En varios aspectos, la edición portuguesa de Primavera Sound, que se celebra estos días en Porto, es una condensación de lo mejor del festival original de Barcelona en un evento reducido. Para empezar, el lugar donde se celebra, el Parque de la Ciudad, ubicado a unos veinte minutos en autobús desde el centro de la ciudad, es bastante más bonito y cómodo que el Parc del Fòrum, aunque las vistas al mar no sean tan espectaculares, mientras que la variedad de puestos de comida es mayor y más ecléctica y, al haber menos gente, las colas son menos largas y las esperas menos soporíferas. Además, nada más entrar el festival te regala una guía colgante con información, mapa, horarios de transporte público y programa y una mochila de tela con una manta de picnic en su interior para que te sientes (o hagas lo que quieras) en el césped limpiamente. La edición barcelonesa es más grande, atrae a más público, su programa es mucho más amplio e interesante, pero se agradece la comodidad que proporciona Porto, sobre todo teniendo en cuenta que, a excepción de un par de nombres grandes, los cabezas de cartel de su edición, así como algunos de sus artistas y grupos más populares, son los mismos que los de Barcelona. Un elemento ausente de la edición catalana respecto a la portuguesa son los drones, pero esto no estoy seguro que mole tanto.
U.S. Girls estrena la cuarta edición de NOS Primavera Sound desde el escenario NOS. Como de costumbre, el público atiende a su curioso «espectáculo», cerveza o sidra en mano, entre ensimismado y desconcertado, olvidando bailar y sin saber muy bien qué hacer. «¿Es que se os han roto las piernas?», pregunta Meghan Remy a su audiencia durante un punto de su actuación, de nuevo confrontándola como ya hiciera en Barcelona la semana anterior. Personaje o no, no mola nada en ningún caso. Por eso, durante su actuación me voy a dar un paseo por el parque y descubro el Beach Club propio del festival portugués, un pequeño jardín con su «terraza» y sus bancolumpios y una zona para niños que no está mal (el jardín, no la zona de niños) pero tampoco es lo más. No soy el único que aprovecha la actuación de U.S. Girls para hacer otras cosas, pues la cola en el puesto de coronas de flores personalizadas del festival (sí, esto ya es una realidad), cerca de la entrada, es bastante larga.
Justo después de Wild Nothing, que ofrece un amable disección de su último disco, ‘Life of Pause’, en el escenario Super Bock (esto es una marca de cerveza local), donde también cupo algún tema antiguo, actúa Deerhunter en el palco NOS. Fantástico concierto el de Bradford Cox y compañía. Su set es exactamente igual al que ofrece en Barcelona, pero el concierto está menos abarrotado porque las colinas del parque proporcionan asiento natural al público y es, por lo tanto, mucho más agradable de ver. Abre, de nuevo, una ‘Rainwater Cassette Exchange’ que sirve como punto de partida perfecto para el repaso del grupo a su espléndida discografía, que tiene en cuenta su repertorio desde ‘Microcastle’ hasta el disco que están presentando actualmente, ‘Fading Frontier’. Aunque la pareja que conforman ‘Agoraphobia’ y ‘Helicopter’, que suenan una detrás de otra, es inmejorable, ‘T.H.M.’ sigue siendo un gran acierto que vale la pena destacar. Un subidón total. No estoy tan seguro, sin embargo, de la remezcla disco de ‘Living My Life’. Enorme, por cierto, el desahogue guitarrero de ‘Desire Lines’, por cierto, muchísimo mejor que en Barcelona.
Tampoco optaron los chicos de Sigur Rós por cambiar su setlist en Porto. Ni falta que hizo. Su concierto fue, de nuevo, espectacular, especialmente las puestas en vivo de ‘Stáralfur’ y una portentosa ‘Yfirborð’ que no tuvo nada que envidiarle a clásicos del grupo como ‘Glósóli’ o ‘Ný battery’, cuyas cumbres, como suele ocurrir en festivales, se desarrollaron algo torpes, sin fuerza. Destacó el tema nuevo, ‘Óveður’, que sonó anoche como lo hizo por primera vez en Barcelona y que promete un nuevo trabajo más electrónico y penumbroso. Vale la pena mencionar también el trabajo escenográfico del grupo, compuesto por un diseño de luces elegante y misterioso que convierte lo que podría ser un concierto cualquiera de Sigur Rós en una experiencia visual impactante y llena de momentos hermosos. No tantos grupos pueden permitirse utilizar su espacio en un festival para ofrecer el mismo concierto que podrían ofrecer en un Sant Jordi Club, pero Sigur Rós se lo curran para que el público se vaya a casa convencido de que su espectáculo ha sido, si no el mejor, por lo menos sí uno de los mejores. Poca duda cabe que así fue.
Otro grupo que trae consigo una puesta en escena chula es Animal Collective, que actuó anoche después de Parquet Courts. La mayor diferencia de su concierto de anoche con el de Barcelona es que ‘FloriDada’ sonó mal no, lo siguiente, por lo que cerró show de la peor manera posible, minando ánimos en lugar de aumentándolos. Lo que precedió a esta canción, sin embargo, volvió a estar muy bien. Los chicos de Baltimore consiguen entretener tras las máquinas, desde las que cantan, programan y samplean, a menudo todo al mismo tiempo, con gran entrega, sobre todo Avey Tare, que podría hacer un disco solo de gritos y yo se lo compraba encantado. Del repertorio, ‘Daily Routine’ es un número destacado, poderoso como siempre, mientras del último largo brillaron con especial intensidad ‘Hocus Pocus’ y, sobre todo, ‘Golden Girls’, que apunta a clásico de su repertorio futuro. La estrella del concierto, sin embargo, continúa siendo siendo una hipnótica ‘Loch Raven’ con la que el grupo hace lo que quiere. Por cierto, en qué buena forma vocal está Panda Bear. Será su querido Portugal.