Siete vecinos de una misma calle de Londres no se conocen y nunca han hablado entre ellos. Pero los siete están despiertos a las 04:18 horas de una noche, justo cuando una enorme tormenta se cierne sobre la ciudad. Puede ser su última oportunidad de conocerse y ser conscientes de la existencia de esos vecinos, cuyas vidas están tan dañadas, vacías y desesperanzadas como las del resto. Solo que no lo saben. Ese es el punto de partida de ‘Let Them Eat Chaos’, el segundo álbum de estudio de la joven británica Kate Tempest, un poema musicado que sucede al celebrado ‘Everybody Down’, debut que partía como favorito al Mercury Music Prize en 2014 (finalmente recayó en otro proyecto de hip hop, Young Fathers).
Suele hablarse de los raperos como los nuevos rapsodas, poetas urbanos. En el caso de Tempest (nombre real, Kate Calvert) es estrictamente así: con 26 años (hoy tiene 30), fue la mujer más joven en ganar el prestigioso premio británico de poesía Ted Hughes y ya cuenta con dos volúmenes de poemas editados. En 2016, además, ha publicado su primera novela, ‘The Bricks That Built The Houses’, que en unos meses se publicará en España. Sin embargo, ella no renuncia al rap. Criada en una barriada multirracial del sur de Londres, el hip hop fue lo primero que la llevó a escribir y, pese a las dificultades de ser una chica blanca en un sector usualmente machista, ganó muchas peleas de gallos gracias a su flow certero, declamando como si estuviera leyendo a Yeats. «Como Wu-Tang Clan recitando a William Blake» es la definición más fiel de su estilo que he leído por ahí.
Apoyada, como en su debut, sobre el fondo musical que le sirve Dan Carey, versátil productor que ha escrito y producido para Sia o Kylie Minogue pero también para Hot Chip, M.I.A., Franz Ferdinand, Bat For Lashes, Toy y decenas más, Tempest logra en ‘Let Them Eat Chaos’ una obra más completa que su debut. Musicalmente no está muy alejada de aquel, en una especie de crossover entre el UK Garage de The Streets (la dicción de Kate recuerda en ocasiones a la de Mike Skinner), la electrónica apesadumbrada y lo-fi de Arab Strap y la experimentación neo-industrial de los últimos Portishead. Pero, eh, que nadie se asuste, porque es capaz de desplegar varios ganchos, como los estribillos de ‘Lionmouth Door Knocker’, ‘Europe Is Lost‘, ‘Don’t Fall In’, ‘Grubby’, ‘Pictures On A Screen’ o los últimos versos de ‘Ketamine For Breakfast’.
Pese a que ‘Whoops’ (Kate, disparando en primera persona desde la ebria mente del básico Pete, resulta hilarante por momentos) o la medio cantada ‘Perfect Coffee’ rompen la linealidad, puede acusarse al dúo de que su planteamiento musical es reiterativo a lo largo de todo el disco. Y, desde luego, carece de «singles» tan claros como ‘The Beigeness’ o ‘Lonely Daze’. Pero todo esto no parece demasiado grave porque, en realidad, en ‘Let Them Eat Chaos’ la música está supeditada a lo narrativo (no en vano, la edición de vinilo incluye un libro con los versos e imágenes del artista gráfico autor de la portada, Peter Kennard). Es la afilada, oscura e industrial banda sonora necesaria para situarnos en la gris, brumosa, húmeda y sucia calle en la que sus siete protagonistas viven. «It’s 04:18». La acción comienza y termina ahí. No hay acción, por tanto. Tempest, en realidad, realiza un minucioso retrato de cada unA de esas siete existencias que urden sus miserias y sus vanas glorias en soledad, incluso aunque no vivan solos.
Una mujer que se siente atenazada por una juventud de excesos que nunca ha podido olvidar, un hombre que ha vuelto a vivir con su padre para poder ahorrar pero se gasta la paga en el pub, una cuidadora de ancianos que encuentra en el alcohol su refugio para mitigar su preocupación por el panorama político mundial, un joven con un trabajo de éxito que vive asfixiado por la soledad… La lírica de Tempest fluye a borbotones, como una vía en el casco de una embarcación que no puede contenerse con las manos y que escupe lenta pero incesantemente la alienación («What am I gonna do to wake up? I know it’s happenin’, but who’s it happenin’ to?»), la estupidez de sostener nuestra (ir)relevancia vital a través de redes sociales («Bullshit saccharine ballads, And selfies, And selfies, And selfies, And here’s me outside the palace of me»), el consumismo como opio («The people are dead in their lifetimes, Dazed in the shine of the streets, But look how the traffic’s still moving, System’s too slick to stop working»), la dudosa solidaridad y empatía con las víctimas de unas guerras que nuestros gobiernos crearon y alimentan («Now it was our bombs that started this war / And now it rages far away»).
La imagen de la realidad enfermiza de las sociedades occidentales que Tempest recrea en este disco resulta, por ultrarrealista y certera, aterradora. Noquea por mostrar la verdad cruda tanto como fascina por su precisión quirúrgica para construir personajes demasiado parecidos a nosotros. Y lo hace de una manera tan hermosa que casi hace olvidar lo terrible que resulta. Así y todo, la joven poetisa logra desempolvar un asidero, una vaga esperanza. «And we’re just sparks, tiny parts of a bigger constellation / We’re miniscule molecules that make up one body». Si por un momento lográramos abandonar esa «visión de túnel» y nos miráramos unos a otros a la cara, si tuviéramos conciencia de lo que nos une, quizá entonces podríamos despertar y ser conscientes de que nuestra capacidad para revertir la distopía es real. «And I’m screaming at my loved ones to wake up and love more», entona al final.
‘Let Them Eat Chaos’ no es fácil de digerir como obra musical porque no es sólo un disco. La importancia de las palabras de esta obra está incluso por encima de las canciones, algo a lo que no estamos habituados en el pop de nuestros días. En ellas reside su gran poder y por ellas debe ser valorado, sobre todo. Pero el conjunto logra percutir poderosamente nuestras mentes desde varios ángulos, un golpeo absolutamente cohesionado en el que cada pausa, interludio o transición tiene un sentido fundamental para la paliza intelectual y emocional que recibe el oyente/lector. It’s 04:18, again.
Kate Tempest actúa este martes, 8 de noviembre, en la Sala Apolo de Barcelona como parte del certamen Cruïlla de Tardor.
Calificación: 8,1/10
Lo mejor: ‘Lionmouth Door Knocker’, ‘Pictures On A Screen’, ‘Ketamine For Breakfast’, ‘Perfect Coffee’, ‘Europe Is Lost’
Te gustará si te gusta: W.B. Yeats, The Streets, ‘Black Mirror’, Arab Strap, James Joyce, Portishead.
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