A principios de año nos enteramos de que AMA iban a sacar nuevo disco. Pero lo iban a lanzar de una manera un tanto peculiar; publicando una canción nueva el último viernes de cada mes, acompañada de su respectivo videoclip, hasta completar el año. Bien, el año entero-entero no se remató, ya que este ‘El año en imágenes’ ha quedado en diez temas; nos hemos quedado sin noviembre y diciembre.
Pero es que este álbum no versa tanto sobre las estaciones sino sobre el paso del tiempo. Y, por eso, está instalado en una suerte de otoño brumoso, que invita a la introspección y, por supuesto, a la nostalgia, en contraposición a la alegría que emanaba ‘Nada dos veces’, aunque también está salpicado de pequeñas alegrías. Oscilando entre la desesperanza y la ilusión, los anhelos y el desencanto, ‘El año en imágenes’ es una compilación de inmensa coherencia. El ambiente grisáceo le encaja a AMA mucho mejor que el sol y este ‘El año en imágenes’ resulta una obra superior a su antecesora. Uno de esos discos en apariencia sencillos y pequeños pero que hacen una compañía enorme. El grupo demuestra, una vez más, ser de esos equilibristas del pop que (un hurra por todos ellos) no tienen miedo a ser sentimentales y conmueven sin caer en la cursilería.
Estilísticamente, los hermanos Sánchez y Yon Vidaur siguen fieles a su línea. Canciones sencillas de pop exquisito, pero esta vez, especialmente hermosas y perdurables. Las voces confortables de Javier y Borja, lacónicas y melancólicas, es lo que, paradójicamente, más contribuye a otorgarle la vena dramática, que hace destacar unas letras con apariencia naïve, de autoayuda, pero que encierran realidades oscuras. El alegre inicio a lo ‘Gardening at Night’ de ‘Nadie más’ con el que se abre engaña un poco. Un chispazo de luz, una declaración de amor, aunque ya esconda la desazón: “No tengas miedo, me dijiste una vez / Fácil de decir, difícil de hacer”.
El eco de los R.E.M. de la primera época es muy palpable también en ‘Presentación’, con sus guitarras levemente jangle, que adornan una enumeración de principios auto-definitoria con la que el protagonista trata de venderse, torpemente, a su objeto amoroso. ‘En la corriente’ es una nana de indie pop conducida por un piano obsesivo, que recuerda a los Gente Joven, pero con un punto siniestro, misterioso, por la que apetece dejarse arrastrar. El lo-fi ochentas, lluvioso, de la escuela The Field Mice, brilla en ‘Saber y Ganar’, oscilando entre la aceptación de la fatalidad y la confrontación del amor. En ‘La mano dormida’ asoman Los Planetas de ‘David y Claudia’, con una guitarra que hace pupa. Un envoltorio dulce que esconde una letra amarga, cantada con resignación vital: “Que todo sigue su curso / pero yo quiero volver atrás. La condena llega / y yo vivo en ella”. Hasta ‘Tu diario’, otra deudora del sonido de los ochenta británicos, a lo Go-Betweens, y sus silbidos, el álbum es magnífico. Las últimas tres penúltimas tonadas no son tan redondas… hasta que cierran con la voz de Irantzu Valencia en ‘Ver las cosas por primera vez’, una defensa a encontrar las cosas novedosas en aquello que vemos cada día, a adornar lo habitual con la belleza que la rutina nos impide ver.
Calificación: 7,6/10
Lo mejor: ‘Nadie más’, ‘En la corriente’, ‘La mano dormida’, ‘Ver las cosas por primera vez’
Te gustará si te gusta: La Buena Vida, Amateur, The Field Mice, los R.E.M. de 1981-1985