Al final, se cumplieron las previsiones: solo Dafoe está nominado, como mejor actor de reparto (la tercera vez tras ‘Platoon’ y ‘La sombra del vampiro’). Es cierto que en esta edición, comparada con la anterior, donde se colaron títulos tan mediocres como ‘Figuras ocultas’, ‘Lion’ o ‘Fences’, el nivel es sorprendentemente alto. Pero, claro, que una de las películas que ha dejado fuera a ‘The Florida Project’ (y a ‘Yo, Tonya’, y a ‘Molly’s Game’, y a ‘Blade Runner 2049’…) sea un biopic bélico tan convencional como ‘El instante más oscuro’, es como para pegar en el cristal del Dolby Theatre lo que se saca de las bragas la protagonista del filme de Sean Baker.
El director, como ya hizo en la estupenda ‘Tangerine’, muestra en ‘The Florida Project’ (simbólico título que hace mención al nombre que tenía el proyecto inicial del parque de Disney en Orlando) la otra cara de la sociedad estadounidense. A través de la lucha diaria de una madre soltera adolescente para pagar la habitación del motel donde vive con su hija (situado en las afueras de Disney World), Baker nos enseña lo que no suele mostrar Hollywood: la América pobre y desarraigada que (sobre)vive en las cunetas de la opulencia estadounidense. Un mundo miserable y degradado que permanece a la sombra del resplandeciente castillo de Disney.
Pero esto no es realismo social con mensaje en negrita ni melodrama lacrimógeno para hacer donaciones al teléfono que viene aquí abajo. Baker no sermonea ni lloriquea repantigado en la silla de director, sino que se tira al suelo y se ensucia las manos para extraer toda la verdad y toda la belleza que permanecen ocultas entre las paredes color violeta de ese motel de extrarradio. ‘The Florida Project’ es una película rodada en contrapicado. El director pone la cámara a la altura de los niños para ver la realidad como la ven ellos, desde abajo. Esta afortunada decisión de puesta en escena permite que el desolador panorama que muestra el director nos llegue a través de una sorprendente vía: la fantasía de los juegos de los niños. Moteles decadentes, casas en ruinas, tiendas horteras “disneynianas” o una simple bañera son espacios lúdicos que, sin embargo, esconden una realidad mucho menos divertida.
Como también ocurre en ‘Verano 1993’, la libertad y naturalidad con la que actúan los niños impregna toda la película. Baker sigue demostrando su pasmosa habilidad para dirigir a actores no profesionales (a la madre la descubrió en Instagram). Aunque, en esta ocasión, también lo hace con estrellas. La inclusión de Dafoe en el reparto no supone una traición a su independencia creativa o un peaje a pagar para conseguir más financiación. Al contrario. El director aprovecha la presencia de una cara conocida, de un veterano profesional entre jóvenes amateurs, para potenciar la imagen paternal que quiere dar del personaje del encargado del motel. Paternal pero no paternalista. Dafoe, al igual que el director, se pone a la altura de sus compañeros mimetizándose con el entorno de manera asombrosa.
Sam Rockwell, el favorito para ganar el Oscar al mejor actor de reparto, está muy bien en ‘Tres anuncios en las afueras‘. Pero lo de Dafoe es más grande que las orejas de Mickey Mouse. 9.