Cine

‘Todo el dinero del mundo’: la ambición de Ridley Scott no es suficiente

La nueva película de Ridley Scott ha estado publicitada por la que ha sido una de las mejores (y más aprovechadas) campañas de marketing que se recuerdan últimamente. La película ya estaba rodada contando en su reparto con Kevin Spacey -con toneladas de maquillaje- como el famoso empresario John Paul Getty, pero tras el escándalo de las acusaciones de acoso sexual al actor, se decidió volver a rodar sus escenas con Christopher Plummer, que, por su edad, 88 años, encajaba bastante más en el perfil. La arriesgada y carísima decisión que supone hacer algo así, despertó todo tipo de conjeturas sobre si realmente la película era tan mala que solo lo habían hecho a modo de promoción. Las sorprendentes tres nominaciones (mejor dirección, actriz drama y actor secundario) que obtuvo a los Globos de Oro no sirvieron para esclarecer las dudas. Todos sabemos lo mamarrachos que esos premios pueden llegar a ser, y lo que les gusta tener nominados que den que hablar. Además, era prácticamente imposible que les hubiera dado tiempo a ver la película con el nuevo montaje. Aun así, y a pesar de que no se llevó nada, el filme no se quedó solamente en una broma de los Globos de Oro. Los BAFTA y los Oscar nominaron a Christopher Plummer a mejor actor secundario (aprovechando así para apoyar la campaña Time’s Up).

‘Todo el dinero del mundo’ nos sitúa en Italia en el año 1973, cuando el joven John Paul Getty III, nieto del señor Getty, fue secuestrado. Los delincuentes pedían para el rescate diecisiete millones de dólares, una cifra que el hombre más rico del mundo en esa época, se negaba a pagar. La madre del adolescente, que vivía en Estados Unidos, al recibir la noticia hizo todo lo posible por que entrara en razón y pagara el rescate de su hijo.

La ambiciosa propuesta de Ridley Scott juega con numerosos espacios (Italia, Arabia Saudí, Estados Unidos, Reino Unido -muchos de estos sitios están recreados, ya que la mayoría se rodó en Italia-) a diferentes tiempos. Descoloca la cantidad de saltos temporales que emplea durante sus primeros minutos, pero también aportan una agilidad narrativa nada despreciable. El director de ‘Thelma y Louise’ no tiene ya que demostrar a nadie su dominio detrás de las cámaras, y aquí se muestra tan efectivo como siempre, aunque más rutinario y menos imaginativo que otras veces. Especialmente, es durante los primeros minutos cuando el filme vuela más alto, tiene más ideas y es más eficaz. El problema viene de una duración algo excesiva, que acaba agudizando las decisiones discutibles de guion y por convertirse en una reiteración algo cansina de lo mismo.

La profesionalidad de Scott es imposible ponerla en duda. Sin embargo, bajo todo ese control casi megalómano, se le escapan algunos pequeños pero importantes detalles que lastran el conjunto. Uno de los más graves es el desarrollo de algunos personajes, que realmente no actúan de forma demasiado coherente -pese a que esté basada en hechos reales-, como el interpretado por una correcta (y poco más) Michelle Williams; o el de Romain Duris, que interpreta a Cinquanta. Muchos de ellos parecen desdibujados, y su arco narrativo termina siendo precipitado e inverosímil. También entre los aciertos de dirección y el mimo con el que está producida, se cuelan momentos de brocha gorda, como la grotesca representación a lo largo de todo el metraje de la prensa, lanzándose cual hienas hambrientas con tal de conseguir una exclusiva.

Las interpretaciones en general son correctas. Mark Wahlberg no tiene un papel que le exija demasiado; y Michelle Williams, como decía, no destaca particularmente, pese a su papel protagonista. Más por culpa de un personaje poco definido que por ella. Lo que es de admirar es que Christopher Plummer haya dispuesto de tan poco tiempo de preparación para afrontar este papel y que le haya salido decente, aunque a veces corra el peligro de rozar la caricatura. Lo que queda claro es que sus nominaciones a varios premios han sido meramente políticas, porque definitivamente, había mejores candidatos que no llegaron a entrar en el quinteto (Armie Hammer o Michael Stuhlbarg por ‘Call Me By Your Name‘ o incluso Sebastian Stan por ‘Yo, Tonya‘).

Todo el dinero del mundo’ tiene buenas intenciones, mucho dinero -valga la redundancia-, y no se ahorra algunos momentos incómodos para el espectador (en el pase de prensa en Madrid, un chico se desmayó en una escena algo desagradable) sin dejar de ser un digno entretenimiento concebido para el disfrute del gran público. Es una película estimable aunque no siempre funcione por culpa de sus excesos y defectos. 5,5.

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Publicado por
Fernando García