lo más importante: ¿hay algún cartel este año mejor que el de esta película? 6,9.

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