Lindsey Jordan es aún una adolescente (19 años) que ya a esa edad coquetea con cierta popularidad –su fotogenia y gusto por la moda la ha llevado a páginas de revistas de tendencias como V– y que vive su sexualidad con la mayor naturalidad, apoyada al 100% por su entorno familiar. Pero nada de esto incide en su música bajo el nombre de Snail Mail (su homosexualidad queda constatada en el uso de géneros de alguna letra, poco más) por voluntad propia, lo que ya da cuenta de su sorprendente madurez. Una madurez que queda constatada también en sus composiciones, extraordinariamente sólidas y propias de una artista experimentada, que destacan por encima de la etiqueta “indie 90s” que, hoy por hoy, aplica muy bien a su sonido.
Porque si algo constata este álbum debut de la artista de Baltimore es que su potencial está por encima del tic nostálgico que remite a Sebadoh, Liz Phair o los belgas Bettie Serveert –y que, por otra parte, a oídos más jóvenes sonará a pura efervescencia; cuestión de perspectiva– y la emparenta, de alguna manera, con proyectos contemporáneos como Waxahatchee, Alvvays o Girlpool. Lo de Snail Mail tiene más que ver con Fiona Apple (su gran referente artístico), Lucy Dacus, Courtney Barnett e incluso con Kurt Vile (sobre todo en el empleo de algunas guitarras) en tanto que lo que destaca de sus canciones no es tanto el estilo sino su capacidad como autora.
Por ejemplo, demuestra una inteligencia inusitada al estructurar su álbum (producido por Jake Aron, ingeniero de sonido en los últimos discos de Grizzly Bear, Solange, Beth Orton o Chairlift) muy hábilmente, como una suerte de relato de una ruptura sentimental (Jordan dice literalmente que es un disco para gozarlo «llorando mientras se devora una gran tarrina de helado»). Aunque, más que la ruptura en sí, en estos mensajes dirigidos de manera “directa” a la segunda persona, Jordan acierta a retratar la evolución de su estado anímico, desde la negación y el desgarro inicial, pasando por la tristeza y el luto hasta la recuperación de la autoestima y, al fin, decir adiós y pasar página. Así, dota a este ‘Lush’ de un dramatismo que sostiene la unidad del álbum por encima del gancho de sus canciones. Un aspecto que, por otra parte, Lindsey tampoco descuida: ‘Pristine’, ‘Full Control’, ‘Heat Wave’ (imperdible su vídeo ambientado en el hockey sobre hielo que adoraba practicar y cuyo sexismo no pudo soportar) y, sobre todo, ‘Golden Dream’ están tocadas por su particular varita mágica, unos giros melódicos prodigiosos que espantan cualquier sombra de homogeneidad (algo que siempre puede atenazar un disco de estricto voz-guitarra-bajo-batería como este).
Con esas gemas como principal insignia, ‘Lush’ no naufraga cuando transita derroteros más melancólicos y tranquilos por la misma razón: cuando temas como ’Stick’, ‘Speaking In Terms’ o ‘Deep Sea’ (exquisito el arreglo de trompa) parecen adormecidos (y adormecernos), irrumpe uno de esos cambios de tono o un coro que los transforma en memorables. Pero es que, además, Jordan también es capaz de obrar esa magia en tempos más quedos, como los de la preciosa ‘Let’s Find An Out’ (¡qué último verso!) o esa ‘Anytime’ final (‘Intro’, el inicio del álbum, es un breve reprise de este tema, cerrando un círculo), con halo de cenit dramático sacado de un clásico musical de Broadway, estilo ‘Annie’.
Todo ello aderezado con unas letras en las que combina lo explícito con el hermetismo y, sobre todo, despliega un enternecedor patetismo (quizá involuntario) con el que es imposible no querer arroparla y protegerla de esa “ojos verdes” que tan mal se lo ha hecho pasar. Aunque da toda la impresión de que no lo necesita: sus letras, incluso registrando la pataleta propia de quien no quiere ser abandonada, demuestra una hermosa templanza en versos como “Quémalo cuando quieras / Lo que se ha perdido te pertenece / Alguien debería pagar por ello / Pero no sé quién” (‘Let’s Find An Out’) o “Tengo todo el control / No estoy perdida / Incluso cuando se trata de amor / Incluso cuando se trata de desamor” (‘Full Control’). Como el alumbramiento de una artista novel que es, ’Lush’ tiene algún leve titubeo (peca de monocorde, en ocasiones), pero eso recuerda que estos son apenas sus primeros pasos y que lo mejor de Snail Mail está aún por llegar.
Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘Golden Dream’, ‘Pristine’, ‘Heat Wave’, ‘Anytime’, ‘Let’s Find An Out’
Te gustará si te gustan: Waxahatchee, Alvvays, Lucy Dacus
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