Summer Spree / Sub Lumine

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Summer Spree / Sub Lumine

Juro que ha sido circunstancial, pero lo cierto es que tiene más sentido que nada en este momento, pleno verano, sentarme a escribir sobre ‘Sub Lumine’, el primer largo de Summer Spree tras su EP ‘Parque Figueroa’ –imprescindible complemento para este álbum–. Tras esta “juerga veraniega” se oculta Álvaro Muñoz (de cierta –¿o incierta?– popularidad por su proyecto rockero Tarik y la Fábrica de Colores, algo menos por su alter ego canalla Rufus T), al que ya podríamos tachar de ser el Lawrence español. No sólo porque, como el esquivo líder de Felt, vaya de proyecto en proyecto huyendo del personalismo (que también), sino porque, como él, su música está hecha a la manera de otra era y él es un artista como de otro tiempo, depositado accidentalmente en un momento en que arte se mide en likes y cifras de streaming.

En el caso de Muñoz, en lugar de la obsesión por el líder de Go-Kart Mozart por el post-glam rock, lo suyo es el recuerdo de los veranos de finales de los 70 y primeros 80. Veranos de Pecos, Pablo Abraira, Paloma San Basilio, Sandro Giacobbe, Gino Paoli, Azul y Negro, Mecano, Moroder, Isabel Pantoja, Abba… Summer Spree, más que recurrir de manera caprichosa al sempiterno mantra “los 80”, evoca la esencia misma de los crepúsculos en las playas del Levante o la Costa del Sol, las postales manuscritas, el olor de los donpedros mezclado con el perfume de la infranqueable capa de aftersun de baratillo sobre la piel caliente por el sol, los rótulos de neón de colores ácidos tiñendo las caras marronáceas en cada acera, los sintetizadores usados para todo, incluso como trasfondo para el folclore patrio…

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Un viaje en el tiempo que, imagino, tendrá más eficacia para los que conservamos recuerdos precisos de ese espacio temporal. Viaje que va más allá de lo musical y se traslada también a sus letras sobre, precisamente, noches en la playa (la del faro de Trafalgar, Cádiz, es citada con precisión en la tensa ‘Poniente’), amores imposibles o truncados por la vida canalla, despechos y celos. Todo un argumentario digno de ‘Los ricos también lloran’ –otra memoria de esos mismos días–. Aunque, en ese marasmo de delicioso melodramatismo, Muñoz desliza otras temáticas más personales y vigentes, como son la lectura –escalofriante y bella– a modo de despedida ante la muerte de alguien cercano en la aparentemente liviana ‘Recuerdo de un fantasma’; o ese retrato de tanto gurú ridículo que pulula por la escena musical de ‘Ya te llamo yo’; o el enrabietado arrebato destructivo contra el postureo y el “ageism” que es la magnífica ‘Después de esto’ y su creíble “¡os odio a todos!”.

En ‘Sub Lumine’, más que apuntar al “ochentismo” con cierto tono de ironía perversa en propuestas de vitola “cool” como las de Ariel Pink, John Maus o Sean Nicholas Savage, Álvaro tiene una vocación puramente emocional, en la misma medida que la tienen muchas canciones de Pulp, de Linda Mirada, de Betacam, de Caliza y de Bart Davenport. Con ellos le une el majestuoso empleo de las guitarras como contrapunto perfecto al baño de sintes y, sobre todo, la voluntad manifiesta de hacer las canciones más perfectas posibles, redondas y atemporales, visiblemente capaces de resistir la prueba de ser interpretadas en una tesitura muy distinta. Así, lo que hay en común tras los aires de canzone de ‘Recuerdo de un fantasma’ o ‘Actor secundario’ –divertidísimo, su paralelismo sentimental/actoral–, el pop rock brillante a lo ‘Something’s Changed’ de ‘Lo he oído en un bar’ (con un perturbador filtro de voz), el tecnopop oscuro de ‘Ya te llamo yo’ o el espíritu The Cars de ‘Después de esto’ –descomunal ese resurgir, cuando parece ahogada en un falso final– son siempre grandes melodías y una elegancia supina para vestir y poner guapas las canciones.

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A la cabeza de todas ellas está, curiosamente, el corte más singular del disco o, al menos, el que está producido de una manera que parece ajena al resto: ‘La hora más fría’, un extraordinario baladón que emula con toda las de la ley a las grandes canciones de Harry Nilsson, The Carpenters, Todd Rundgren o Carole King, digna de dejarse las cuerdas en cualquier piano bar. Lástima que este ‘Sub Lumine’ y sus estratosféricas canciones, que sólo aflojan levemente en su más lúgubre recta final, tengan toda la pinta de ir a convertirse en un secreto reservado –por desgracia– a unos cuantos, aquellos que no podemos esquivar la ternura y la emoción pura de estas canciones que establecen una conexión sentimental directa con nuestra infancia/adolescencia, con la eternidad como máxima aspiración.

Calificación: 8,1/10
Lo mejor: ‘La hora más fría’, ‘Después de esto’, ‘Recuerdo de un fantasma’, ‘Actor secundario’, ‘Jóvenes’
Te gustará si te gustan: Linda Mirada, Bart Davenport, Betacam, los Pulp de los primeros EPs
Escúchalo: Spotify, Bandcamp

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