David Otero: «Los modernillos que toman el vermú a las doce en el bareto no me hacen ni caso»

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David Otero: «Los modernillos que toman el vermú a las doce en el bareto no me hacen ni caso»

david-oteroEl Pescao era el nombre tras el que se escondía David Otero en su proyecto en solitario. Antes era famoso por a) ser el guitarrista de El Canto del Loco y b) ser el primo de Dani Martín. Pero siete años después de su debut, David ha finiquitado El Pescao y ha recuperado su nombre, con un disco homónimo que le devuelve a los momentos más inspirados de El Canto del Loco. Un tratado de pop-rock hispano comercial sin pretensiones pero recio, fresco y con un puñado de canciones adhesivas. De cuando despegó lejos del grupo, en 2010, guardo el recuerdo de haber contemplado en alguna entrevista a un chico apocado, que casi parecía pedir disculpas por estar en el mundillo del show business. La imagen que transmite hoy David es muy diferente: segura, pero sin perder su punto naif de chaval entrañable.

David Otero estará de gira por todo el país durante los meses de marzo y abril. Este 10 de marzo estará en Murcia (entradas en Ticketea) y el 11 de marzo en Toledo. Después, vendrán, entre otras, Barcelona (25 de marzo, Sala Bikini) y Madrid (1 de abril, Teatro Barceló).
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Al principio pensaba que ‘Micromagia’ era el nombre del disco y no, es solo el del primer single.
¡Todo el mundo lo piensa!

Y el título es ‘David Otero’…
Voy a tener que estar súper pesado, porque ya lo han puesto en alguna nota por ahí. ¡Que no! ¡Que el disco no se llama ‘Micromagia’! ¡Que se llama ‘David Otero’! Después de comerme a El Pescao, pues para qué andarme con historias y poner títulos que despistasen más. El mensaje era muy claro: David Otero se ha quedado y El Pescao me lo comí.

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«El Pescao me lo puse para que recibiera los golpes»

¿Y a qué se ha debido el cambio?
Desde el disco anterior ya le venía dando muchas vueltas. Cuando sales de un grupo como El Canto del Loco, después del éxito que tuvo tan bestia… Pues sales con muchísimo miedo. Yo empecé mi carrera con ganas de pasármelo muy bien, pero con muchas inseguridades, porque yo había cantado y compuesto canciones propias cuando tenía 19 años. De repente resulta que tenía 30. Habían pasado diez años de gap en que había sido compositor, guitarrista, hacía coros y ya. Dentro de todos esos miedos y después de mucho tiempo, he llegado a la conclusión de que yo El Pescao me lo puse para que recibiera los golpes y así liberarme del estrés de una carrera artística. Porque pensé: es que van a opinar sobre mí, sobre mis canciones, quién soy, de dónde vengo… todo eso. Entonces dije: “pues El Pescao. Ponlo ahí y que reciba los golpes”. Pasan unos años y pienso “joder pero… ¡estoy siendo un cobarde! Lo que tengo que ser es ser yo mismo y no poner nada entre yo y la gente a la que le gusta mi música”. Ese es el motivo de fondo. Hay veces que tu subconsciente te lleva a tomar decisiones que son un poco torpes, pero que te protegen. Y el Pescao fue una medida de protección. Ahora ya he dicho “basta”.

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Ahora quieres recibir los golpes directos.
Sí, que me los den en la cara. Me da igual (risas).

‘Ultramar’, tu disco anterior, sonaba bastante melancólico. Este, en cambio, es mucho más vitalista.
Totalmente. Esto me lo dijo el otro día Marcos Cao de La Sonrisa de Julia, que es muy muy amigo mío, cuando le puse el disco en su coche. Estábamos en Santander, surfeando juntos, y me dijo: “tío, este disco es mucho más caliente que ‘Ultramar’”. ‘Ultramar’ lo grabé en Londres con un productor que para mí es la bomba, que es Max Dingel [Ndr: productor de The Killers o James, entre otros], pero su concepto es más frío que lo que sentimos aquí en España. Mi último disco está lleno de arreglos. En ‘Ultramar’ estaban superelegidos, cada uno en su sitio. En este ha sido: “¡Venga! ¡Mete otra guitarra! ¡Y otro teclado! ¡Pongamos una melódica!”. Como que no había tanto filtro, en plan: “no, la melódica no, porque la frecuencia va a estorbar al piano que está haciendo…”. No. Aquí ha sido: ¡energía! Un poco más a… la española.

También la manera de componer los dos discos ha sido muy distinta.
‘Ultramar’ lo compuse completamente solo en Buenos Aires. Imagínate que pones aquí [Ndr: indicando la sala del hotel en que estamos] un tabique y ese espacio lo utilizas durante un año para componer un disco. Ahí no entró nadie más que un amigo que de vez en cuando venía a verme, otro colega y el portero. La soledad siempre tiende a la melancolía. Pero este último disco lo he compuesto en mi estudio de Madrid, con más gente. Me he abierto de repente a que vinieran… pues desde Diego Cantero [de Funambulista] a Raúl Galván, que es mi guitarrista de toda la vida. Se pasaban por el estudio y decía: “Vamos a hacer una canción”. Y salió ‘Micromagia’. Con la necesidad de vivir las cosas y no tanto la de hacer un disco, por eso el resultado es más vitalista.

«Y a mí la música que me gustaba era Green Day, Pennywise, NOFX… un montón de grupos que son energía pura y dura»

Y mucho más optimista, lo cual choca un poco en estos tiempos oscuros, que parece que nos llevan a ser más pesimistas…
Yo es que me guío un poco por lo que voy sintiendo en cada época de mi vida, y no coincide demasiado con lo que va aconteciendo. Ves a Donald Trump y te entra una depresión tremenda… pero yo hago música superfeliz. La base de sentirme bien conmigo mismo es hacer música que me divierta. No pienso mucho más allá de eso. Tampoco le doy muchas vueltas: que si la letra… No. Me lo quiero pasar bien. Con El Canto me pasaba igual. A mí hay gente que me ha llegado a decir: “¿pero a ti te gusta la música que haces con El Canto del Loco?”. Y yo contestaba: “¿Eres gilipollas? Pues claro. Me flipa. Me lo paso pipa”. Que no es lo más, que no nos van a dar el premio Nobel por las letras. Que lo hacemos porque la música es una energía que te hace vibrar. Y a mí la música que me gustaba era Green Day, Pennywise, NOFX… un montón de grupos que son energía pura y dura. Al final he evolucionado mucho con el paso de los años, pero algo ha debido de quedar de todas esas guitarras, de todos esos ritmos que me molaban, de alguna manera.

Volviendo a Argentina, aclárame una cosa. En la Wikipedia, esa fuente de desinformación, había leído precisamente que te habías ido allí a vivir… ¿pero sólo te fuiste cuando grabaste ‘Ultramar’ o has estado más tiempo?
¿La realidad? Saqué mi primer disco en 2010, estuvimos dos años de gira, dimos 220 conciertos, fue una locura y acabamos… ¡mataos! Porque fueron dos años sin vacaciones, sin un día libre, trabajando a tope por el proyecto. Fue una época preciosa. Pero cuando acabé dije, “vale, voy a preparar un disco”. Nunca me había parado a escribir un disco, siempre había compuesto a la carrera, tanto los de El Canto como el mío. Siempre era como: “¡Que viene un disco!” y yo: “¡Pues venga! ¡Canciones que tengo aquí y voy haciendo otras!”, sobre la marcha. Y tras 14 años en esto, ¿cómo no me había dado la licencia de pararme, montarme un sitio y empezar a pensar en canciones? Mi mujer es argentina, queríamos tener otro hijo, y fue: “pues venga. Vamos a tener otro peque, que nazca en Argentina”. Y aprovecho y, mientras lo gestamos, vivimos allí. Y ella estaba con su familia. Me parece algo muy bonito cuando una madre está pendiente del niño que va a nacer. Sobre todo mi mujer, que tiene mucho contacto con su madre, con su padre, y se quieren mucho. Me parecía muy tierno que la mamá esté en el sitio, en su nidito, porque es la que manda ahí, en ese momento. Y Buenos Aires me parecía una ciudad súper poética para escribir canciones. También tiene un punto melancólico. Dejó un poso, un punto lúgubre.

Entonces ‘David Otero’ lo has compuesto aquí.
Este lo he compuesto en Madrid. Ya estoy viviendo en Madrid, nos volvimos y ya me he quedado aquí.

En el disco hay una canción, ‘Regreso’, en que pareces rememorar tu carrera musical, en que emites reproches y, a la vez, se erige en una pequeña auto-afirmación. ¿Es autobiográfica?
Sí. En realidad, habla de muchas cosas. No es un enfoque en algo concreto: “Regreso de Argentina”… Habla de regresar a componer desde la felicidad de hacer música, a estar genial contigo mismo, de perdonar, de sentirte perdonado y muchas cosas que uno a veces tiene dentro.

¿Perdonar a…? ¿Se puede preguntar a quién?
Son circunstancias que pertenecen a la intimidad…

La línea que más me llama la atención es la de “harto de no encontrarme en cada canción”…
Sí, perdonarte a ti mismo. Te perdonas a ti mismo, vuelves a ti. Perdonar… es muy fácil decirlo, pero es muy difícil hacerlo.

Volviendo a los colaboradores, aparte de Diego Cantero, ¿quién más ha intervenido en el disco?
Con Jorge Ruiz de Maldita Nerea escribí ‘Regreso’, después de una tarde entera de psicoanálisis brutal entre los dos. Con Raúl Galván, que es mi guitarrista de toda la vida, escribí ‘Un mundo para ti’ y ‘Micromagia’. Yo no me había dado permiso de componer junto a otros desde que dejé de componer con Dani, mi primo, y era como: “Grrr… ¡quiero componer yo solo!”, como si tuviera algo que demostrarle al mundo. Y no es así. También habla un poco de eso, ‘Regreso’, de que no tienes que demostrar nada a nadie. Lo que tienes que hacer son canciones que te gusten y que te emocionen. Y si vas a ser feliz componiendo con otros… compón con otros. Es parte del proceso.

«Soy un poco friki de las estadísticas (…) y me he dado cuenta de que el rango de edades [de mi público] está súper repartido y es muy amplio»

Tus letras son bastante generacionales, costumbristas y autobiográficas. No sé si uno de tus objetivos es buscar esa identificación con el oyente, o con algún tipo determinado de oyente…
¡Pues me encantaría que fueran muchos oyentes! Es lo que uno busca, cuando hace música. Conectarse con una generación entera sería bestial. Soy un poco friki de las estadísticas, de las métricas, me gustan todos esos mundos del marketing… Estoy un poco enganchado a todas esas cosas: analizo, miro y, de repente, veo que la curva de público que me escucha en Spotify Artist, donde puedes mirar quién te escucha, qué edad tiene, si son chicos o chicas… pues me he dado cuenta de que el rango de edades está súper repartido y es muy amplio. Yo me quedo un poco flipado. No le gusto sólo a la gente de treinta-cuarenta. Baja bastante de dieciocho para abajo, eso lo tengo que decir; no les debe gustar tanto mi música. Es a partir de veinte cuando sube. Entre veinte y cuarenta años hay gente a la que le mola mi música, indiferentemente de si son chico o chica, están 49-51. ¡Repartido al 100%! Y en una franja de edades amplísima. Lo he vivido con El Canto del Loco, lo de ser música de una generación concreta; gente que ahora debe tener 26-27 años. Tal vez sea esa la que me acompaña.

[Ndr: La canción que cierra el disco es ‘David y Goliath’, en la que David medio recita, medio rapea una descripción de su persona y una extensa declaración de principios: “Me gustan los de abajo, a los de arriba no les veo”, que si está enganchado a las redes sociales, hace bromas sobre si es “más pijo que los heavies” y un largo etc.]

Sobre ‘David y Goliath’ la pregunta es ¿¿¿te has dejado algo fuera???
¿Te digo la verdad? Esa canción la tuvimos que recortar porque era en plan “¡No puedo contar más cosas!”. Había mucha más leña en el garaje para echar a la fogata, pero cortamos. La canción original, la que tengo en la maqueta, habla de por qué soy vegetariano, qué opino de la política… y cuando iba a grabar lo corté. Eso queda para mí. Y la canción ha de durar cuatro minutos, tampoco me apetece hacer una de seis. Me aburría.

«Con la gente que es muy moderna, siempre me quedo: “Pues no sé qué decirte, ¡no te va a parecer nada moderno lo que yo te diga!”»

Y un alegato anti-modas: “estaba hablando con un swagger que era hispter hace un año”…
Yo al final, en mi barrio, donde curro, soy más amigo del portero… esa es la gente que me cae bien. Los modernillos que toman el vermú a las doce en el bareto no me hacen ni caso. Sin embargo, me llevo de puta madre con el camarero, con el dueño del restaurante… Yo conecto con la gente del día a día, normal. Sin embargo, con la gente que es muy moderna, siempre me quedo: “Pues no sé qué decirte, ¡no te va a parecer nada moderno lo que yo te diga!”. Soy más tímido en esos círculos.

O esos círculos tienen cierto prejuicio hacia ti, porque provienes de ECDL…
Sí, ya lo pienso un poco. Luego me sorprende, porque me llega gente que la veo súper modernilla y yo: “Uy, a ver qué es lo que me van a decir” y te sueltan: “¡Yo era súper fan tuyo cuando era pequeño!”. Y me hace ilusión. Me sorprende. Mucha de la gente que ahora escucha cantidad de música diferente: indie español, reggaeton, hip-hop, metal… cuando era pequeño le gustaba ECDL. Y me hace ilusión que me lo digan: “¡Yo aprendí a tocar la guitarra con tus canciones!”. Me mola.

Mirando las listas de lo más escuchado en España en Spotify o la de los 40 Principales, quitando algunas excepciones puntuales como tú, Leiva o Love of Lesbian, está todo copado por el reggaeton o la música dance. ¿Te gusta ese tipo de música? Lo digo por el tuit de Dani Martín, en que decía que antes muerto que hacer un tema reggaetonero… [Ndr: estalla en risas] Y no sé hasta qué punto compartes esa visión tan rotunda.
A mí me gustan las canciones. Y si de repente hay algún tema de reggaeton que me gusta… pues me gusta. Me encanta Calle 13, que se da algún codazo con el reggaeton, es uno de mis grupos favoritos. Y me gusta Damien Rice, pero también me gusta Maldita Nerea. No tengo ningún problema en que convivan todas esas cosas en mi teléfono. De repente saca Ruth Lorenzo un temazo y me lo compro. Y al minuto siguiente puedo estar escuchando 30 Seconds to Mars, que no tiene nada que ver. No me guío por los estilos. Esto en los discos que he hecho se refleja un poquito. No me ciño a ningún estilo ni a ninguna estética, la agarro y la exprimo, sino que voy de una a otra y me da igual. Me lo paso bien con la música.

En este último disco eché de menos los dúos, en los discos anteriores eran los temas más importantes, como ‘Castillo de arena’ [con Ana Cañas] o ‘Por las calles de Palermo’ [con Rosario Ortega].
Es que tampoco lo hemos pensado. Igual se puede pillar un tema para hacer el dúo a posteriori, que eso también se hace un montón. Tampoco me inventaría aquí la fórmula de lo que hace la industria de la música para vender más discos. Es que para hacer un dúo yo creo que, primero, tienes que sentir la canción y la otra persona la tiene que sentir igual. Tiene que ser un tema que te pida un dúo. Yo siempre me imagino los dúos en canciones que, por letra, están diciendo algo a alguien y necesitan la respuesta de ese alguien. En ‘Castillo de arena’, por ejemplo, el dúo con Ana Cañas, era una canción que hablaba de una playa que se enamoraba de una chica. Y la respuesta de la chica hacia la playa: “a veces te siento al tumbarme al sol”. Yo me imaginaba a la chica que se estiraba en la playa y la sentía. Tal vez en este disco no ha habido un dúo porque la energía de las canciones no me pedía esa respuesta.

¿Habría alguien con quien te gustaría hacer un dúo ahora mismo?
¿Femenino?

Sí. Bueno, ¡o masculino también!
Pues femenino me gusta muchísimo Rozalén, me parece una tía con un talento bestial.

Cultivas mucho la imagen de chico de-al lado, sin embargo en el vídeo de ‘Una vez más’ (que ya fue objeto de un exhaustivo análisis en nuestra web) pareces romper un poco con ese look. ¿No te han dicho alguna vez eso de “oye, tú que eres guapo, ¿por qué no te sueltas y te explotas más?”
Claro que me lo han dicho… ¡pero yo soy así! Yo no salgo a la calle y digo “mira, que soy cantante y me tienes que mirar”. Yo voy pensando en mis movidas y, cuando me mira alguien, no pienso que lo hace porque soy David Otero; pienso “¿qué coño me estás mirando?”. No voy con ese concepto por la vida. Yo voy a seguir así porque soy así. Y de repente, cuando me proponen hacer un vídeo divertido (como es el caso de ‘Una vez más’), el que me lo propone tiene que ser un amigo mío, como es Alberto Van Stockkum. Yo este vídeo no lo haría. ¡Ese vídeo no sale de mi cabeza! Sin embargo, llega Alberto, que trabaja en moda, y me dice: “¡Tío, vamos a hacer un vídeo más picante, que nunca has hecho uno!”. Y como confío en él, digo: “Venga. ¿Qué hay que hacer?”. “Pues tienes que salir un poco más provocativo”. Intento ponerme en la piel, pero no es mi día a día.

Por eso, que viendo la imagen que proyectas en otros vídeos, choca un poco verte así.
Hombre… ¡hay que probar de todo! Si al final, ¡yo me tiro a la piscina! Con mi timidez y mis cosas, pero yo me tiro a la piscina.

«A mí lo que hace mi primo Dani [Martín] me encanta. Si no fuese mi primo, me gustaría igual»

¿Has escuchado ‘La montaña rusa’, el disco de Dani Martín?
Claro que sí. ¡Lo he escuchado antes de que lo escuchara nadie! A mí es que lo que hace mi primo Dani me encanta. Si no fuese mi primo, me gustaría igual. Es un tipo de pop-rock que me gusta y que consumo. Me gustan más las canciones cañeras. Hay una canción que se llama ‘Paloma’, por ejemplo, que me encanta, es mi favorita. Siempre compartimos críticas antes de sacar nuestros discos. Hacemos esa especie de confidencia del uno al otro, sin que nadie se entere, vía e-mail súper clasificado. Y sí; este y el anterior me han gustado mucho.

¿No existe competición pues? ¿Es una cosa que nos gusta imaginar a los medios?
No. Somos primos y nos queremos, queremos que al otro le vaya increíble. Cuantos más discos venda y más sitios llene, para mí mejor.

Porque tengo la sensación de que ECDL, más que separarse, está en un momento de impasse
Fue un momento en que nos apetecía hacer otra cosa, hasta que nos apeteciera volver a hacer canciones juntos. Lo seguimos manteniendo igual. Si nos apetece volver a hacer temas juntos, nos volveremos a juntar. La perspectiva es seguir siendo primos, llevarnos de puta madre y disfrutar el uno del otro y de la música que vamos haciendo en paralelo.

Para acabar, una pregunta personal. Buscando información sobre ti en internet, encontré que el pasado mes de noviembre te habías vuelto a casar…
¡Con la misma mujer! (risas)

¿Y eso? ¿Hace diez años estabas tan liado con el grupo que no pudiste tener una boda formal?
No, para nada. Hace diez años mi mujer estaba a punto de dar a luz y fue como “oye, vamos a casarnos, vamos a hacer los papeles del niño”. Lo hicimos de una forma muy burocrática, de ir al Registro Civil y casarnos. Lo celebramos en nuestra casa en Buenos Aires. Fue la anti-boda. Pusimos un catering muy bonito, vinieron unos amigos, y acabamos jugando a las películas, al trivial, al parchís… Nos lo pasamos pipa. Fue un día precioso, eh. Pero no hicimos ninguna celebración, no nos fuimos a ningún lado. Y, en este momento, llevábamos diez años, y dijimos: “oye, nos merecemos decirle a la gente que nos queremos. Vamos a irnos a un sitio bonito, especial. Vamos a hacer una cena de puta madre, con nuestros amigos, nos juntamos las dos familias -que nunca lo habíamos hecho-, y lo celebramos y decimos que nos queremos delante de todos”. Así lo hicimos. Resulta que colgué una foto diciendo lo que sentía en Instagram y al día siguiente estaba en todos los lados: en el ‘Hola’, en el ‘Diez Minutos’, en El País … Y cuando bajé del avión, porque justo la colgué cuando nos fuimos de viaje a Sri Lanka de viaje de novios –que tampoco nos habíamos ido-, pillé un wifi y me conecté, dije: “¡Adiós! ¿Qué ha pasado aquí?”. Empecé a ver notas y notas en prensa a la que yo tampoco voy dirigido. Que estuvo bien, porque fue una movida de amor y es una cosa completamente sincera que compartí con todo el que quisiera leer. Cosa que no soy muy asiduo de hacer. Pero me parecía un detalle hacia ella que se merecía por todo lo que me da.

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