La jornada del lunes del BAM se limitó a un único espacio, la Plaça dels Àngels y a solo tres conciertos. Una dimensión asumible, pero igualmente intensa. Porque a las siete de la tarde, Miquel Serra, en formato banda, no quiso que estuviéramos cómodos. Él y sus secuaces estaban ahí arriba intentando hacer daño. El sonido, por desgracia, no les secundó (el teclado les provocó numerosos problemas y tuvieron que acabar saliendo los técnicos). Aun así, se salieron con la suya, consiguiendo sonar menos ensimismados y mucho más telúricos que en sus discos, gracias a la sobredosis de batería, tambores y percusión, con la que alcanzaron algo así como una épica post-rock mediterránea. A medida que se iba desarrollando el concierto, resultaban más densos y angustiosos, a pesar de algún respiro en que regalaron atmósferas que casi recordaban a Beach House. Para acabar, nos aplacaron un poco con una dulce ‘Opilions’. Un mal trago bien ejecutado.
El concierto que sí que resultó fácil fue el de Michael Rother, tocando canciones de Neu! y Harmonia. Era la actuación principal de la noche y la plaça dels Àngels estaba llena de un público que guardaba un respeto casi reverencial, aunque no hizo falta ser un experto en krautrock para disfrutar del bolo, lúdico y luminoso. Michael se parapetó detrás de una mesa (donde destacaba un portátil con pegatina incluida de su mítica banda) y le cedió el protagonismo a su batería, impresionante, en primer plano del escenario. Sin duda fue el elemento más importante del set, marcando el ritmo preciso, hipnótico. Fue chocante girarte de repente y encontrarte con un latero que había dejado de vender cervezas para poder bailar poseído. Michael, risueño, fue toda diplomacia, no sin cierta sorna; nos explicó que, como ni su español ni su catalán eran lo suficientemente buenos, nos hablaría en inglés; a continuación, nos presentó una canción de Harmonia, ‘Dino’. Pero la mayor parte del setlist corrió de parte de Neu!, con un ‘Hallogallo’ (mezclado con ‘Für Immer’) o un ‘Negativland’ a los que les metió el piñón acelerado. Y todos acabamos como el latero: endemoniados.
Lo de Wand sí que fue el concierto de Fiesta Mayor al que vas a beber y echarte unas risas con los colegas mientras suena música de fondo. Tuvieron un sonido brillante, pero su problema fue la ambigüedad mal resuelta. Su LP ‘Golem’ es llamativo rock alternativo algo macarra, con ocasionales momentos psicodélicos. Pero en directo no sabían si ponerse a pegar gritos, meter ruidaco porque sí o jugar a ser los Radiohead previos a ‘Ok Computer’. Los parones entre canción y canción tampoco ayudaron demasiado a quedarse con la copla y al final acabaron generando indiferencia. Pero aguantamos hasta el final, porque estábamos de Fiesta Mayor.