“La industria de la música no es un lugar en el que la gente equilibrada sobreviva”, dice Mitski, que no se considera a sí misma equilibrada. Quizás haberse pasado infancia y adolescencia moviéndose de un país a otro (¡vivió en hasta 13 países!), sin tiempo para hacer amigos en ninguno, le pasó factura, hasta el punto de que uno de los problemas que ha tenido a la hora de tener relaciones es que, en cuanto hay una discusión, deja de hablar con esa persona: arreglar las cosas no tuvo nunca sentido para ella puesto que, para cuando se hubiese solucionado lo que sea, ya daba igual, porque tenía que irse otra vez, como comentó en un interesante perfil de Pitchfork. Interesante y, en cierto modo, inaudito, porque la japonesa suele ser enormemente hermética a la hora de hablar de su vida privada y sus relaciones. Esto llega hasta su música: más que temas dirigidos a gente concreta, encontramos reflexiones sobre el amor y sobre cómo lidiamos con él.
Y, especialmente en ‘Be The Cowboy’, existe también una cierta vulnerabilidad que se abre camino en ese hermetismo. Quizás está relacionado esto último con el hecho de que la distorsión tiene muchísimo menos peso en el sonido, o el hecho de que ha decidido, por primera vez, no doblar su voz en el estudio, porque ahora confía más en sí misma: “me di cuenta demás de que no pasa nada si sueno un poco gritona o si se me rompe la voz”, dice, “porque mi objetivo no es sonar bonito: mi objetivo es expresar algo”. En este álbum, el quinto tras los menos conocidos ‘Lush’ y ‘Retired from sad, new career in business’ y los aclamados ‘Bury me at Makeout Creek’ y ‘Puberty 2‘, para “expresar algo” ha comentado tener en mente como álter ego a una mujer que intenta alcanzar el poder de los hombres reprimiendo sus emociones para no ser calificada como débil… pero que está perdiendo el control al respecto. Cada vez más. Todo parece unirse para apuntar en una misma dirección: hay un cambio que conlleva una apertura como nunca habíamos visto en trabajos anteriores de Mitski.
Sin duda su punto fuerte, especialmente en este álbum, son las letras y la forma en que nos las cuenta: ‘Be The Cowboy’ es casi una colección de historias o, como decíamos, de reflexiones –y lo de “reflexiones” es tal cual, puesto que las canciones rara vez llegan a los tres minutos de duración y en ocasiones son literalmente dos pequeños párrafos– sobre el amor y sobre cómo lidiamos con él, sobre cómo lidia con él Mitski Miwayaki. La bellísima ‘Two Slow Dancers‘, encargada de cerrar el álbum, es la excepción a esta regla, con casi cuatro minutos y mucho más cerca de la narración que de la consideración, y demostrando desde el inicio el talento de la cantante para describir ambientes y sentimientos a través de sensaciones concretas y cotidianas: “does it smell like a school gymnasium in here? / it’s funny how they’re all the same”. Esto consigue acercarnos muchísimo más aquello de lo que habla, como en el “my God, I’m so lonely / so I open the window / to hear sounds of people” de ‘Nobody‘, o el magnífico uso de la repetición en “I could stare at your back all day / and I know I’ve kissed you before, but I didn’t do it right / can I try again, try again, try again / try again and again and again / and again and again and again?” de ‘Pink in the Night’ o el “somebody kiss me, I’m going crazy / I’m walking around the house naked” de ‘Blue Light’, que recuerda al “she thinks you love the beach, you’re such a damn liar” de Lorde (a la que teloneó este año) en cuanto a que habrá quien lo califique de infantil, pero a la vez es tremendamente real y efectivo.
Y es que sí, se puede decir que en ese sentido Mitski recuerda a veces a Lorde, al igual que podemos mencionar la clara influencia de St Vincent, o de la delicadeza de Sufjan, de la honestidad intensa de Tove Lo, la simplicidad de Belle & Sebastian, el dramatismo de Lykke Li y hasta la épica liberadora de Florence (cuando la inglesa se acerca a su vez a los Fleetwood). Porque en ‘Be The Cowboy’, producido junto a su amigo y colaborador habitual Patrick Hyland, cabe todo: llegamos a tener desde el regusto country en ‘Lonesome Love’ al punto Robyn de ‘Why didn’t you stop me’ -con sabor heavy al final-, pasando por la psicodelia electrónica que se abre camino entre el guitarreo de ‘Remember My Name’, o la capa misteriosa de ‘A Horse Named Cold Air’, a ratos un cruce entre la PJ Harvey de ‘White Chalk’ y los Radiohead de ‘Everything in its right place’, o el inicio de ‘Nobody’ con un riff que recuerda mucho al de ‘Edge of Seventeen’ (a su vez sampleado en ‘Bootylicious’). Pero, aparte de servir para hacerte una idea, en absoluto podemos tirar aquí del tradicional “un cóctel de” para definir a Mitski, y menos aún este disco.
Porque toda esa mezcla de influencias, estilos y detalles está aderezada con la visión personal de la japonesa, que se traduce en capas que se descubren poco a poco. No es que haya que “darle varias escuchas para que te entre”: el disco es bueno en sí. Pero sí es de esos álbumes que ganan con las escuchas, que te permiten saborear aspectos en los que no habías reparado, y llegar a enamorarte de canciones que te habían pasado más desapercibidas en un principio. Es el caso de ‘Washing Machine Heart’ (podemos nominar “toss your dirty shoes in my washing machine heart / baby, bang it up inside” a la categoría de mejores metáforas musicales del año) o de ‘A Pearl’, que no es tan inmediata como ‘Remember My Name’ o ‘Why Didn’t You Stop Me’, pero acaba siendo de lo mejor del disco, haciendo honor a su título: “sorry I can’t take your touch / it’s just that I fell in love with a war nobody told me it ended / and it left a pearl in my head / and I roll it around every night, just to watch it glow / every night, baby, that’s where I go”. Casi ná.
La intensidad de esas ideas se pasea por todo el disco, como poco después en ‘Remember My Name” (“I need something bigger than the sky / hold it in my arms and know it’s mine / just how many stars will I need to hang around me to finally call it Heaven? / cause I need somebody to remember my name / after all that I can do for them is done”), pero Mitski advierte: muchas de ellas son realmente reflexiones sobre su relación con la música. El caso más obvio es la poderosa ‘Geyser‘ (“abandonaré cualquier cosa, incluida a mí misma, simplemente para poder seguir haciendo música; incluso aunque a veces eso duela, no importa mientras pueda seguir siendo música”, dijo sobre ella), pero quizás también ‘Come Into the Water’ esté dirigida a la inspiración y no a un amor (apoya esta interpretación el hecho de que le encante la cita de Bowie sobre “adentrarse en el agua” y tomar riesgos artísticos). Y hasta ‘Me And My Husband’, sobre esa mujer decidida a seguir con su marido hasta el fin de sus días a pesar de los problemas, puede describir su propia relación con la música.
“Sé el cowboy que quieres ver en el mundo”, comenta Mitski parafraseando la cita atribuida a Gandhi. Y es que el título del disco tiene que ver con que muchas veces se encuentra velando por la felicidad de los demás hasta el punto de olvidar la suya y pensar que tiene menos valor. “Cada vez que me encontraba a mí misma haciendo exactamente lo que el mundo espera de mí como mujer asiática, me decía “¿y qué haría un cowboy al respecto?””. Tanto ella como su público pueden plantearse ser sus propios cowboys, y la canción más clara al respecto es ‘Nobody’, certera como un hacha a la hora de plantear el saber que sólo tú puedes salvarte y tener claro que no quieres depender de otra persona… y a la vez sentirse terriblemente solo, no sentirse nunca lo suficientemente bueno para nadie (“I’ve been big and small and big and small and big and small again / and still nobody wants me”) y desear un contacto, una presencia, algo, aunque no sea del todo verdad. Pero que, al menos, lo parezca: “and I know no one will save me / I just need someone to kiss / give me one good honest kiss / and I’ll be alright”. La repetición final de “nobody” a través de distintos estados de ánimo es sencillamente gloriosa, y termina de redondear un tema, y un disco, en el que, si realmente Mitski pretendía “expresar algo”, está claro que lo ha conseguido. Nobody fucks me like myself.
Calificación: 8,5/10
Lo mejor: ‘Nobody’, ‘A Pearl’, ‘Lonesome Love’, ‘Remember My Name’, ‘Geyser’, ‘Two Slow Dancers’
Te gustará si te gustan: Wolf Alice, St Vincent, Lorde, Sufjan Stevens
Escúchalo: Spotify