“Cuando canta el pueblo mío, más que cantar es llorar… Tantos siglos de llorar, tanto cambiar el camino”. Lole y Manuel, ‘Tango de la flor‘.
¿Qué pueblo? El gitano. El andaluz. Andalucía es gitana y mora, no es blanca. En Andalucía no hay payos, hay serranos. ¿Por qué Velázquez no tiene acento de Sevilla en ‘El ministerio del tiempo’, ni Picasso de Málaga? ¿Por qué en la película ‘La novia’ sacan ‘Bodas de sangre’ de su contexto esencial andaluz? ¿Por qué una muchacha que se viste con los símbolos de un pueblo históricamente maltratado es visibilizada y premiada desproporcionalmente, olvidando el mundo a quien ES esos símbolos? ¿Por qué no admite haberse sumergido por elección y desde el cariño -y el privilegio- en una cultura ajena, si tanto la respeta? En las últimas horas he debatido con mucha gente sobre lo implicados que están el antigitanismo y el antiandalucismo en las razones por las que Rosalía está siendo pintada como la salvadora del flamenco. Entonces el tema del antigitanismo interesó a mucha gente e incluso este medio se hizo eco de mis comentarios.
No cuando el mes pasado, desde la Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad, celebramos el Primer Congreso de Feminismo Romaní Europeo en Madrid y vinieron a cantar Lin Cortés, Samara Losada, Amador Losada (de Los Chorbos), Sandra Selimovic o Antonio Santiago. No a la hora de escribir una crítica sobre ‘Caminando con Manuel’, el reciente trabajo de Alba Molina. No. El artículo sobre antigitanismo fue urgente sólo cuando se cuestionó a quien dice no tener privilegio alguno.
Desde esta revista se vertieron argumentos para desestimar mis apreciaciones. Una de las consideraciones que se me instan a reflexionar es el hecho de que no hace falta aclarar que las letras “de Rosalía” no son suyas. Sí que hace: hay artículos que le celebran que tiene las letras más bonitas en castellano, cuando lo que ocurre es que tiene buen gusto para elegir qué letras de otros canta. Y esto sería llamar por su nombre a las cosas.
¿Por qué he decidido hablar del personaje Rosalía? ¿Qué importancia tiene esto para el debate al que respondo? La pregunta es clara: ¿cómo es que la industria discográfica venera con tanto ímpetu el disco ‘Los Ángeles’? ¿Por qué Alba Molina o Rocío Márquez (citada en vuestro artículo) no tienen tanta repercusión? ¿Por qué cuando una gitana o una andaluza es buena en flamenco, en los titulares no hacen mención a estos orígenes y, cuando hablan de Rosalía, sí se nombra como catalana? ¿No habrá algo de antigitanismo y antiandalucismo en la industria que tanto la venera? Creo que esto es un primer acercamiento a mi reflexión.
Por otro lado, cuando en diferentes medios se dice que el flamenco de Rosalía sabe a sangre, están faltando el respeto al recordar unas palabras de Tía Anica la Piriñaca (Jerez de la Frontera). El flamenco le sabe a sangre en la boca a esta mujer porque recuerda el sufrimiento de su pueblo gitano, y lo canta desde ese dolor en sus propias carnes. El flamenco siempre fue una revolución, una resistencia política y un lugar de colectivizar la supervivencia. Por eso hay que tener respeto por los símbolos y por los personajes ancestrales de este arte que recuerda. Cuando se nombran grandes del flamenco hay que enmarcarlos con justicia.
¿Queréis una mujer joven de hoy día cuyo flamenco sepa a sangre? Se llama Alba Molina. Que grite la flor y que se calle el cardo. Cantaba su padre Manuel, el poeta risueño, que el día que él se muriera nadie fuese a llorar ni a vestir ropa negra. Que era más hermoso cantar aunque se cantase con pena. Y ahí en su capilla ardiente estaba Alba, cantándole desconsolada con un largo vestido blanco. Eso es sabor a sangre, desgraciadamente.
Lole y Manuel crearon un flamenco nuevo, una armonía entre lo gitano y lo andaluz, con reflejos del alma de Federico y canciones como ‘Al Mutamid‘ que recuerdan orígenes andalusíes. Y Alba es en sí misma una canción de ellos.
Como decía Grimaldos: “en Andalucía confluyen la desesperación filosófica del islam, la desesperación religiosa del hebreo y la desesperación social de lo gitano”. Y de ahí nace el flamenco. Por eso más debería atenderse al ‘Caminando con Manuel’ de Alba con Joselito Acedo, porque es un disco que recuerda. El concepto reside en el amor por su padre Manuel, en las distintas maneras de afrontar que él ya no está aquí y de hacer de eso un álbum lleno de verdad y luto que la reconcilia con su poesía a través de la alegría pero que quema en la garganta porque la está curando por dentro conforme canta las poquitas canciones que cantaba él con Lole. Y le añade un tema compuesto por ella misma hablándole a él.
Es la voz de mujer en ‘Noches de bohemia’. Es la voz de los coros del ‘Romance de la pena negra’ de Federico en ‘Calle del beso’. Es la chiquilla que cantaba por bulerías “Déjame surcar una vez más…”, y la niña de las portadas de los discos de sus padres. Es la que no cantaba profesionalmente las canciones de sus padres por respeto mientras él estuvo vivo. La que últimamente ha llenado en Toulouse o en Nueva York y aun así no es visible a la hora de laurear. La que, lejos de necesitar disfraz o acento distinto al suyo, es. Sin más. Y Joselito Acedo es otro trianero con un trabajo personal llamado ‘Andando’ que eriza las entrañas. En ‘Caminando con Manuel’ están, por cierto, Alejandro Sanz (‘La Plazuela y el Tardón’) y Estrella Morente (‘A ustedes señores míos’). Y son dos buenos ejemplos de payos con ascendencia andaluza que se han criado entre flamencos y en esta cultura, con respeto, con cuidado y recordando siempre los orígenes. Esto lo digo para ilustrar que no, no nos parece mal que los payos canten flamenco. Eso está muy lejos de la reflexión.
Hay quien dice que Rosalia y Refree están haciendo algo más interesante que Alba Molina y Joselito Acedo, mezclando flamenco y folk. Una cosa es decir que ‘Los Ángeles’, como producto estudiadísimo de marketing, va a interesar más a los medios y a los que necesitan algo fácil de vender, que entre por los ojos. Pero me parece que la verdad desgarradora de Alba no es comparable a estudiar flamenco y mezclarlo con folk. De la misma manera que es absurdo decir que una chica no gitana y no andaluza que falsifica su acento y su estética para parecerse a nosotros tiene más verdad que la nieta de la Negra, hija de Lole, gitana de Triana. Alba es hija del flamenco y no ha conocido vida sin él. Incluso en otros proyectos diferentes lo ha aflamencado siempre todo, de manera natural.
Porque es quien ella es, con sencillez y sin pretensión. Y le da igual si la gente no le da reconocimiento o lo que quiera decir. Ella graba el videoclip de su último single ‘Por primera vez’ en blanco y negro bailando descalza sobre la arena de la calle de Sevilla. Apenas ha tenido alcance para ser la preciosidad con puro alma que es y eso no es lícito. Quizá haya que dejar de llamar a Rosalía la cara joven del flamenco o la mujer flamenca de esta época y mirar a Alba, a Marina García y a las de dentro un poquito más. Sin dejar por ello de escuchar o de adorar a la otra.
“Ahora vamos a hacer una canción por bulerías que se titula ‘Verde Aceituna’ y, en este caso, aquí yo no he hecho nada, absolutamente nada. Todo lo ha hecho mi hija Alba, a la cual se lo quiero agradecer desde aquí, desde el escenario. Esta es nuestra mejor canción”. Manuel Molina en directo, 1995, Teatro Monumental de Madrid.
¿Hay algo de malo en crear un personaje, como Rosalía hace? No del todo, siempre y cuando se hable de ello como de un personaje y no se le tiren todas las flores que se le niegan a las personas que son lo que el otro interpreta, como en un teatro, a partir de la simbología de ellos. Negando que sea algo ajeno que se ha elegido explorar. Es decir, negando su identidad a la gente que te inspira. Su personaje en el flamenco no es muy distinto del personaje ‘Electra Heart’ de Marina and the Diamonds o de la máscara frívola que se ponía Oscar Wilde en las reuniones sociales.
Hay gente que afirma que con Rosalía el flamenco está llegando a más gente, a un mundo que nunca se interesó por esta expresión artística. Y puede que tengan razón, pero planteemos por qué para conocer el flamenco se tiene que promover a través del blanqueamiento (payificación) de nuestros elementos culturales, prestando atención ahora a lo que siempre ha estado ahí. ¿Por qué para que se nos mire tenemos que aceptar un sucedáneo despolitizado del flamenco que es la máxima expresión de nuestra resistencia? ¿Por qué sólo se puede llegar a nosotros a través de la atención a una simbología que niega lo gitano en su expresión? ¿No será que vivimos en un mundo tan racista y antigitano que la única forma posible de existir es blanqueando nuestros símbolos y nuestras vidas, con el descaro de decir que Rosalía ha revivido y revolucionado el flamenco? Jamás estuvo muerto o libre de revolución.
Por favor, nadie compare este caso con el de Lorca, que no se apropió de nada ni negó sus símbolos a nadie. Desde el cariño andaluz, su enorme empatía con el desfavorecido y el haber prestado atención viviendo siempre entre nosotros nos escribió un romancero precioso y creó una manera indestructible de expresar en letras el folclore andaluz.
El flamenco canta a la Zigeunernacht, al incendio de los gitanos en Martos, al Sacromonte y a muchas otras cosas que descubriréis cuando nos escuchéis a nosotros contar nuestra historia. Recomiendo para ello ‘Tiempos gitanos’ de Rafael Buhigas y el blog ‘Pretendemos gitanizar el mundo’, además de escucharnos y callar con nobleza cuando toca aprender.
Si hubiese cuestionado a Samara Losada, por ejemplo, no habría existido todo un artículo para defenderla. Ni lo hay cuando los coolturetas que tratan a Rosalía como a Mozart bajado del cielo para sembrar un jardín se ríen del Canelita por decir “haiga” en sus bulerías.
Doy las gracias a Carmen Borrego Castellano, mi amiga serrana sevillana y flamenca; por la inspiración, el apoyo y la ayuda tan fuertes en esto.
Disfrutad mucho de ‘Caminando con Manuel’. Está completo en Spotify.
“Abuelo, ¿por qué la Torre del Oro la hicieron sin campanas? Niño, porque la hicieron los moros pa no despertar a Triana”. Manuel Molina, en sus bulerías.
“Mira si yo soy gitana, que canto por bulerías y repican las campanas…” Lole.
Este artículo ha sido escrito por Noelia Cortés, como respuesta al artículo «¿Es justa la acusación de antigitanismo hacia Rosalía?» publicado por nuestra web la semana pasada.