‘Ring the Alarm’: la Beyoncé antes de Major Lazer también molaba

Beyoncé inició hace unos días su gira ‘Formation’ en presentación de su nuevo álbum, el recomendado ‘Lemonade’. La gira llegará el 3 de agosto al Estadi Olímpic de Barcelona e incluye un setlist de hasta 32 canciones, la mayoría de ellas pertenecientes a sus tres últimos trabajos, estos son ‘4’ , ‘Beyoncé’ y el editado hace unos días. Aunque no se ha olvidado Beyoncé ni de sus tres primeros discos, ‘Dangerously In Love’, ‘B’Day’ y ‘I Am… Sasha Fierce’, ni de algún que otro hit suelto en solitario (‘Runnin’) o con las Destiny’s Child (‘Survivor’), la sensación general que queda del setlist es que Beyoncé ha pasado página definitivamente de su material más temprano o, como mínimo, que ha querido relegarlo a algunas inclusiones contadas, posiblemente consciente de que sus mejores canciones se encuentran ahora en su repertorio más reciente.

Mucho antes de que Beyoncé descubriera a Major Lazer, a Frank Ocean y, bueno, el gusto alternativo de su hermana, la cantante no fue una artista de álbumes precisamente. Sus discos estaban bien, pero el control de calidad brillaba por su ausencia y en ellos había, o bien relleno, o bien buenas canciones que ni de lejos igualaban la calidad de las mejores. Además de los hits, ‘Dangerously In Love’ contenía buenos temas de R&B tan elegantes como ‘Me, Myself and I’ o tan seductoras como ‘Yes’, pero también un buen puñado de mediocridades que ni la primera Rihanna hubiera querido para sí. ‘B’Day’, mucho más old-school, con menos concesiones a la radiofórmula afroamericana más conformista, molaba más, pero había que ser muy fan de Beyoncé o del R&B en general para cogerle el punto. Y ‘I Am… Sasha Fierce’, bueno… decir que es uno de los peores discos de la historia del pop comercial reciente no es una exegeración.

Especialmente infravalorada me ha parecido siempre ‘Dèjá vu’, que, como single principal del segundo disco de Beyoncé sufrió siempre el peso del enorme éxito, tanto comercial como de crítica, de ‘Crazy In Love’ (¡lo que hizo el sample de las Chi-Lites!). El tema, producido por Darkchild, siempre fue la «hermana fea» de aquella canción para mucha gente, algo que nunca entendí, pues me resultó siempre una composición electrizante, vigorosa, pasional, que recurría al funk de los 70 con gran gusto y efectividad. Además, sus presentaciones en directo siempre fueron puro espectáculo, como esta en la que Beyoncé, después de marcarse unos buenos pasos, sucumbía a la energía de la canción, se trascendía a sí misma y terminaba revolcándose y arrastrándose por la pasarela, como poseída por un espíritu.

Los primeros años 2000 no solo molaron por las canciones que Meghan Trainor reivindica ahora. En lo que a R&B se refiere, existió una especie de mini edad de oro que la misma Beyoncé encarnó en varias de sus canciones más tempranas, por ejemplo ‘Baby Boy’, una corpulenta producción de Scott Scorch junto a Sean Paul que Beyoncé todavía interpreta en sus conciertos. Eran tiempos en que el R&B de radiofórmula se dejaba conquistar por influencias árabes y jamaicanas, pero también por ritmos más duros y urban como los de la fabulosa ‘Check On It’. ‘B’Day’, por su parte, combinaba modernidad marca The Neptunes (‘Kitty Kat’) con vieja escuela (‘Suga Mama’), a menudo en una misma canción (‘Ring the Alarm’, ‘Welcome to Hollywood’); y ‘I Am… Sasha Fierce’, pese a sus obvias deficiencias, dejaba clásicos como las ochenteras ‘Why Don’t You Love Me’ y ‘Sweet Dreams’, además de cortes de R&B moderno tan reivindicables como ‘Diva’, ‘Ego’ o la más árida ‘Video Phone’, a la que no tardaría en sumarse Lady Gaga para agradecerle a Knowles su colaboración en ‘Telephone’.

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Publicado por
Jordi Bardají
Tags: beyonce