Se ha quedado a las puertas, eso sí, y da la sensación de que con un poco de tijera, otra disposición de los elementos, y cierto reconducir de las cosas por parte de un mánager o un sello (sí, a veces hacen un buen trabajo, que se lo pregunten a Kylie Minogue) podríamos estar hablando de un gran disco de Lily Allen. La cantante se popularizó a mediados de la década pasada tras despuntar como estrella de MySpace. A diferencia de Arctic Monkeys, que enseguida todos identificamos como una banda de rock tradicional, el fenómeno de Lily Allen puede entenderse como un paradigma de lo que fueron las estrellas 2.0 y siguientes. Conocimos su voz y sus opiniones a través de una red social, muchas de ellas en carne viva, y como tal fue un precedente de iconos como Lena Dunham o Soy Una Pringada. Lily fue «una voz de su generación» y no solo para las chicas. Aquel «qué mala soy: tengo 23 años y me he bebido todo el alcohol gratis que había en la fiesta» que pronunció una vez tras aparecer en los tabloides perjudicada nos representó a muchos por completo.
‘No Shame’ es otra declaración de intenciones desde su mismo título, hábilmente promocionado en su propio Twitter con unas fotos en las que se le ve la «vagina pulcramente recortada«, y lo mejor que se puede decir del largo es que sigue conectando a Lily Allen con su generación a través de unas letras que hablan de su divorcio, del miedo a ser mala madre, de la adicción al alcohol, de la adicción al sexo o de la ilusión de descubrir un nuevo amor. Esto es la vida de Lily Allen en la misma medida en que lo fue ‘Alright Still
‘, solo que 12 años después.Musicalmente, y como aquel debut de 2006, ofrece una mezcla de sonidos jamaicanos -ahora actualizados a las modas de hoy- y canciones más lentas y sensibles, al modo de su pequeña obra maestra, la adorable ‘Littlest Things’. En este último grupo hay que destacar esa letra de ‘Apples’ que recurriendo a la decadencia del sexo en una pareja duradera o a la mala influencia de no haber contado con una familia estable, corta el hipo tanto como la canción de Cigarettes After Sex en que se inspira, ‘K’; ‘Three’, en la que Lily Allen se pone en la piel de una de sus hijas («nunca puedes jugar con nosotras porque siempre estás de gira»); el piano beatliano de ‘Family Man’; o ‘Higher’, en la que un adictivo y de nuevo sencillo riff de guitarra sirve para reflexionar sobre los males de la industria musical.
En cuanto a los temas más bailables, le sienta bien a Lily Allen haber sucumbido a los sonidos de Mad Decent y a esa cadencia tranquila que impregna las emisoras las playlists de Spotify por la vía de Post Malone. Los singles de este disco y los que podrían serlo evitan toda estridencia -más allá de algún bocinazo- para optar por lo sutil. Son canciones como ‘Trigger Bang’, un grower que quizá tarda demasiado en refulgir, la buena intro que supone ‘Come On Then’ que, con cierta reminiscencia de ‘The Fear’, plantea «sí, soy una mala madre y una mala esposa / lo has visto en las redes, lo has leído online»; la efectiva ‘What You Waiting For’, un tanto rihannesca, también sobre la decadencia del matrimonio; o la divertida ‘Your Choice’ con Burna Boy, en la que hace alarde de su bonito tono más agudo.
Ambas vías conforman una secuencia interesante y entretenida, aunque carente de hitazo tamaño ‘Not Fair’ y tampoco en la disposición más óptima. Está muy bien que Lily Allen no haya reducido estos 4 años de su vida a su divorcio, pero a veces es todo un choque la aparición de según qué temáticas. Se ve muy bien cuando después de algo tan tierno como ‘Three’ aparece un brusco tema sobre la adicción a las drogas llamado ‘Everything to Feel Something’, cuyo «my heart aches» no es precisamente el mejor estribillo del disco. En ese momento estamos pasando de un tema de una sensibilidad enorme a un trágico «he intentado de todo por sentir algo» que resulta bastante inverosímil, pues Allen ha demostrado con creces que sí «siente» cosas, y de ahí a su vez pasamos sin venir a cuento a un tema híper alegre de dancehall llamado ‘Waste’.
Y quizá este habría sido un cierre gracioso para cerrar el álbum, pero aún queda ‘My One’ sobre follar con diferentes chicos sin parar, la mencionada declaración a un nuevo amor de ‘Pushing Up Daisies’ y la llamada final a otras mujeres contra el patriarcado de la amable ‘Cake’, que quizá si fuera tan relevante debería haber aparecido antes. Ninguna está mal pero ninguna de estas pistas finales se beneficia de su colocación en el álbum: parecen ya bonus tracks.
Lily Allen puede presumir de ser quien manda entre una multitud de créditos que incluye a Fryars, Mark Ronson, Blood Pop, Ezra de Vampire Weekend, Starsmith y muchísimos otros. No adivinarás en qué tema está cada uno porque aquí solo hay una protagonista: Lily en la búsqueda de un álbum bueno, honesto e híper realista, aunque lo que le haya quedado sea más bien uno de esos que sus fans reestructurarán y rearmarán a su antojo en su plataforma de streaming favorita.
Clasificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘What You Waiting For’, ‘Apples’, ‘Trigger Bang’, ‘Your Choice’, ‘Three’
Te gustará si te gusta: Post Malone, Diplo, Adele
Escúchalo: Spotify