Paradójicamente, no ha sido hasta la pasada primavera que Fino Oyonarte, miembro de Glutamato Yeyé, Los Enemigos, Clovis o Los Eterno y productor de algunos de los discos más cruciales del pop rock español de las últimas décadas (‘Super 8’ de Los Planetas, ‘Hipnosis’ de Lagartija Nick, ‘Espunk!’ de Meteosat) haya publicado ‘Sueños y tormentas‘, debut en solitario tras 30 años de carrera en la música. Y tuvo que padecer una crisis de salud para encontrar la motivación para encontrar, al fin, una voz propia. Una voz que no tiene rubor en mostrar su lado más sensible, cercano a clásicos como Nick Drake, The Beatles, Elliott Smith…
Al teléfono, Fino se muestra como un profuso conversador, encantado de ofrecer todo tipo de detalles sobre su motivación y la gestación de este precioso disco, los próximos planes de Los Enemigos, la situación actual de Clovis y Los Eterno, su recuerdo de la grabación de ‘Super 8’. Y, claro, de la gira acústica que realiza estos días por todo el país: esta semana está en solitario en Ponferrada (día 8 de noviembre, Sala Tarari); Orense (9 de noviembre, Café & Pop Torgal); Vigo (10 de noviembre, Radar Estudios); y Lugo (11 de noviembre, Ho Gruf). Y la próxima semana, el día 17 de noviembre en el Café Berlín de Madrid, ofrecerá un concierto muy especial, el primero con banda.
«Gente cercana a mí (…) me decía «no te gastes un duro, esto no se vende nada, grábalo en casa»»
Ahora que han pasado algunos meses desde que se publicó ‘Sueños y tormentas’, ¿ha tenido la recepción que esperabas?
Bueno, de momento estoy contento. Sé que es un disco atípico para los tiempos que corren y prestar atención a un disco tan reposado, tan tranquilo. Y, a pesar de que no es largo, no es fácil. Y además salió en mayo, cuando empezaba toda la época de festivales, el verano… y no es un disco muy festivo, no. (risas) Ahora, entrando el otoño, parece que está teniendo más eco y de momento estoy contento. La recepción está siendo positiva y me está sorprendiendo que mucha gente me dice que es un disco muy bonito, nada usual para esta época, y que suena muy bien.
Esto me llega especialmente, porque cuando empecé a hacerlo hubo gente cercana a mí –no sólo músicos, sino también gente de la infraestructura (cultural), de medios– que me decía «no te gastes un duro, esto no se vende nada, grábalo en casa»… Yo sé que es sólo una guitarra acústica, una voz, un piano y unos pequeños arreglos, pero yo necesitaba que este disco estuviera grabado con mesas analógicas, micros de válvulas. Es la escuela de la que yo vengo y creo que este disco necesitaba de esa impronta, de esa técnica. También porque yo concibo la grabación como un ritual: yo no quería estar grabándolo en partecitas, en mi casa, sino prepararlo bien e ir 4 o 5 días a un estudio de grabación y ahí reflejar lo que son las canciones, como se hacía en los años 60. O en los 50, cuando los grupos de jazz ¡grababan los discos en un día! Yo quería capturar la energía de ese día, porque si lo dejas ahí y lo retomas al mes siguiente, lo retocas demasiado, ya sería de otra manera. No quiere decir que sea ni mejor ni peor, pero yo necesitaba hacerlo así y creo que se nota. La gente que presta atención me dice «¡joder, cómo suena el disco!» y yo lo agradezco.
¿Cómo ha sido la creación del álbum? Si no me equivoco, los arreglos de Philip Peterson se crearon y grabaron a distancia y se añadieron a la mezcla después, ¿no es así?
Sí, bueno, la verdad es que eso fue un gran acierto de César Verdú, de León Benavente, mi productor. Yo quería meter cuerdas, pero no daba con la gente idónea y los presupuestos eran elevados y, antes que hacerlo con un sintetizador –que me parece respetable, pero no era lo que yo quería– iba a descartarlo. César me insistió mucho, me decía «no te desanimes, que va a merecer la pena» y, en una de esas casualidades maravillosas de la vida, él coincidió con Daniel Lorca [Ndr: de Nada Surf] en un bolo y le habló de mi disco y de que estaba decepcionado por el tema de las cuerdas. Y Daniel se volcó, porque es muy amigo mío, vivimos en Nueva York juntos, somos como hermanos. Me llamó y me dijo «Fino, conozco a la persona idónea, mándale la canción con alguna indicación, oriéntale sobre la melodía (del arreglo)».
«[Sobre Philip Peterson, arreglista del disco] Después incluso de publicar el disco, vi su página web y aluciné al ver que había trabajado con Lorde, St Vincent, Ed Sheeran. A mí me daba la risa y pensaba “no puede ser”»
Él me introdujo a Phil Peterson, y me lo presentó como alguien que, aunque había hecho algo para ellos y The Posies, sobre todo hacía arreglos para música sacra. Entonces yo le envié una premezcla de ‘Estos años’, y cuando me envió por mail su primer arreglo, me lo puse en el coche y pensé «¡no puede ser!» (Risas) Me quedé muy impresionado, me recordó a ‘Strawberry Fields Forever’, me puso los pelos de punta. Así que decidí ir adelante con ello, y llegamos a un acuerdo económico. Durante la grabación del disco César y yo bromeábamos sobre cómo sería físicamente, lo imaginábamos como un tipo así gótico con el pelo largo… (risas) Y curiosamente, después incluso de publicar el disco, vi su página web y aluciné al ver que había trabajado con Lorde, St Vincent, Ed Sheeran. A mí me daba la risa y pensé «no puede ser». (risas) Pero él estaba encantado, Daniel le tradujo las letras y le gustaron mucho las canciones, respetó mucho el ambiente. Fue un gran acierto trabajar con él y, bueno, aunque la cuerda siempre es como muy llamativa, también con el resto de músicos que participan en el disco.
En tu dilatada experiencia como productor, ¿qué has sentido al estar al otro lado, al ver a alguien producir tu propio material? ¿Por qué decidiste no hacerlo directamente tú?
Eso es algo que, de entrada, necesitaba. Yo tengo mucha experiencia en estudio, he producido muchos discos, pero cuando lo he hecho (en un proyecto mío), por ejemplo con Clovis, llegó un momento en que acabé desorientado porque estás grabando, estás interpretando, estás tomando decisiones… Así que, precisamente por que sé lo que es eso, necesitaba alguien cercano, que respetara mucho las canciones y, siendo una grabación de pocos días en el estudio, que hubiera mucha confianza entre todos los que estuviéramos allí para que yo estuviera centrado en interpretar.
«En las maquetas intenté meter baterías, bases, sintetizadores… pero las canciones no las aceptaban, es algo muy curioso»
Y tenía clarísimo que la única persona en la que podía confiar para eso era en César: es amigo mío de hace muchos años, tenemos una comunicación muy fluida, grabó baterías con Clovis y él, aunque está a tope con León Benavente, tiene un tacto muy especial para este tipo de canciones. Le gustan mucho Leonard Cohen, Nick Drake, Elliott Smith, hablábamos mucho de este tipo de texturas en las que me quería arropar. Y él fue la persona que más me apoyó aparte de Cristina Plaza, que es mi compañera también en mi vida. A ellos fue a las primeras personas que les puse las maquetas que grabé en casa con guitarra acústica, y él siempre me animaba a meter cuerdas. En esas maquetas intenté meter baterías, meter bases, sintetizadores… pero las canciones no las aceptaban, es algo muy curioso. Yo estoy acostumbrado a trabajar con muchas capas, un rollo muy Phil Spector y tal, hacer ese tipo de experimentos. Pero aquí, de pronto las canciones se mantenían con guitarra y voz, y me sorprendió tanto a mí como a César. Por eso no hay apenas baterías en el disco y quedó así más orgánico. Y en César encontré a la persona idónea, él estaba pendiente de mí, me corregía la forma de cantar, daba ese tipo de toques sobre la interpretación, más allá de la enorme sabiduría técnica que tiene, que es mucha. Fue una grabación muy intensa pero también muy divertida, nos reímos mucho.
Como tú mismo dices, las influencias que despliegas en él son bastante palpables –Elliott Smith, Nick Drake, George Harrison…– y no te has molestado en ocultarlas. Es extraño, porque esto suele ser un poco tabú entre los artistas, ¿no es así?
Elvis Costello decía una cosa muy graciosa, algo así como que él intenta copiar una canción pero como no se acerca ni remotamente al original, al final se convierte en algo personal. (risas) Para mí siempre han sido un referente la Velvet Underground, aunque en Clovis se notaban mucho más las influencias de grupos influidos por ellos como Yo La Tengo, The Feelies, Luna, Galaxie 500… Pero en las canciones que me estaban saliendo para este proyecto estaba mi raíz más melancólica, por decirlo así. Me recordaban a Nick Drake, a cuando lo escuchaba siempre yendo en Metro a mis clases de inglés cuando vivía en Nueva York, en el año 2000. Y Elliott Smith ha sido uno de los músicos que más me han influido, de los que más he oído. De hecho, me llegó tanto la música que hizo que, cuando él murió, me salió una lagrimilla, que no me suele ocurrir.
Siempre he sido muy sensible a estas canciones, no tengo ningún reparo en decir que me gustan y que, lógicamente, me han influido para hacer las mías. ¿Habrían existido los Rolling Stones si no hubieran tomado de Muddy Waters o del soul de la época, o John Lennon de Elvis Presley y Chuck Berry? Todos los artistas vamos cogiendo de aquí y allá, pero lo importante es que tenga tu propia personalidad. No tengo ningún reparo en decir que en el final de ‘Atrapado’ quería hacer el «efecto Shepard», que es cuando da la sensación de que se sube y baja de la escala musical infinitamente, un poco el equivalente musical a los dibujos de Escher. Yo lo había oído en una canción de Elliott Smith… aunque el otro día escuchando ‘I Am The Walrus’, que la he escuchado un millón de veces, descubrí que lo hacen justo al final, unas cuerdas que van in crescendo de forma infinita. Bueno, el caso es que yo no supe explicárselo a Phil muy bien, y él hizo otra cosa maravillosa, esa especie de «marea» de cuerda, de amalgama, a la que después se añadió el solo de fliscorno, etcétera. Es un ejemplo de lo que te decía al principio, tú partes de una idea pero al final deriva en algo propio.
«[Sobre ‘Songs of Leonard Cohen’] He flipado con (…) la manera tan freaky que tenían de mezclar. ¡Ahora no hay nadie que tenga cojones y, de pronto, quitar una batería en medio de una canción!»
Sobre Leonard Cohen, que se suele citar al hablar del disco… Yo nunca le seguí mucho, pero recuerdo que cuando yo tenía 15 años en casa se escuchaba a Cohen, o a Serrat, que era lo que escuchaba mi hermano mayor. Y con los años le he ido escuchando y, por ejemplo, he flipado con el primer disco suyo, la manera tan freaky que tenían de mezclar. ¡Ahora no hay nadie que tenga cojones y, de pronto, quitar una batería en medio de una canción! (risas) Son cosas muy marcianas que se hacían en esa época. Y de ahí saqué la idea de introducir un contrabajo en la segunda estrofa de ‘Afortunado’, que sólo suena ahí, o una mandolina. Cosas que vas aprendiendo de escuchar viejos discos.
Aunque a menudo las palabras pueden proyectarse de una manera universal, no es difícil extrapolar las letras a tu experiencia vital. ¿Fue particularmente difícil grabarlas por eso?
Sí, me costó interpretarlas. Algunas incluso me daba apuro al escribirlas. Pensaba «¿por qué tengo yo que hablar de mi vida, si no es nada interesante, si hay tantísimas cosas en el mundo de las que hablar?» Pero tengo muy presente un párrafo de Allen Ginsberg que me marcó mucho, que decía algo así como «fíate de lo que te viene espontáneamente a la mente. No te pliegues a ningún imperativo que no emane de lo más profundo de ti mismo, de lo que eres realmente. Cuando escribas, huye de cualquier forma de inhibición», algo así. Después de mi problema de salud tenía el detonante, el deseo de hacer un disco en solitario tras haber dedicado mucho tiempo a los demás –algo de lo que estoy orgullosísimo, por otro lado–, pero estaba buscando qué decir, qué contar, una voz propia.
«Leí algo así como que para combatir la nada, la única respuesta que hay es encontrar la ilusión, y ese es el motor de este disco»
Entonces empecé a escribir todas las mañanas, no letras en sí, sino textos, por romper el hielo, y escribía mucho sobre mí. Y eso fue el alimento que hizo que surgieran las canciones, yo creo. Leí algo así como que para combatir la nada, la única respuesta que hay es encontrar la ilusión, y ese es el motor de este disco, tener esa ilusión. En realidad eso me ha movido toda la vida, hacer mis sueños realidad, querer hacer algo e ir a por ello. De hecho, de eso habla un poco la canción ‘Estos años’, de que aunque unos días estés bien y otros días estés mal, no debes perder la ilusión por hacer cosas. El disco también habla del paso del tiempo, como en ‘Afortunado’, que son imágenes de mi pasado, pero también es una declaración de intenciones sobre hacer lo que te gusta. Y yo no voy a ser hipócrita, tengo que decir que soy afortunado porque llevo 30 años en la música, aunque sea a trancas y barrancas como la gran mayoría de artistas en este país. El amor también está muy presente, como en ‘Huellas en el tiempo’. Aunque me daba un poco de pudor, decidí contar la historia de mis padres, por todo lo que he aprendido de ellos, del amor que se tienen. Ellos están ya muy mayores, en la última etapa de su vida, y yo voy a verles siempre que puedo y apunto en un cuaderno todas las cosas que me cuentan, y de ahí saqué las imágenes de la canción. Son muy personales, y da algo de pudor, pero creo que ya me he separado de eso. De hecho, mucha gente me cuenta que ‘Afortunado’ también les recuerda a cuando ellos llegaron a Madrid o una gran ciudad a empezar una nueva etapa…
Precisamente a eso me refería cuando decía que tenían una lectura universal…
Sí, sí, ya digo que me alegro de que, aunque al principio temía ser demasiado personal, me he ido separando. Otro ejemplo es ‘Cien pasos’, que partió como un agradecimiento al universo por estar vivo después del infarto que tuve. Mucha gente se va y ya no está, y yo, por lo que sea, me quedé. Es un agradecimiento por una segunda oportunidad, y a veces eso lo necesitamos todos los días, levantarnos por la mañana y creer que todo va a ir bien.
«El disco no va sobre mi problema de salud, no es lo importante»
En las entrevistas que he leído sobre el álbum a menudo se centra mucho en tus problemas de salud que, superados, te animaron a hacer el disco. ¿Te da un poco de rabia que sea así o no te molesta en absoluto?
Al principio prefería no hablar de esto, pero surgió y pensé «¿por qué coño lo voy a evitar?» Si un periodista me pregunta que qué tal estoy, me sale llanamente decir «pues hace 3 años que tuve un infarto, me asusté mucho y esa misma noche decidí seguir vivo y lo primero que quise hacer fue un disco». Pero sí, da rabia que muchos titulares den relevancia a eso, yo obviamente no los elijo. El disco no va sobre mi problema de salud, no es lo importante. Es importante en cuanto a que fue el detonante para que yo decidiera hacerlo, y escribir del paso del tiempo, el amor, las segundas oportunidades, el paso del tiempo, el compañerismo, el estar agradecido, la pérdida, la búsqueda interior… Todo eso. Agradezco estar vivo, pero nada más.
Has dicho que llevabas tiempo pensando en hacer este disco en solitario, pero nunca te animabas a hacerlo. ¿Dirías que al final ‘Sueños y tormentas’ se parece a tus primeras ideas sobre él o ha ido cambiando con los años?
Cuando pensaba en hacerlo nunca tenía una idea muy prefijada. Cuando he hecho canciones con Los Enemigos, con Clovis, con Los Eterno, que era un divertimento, una reunión de amigos en casa que nos poníamos a improvisar, diría que nunca he estado del todo satisfecho con el resultado, y nunca la estaré… porque si no, no haría más discos. (risas) Siempre tienes que seguir intentando la canción que te falta, que te gustaría hacer. Como diría Antonio Arias [Ndr: de Lagartija Nick], «encontrar el acorde perfecto, el acorde universal, la canción pop perfecta»… Tampoco es esa búsqueda, pero siempre tienes la inquietud de hacer algo nuevo, o escuchas músicas que te provocan querer hacer algo como eso, que te tocan algo interior. Yo no tenía clarísimo que quería hacer un disco acústico, yo lo que quería era escribir de una forma propia, componer canciones. La mayoría de canciones que he compuesto han sido en un formato más rockero, para los enemigos, o en un formato de pop underground para Clovis o Los Eterno, con las referencias que comentaba antes. Pero me puse a investigar en cientos de demos y notas de voz que tenía acumuladas y, algunas estaban muy bien, pero ninguna me llenaba para empezar. Sólo una, curiosamente, que la tenía de hace 7 u 8 años, tenía ese rollo acústico a lo Nick Drake –aunque en el disco no suena nada así, al pasarla al piano– y está en el disco. Es ‘Estos años’. Y fue la única. El resto han sido todas nuevas.
Y con ese cambio de sonido, ¿tenías ciertos miedos, dado que buena parte de tu público es más rockero? ¿Qué te han dicho los fans de Los Enemigos sobre él?
Bueno, hasta el momento apenas he hecho unos pocos directos, y no he tenido mucho feedcack. Comprendo que el sector más rockero no sea tan receptivo a ello. Pero el público de Los Enemigos es muy abierto, nos sigue todo tipo de gente. Quizá a una parte de ese público sí le llegará, pero también pienso que llegará a un público nuevo, al enfrentarme a hacer directos con cuerda.
¿Y cómo está siendo la experiencia de llevarlo al directo? Si no me confundo, te acompañan chelo y violín…
Sí, así es. Pues estoy muy contento, porque para mí es nuevo, y eso es todo un incentivo. Sabía que reflejar los arreglos del disco iba a ser complicado, aunque te digo que en el futuro me fliparía y no diría que no a hacer un concierto con 20 instrumentos de cuerda o una sinfónica. ¿Por qué no? Sería alucinante. Pero la realidad es la realidad, y en esta gira me acompañan al violín Ana Galletero –colaboradora de Joaquín Pascual de siempre en Mercromina, Travolta-, que también participó en el disco, y al chelo Elsa Mateu. Este formato me ha sorprendido incluso a mí, porque hemos hecho una adaptación de las canciones e incluso añadido arreglos a temas que no tenían cuerda, y estoy muy emocionado, porque cogen un rollo como muy intimista, son muy ricas en el aspecto melódico-armónico. Habrá parte de la gira yo solo, pero en Madrid, lo haré con banda completa, con batería, bajo, piano, cuerdas y vientos.
¿Ah, sí? ¡Qué guay!
Sí, lo haré en Madrid más que nada porque logísticamente es posible. Hay que ser realista: yo no puedo salir por ahí con 7 personas sin cobrar unos mínimos. La realidad es la realidad. Yo llevo muchos años en esto, pero si ahora tengo que ir sólo con mi acústica y apenas cubro gastos, pues bueno, al menos doy a conocer mis canciones. Si puedo ir con formato trío, lo haré. Y si puedo mover el formato banda, lo mismo. Yo lo que quiero es tocar y poder ofrecer estas canciones en distintos formatos.
«A veces quieres vivir el momento… ¡pero el momento ya ha pasado!»
Ahora que has dado el primer paso, ¿ya estás pensando en hacer un próximo disco en solitario o contemplas este trabajo como algo puntual?
(Risas) Bueno, esa puerta ya la he abierto y va a tener continuidad, eso te lo aseguro. Pero es que no paro de trabajar. Antes de dedicabas a ensayar, grabar y actuar. Pero ahora tienes que financiarte, editarte el disco, promocionarlo, gestionar la gira, las redes… Y porque me ayuda la gente de Emerge y Cris (Plaza), sino es para volverte loco. De todas formas, para enero sí me gustaría editar un EP con dos canciones que eran más eléctricas. César me convenció de dejarlas fuera para que el concepto del disco quedara más cerrado, y creo que mereció la pena, pero quedaron muy bien. Y ya tengo 4 o 5 canciones de nuevas que, al menos un par, quiero grabar para ese EP nuevo. Aún lo tengo que decidir. Y bueno, aunque Enemigos estamos en una etapa más tranquila y tanto Josele como yo estamos con nuestros proyectos personales, ya hemos quedado en diciembre para plantearnos si hacemos algo. La puerta quedó abierta y es agradable ver que Los Enemigos sigan teniendo su afición. Él ya tiene canciones y yo quiero proponer alguna. Pero tengo claro que quiero evolucionar en este camino, como Fino Oyonarte, y, después del EP, me gustaría empezar a grabar un segundo disco para el verano que viene, si todo va bien. ¡Pero el tiempo va muy rápido! A veces quieres vivir el momento… ¡pero el momento ya ha pasado! (risas)
El año pasado te vi en el concierto que dieron Los Planetas en el Palacio de los Deportes de Madrid. ¿Qué les ha parecido a Jota y Florent tu disco?
La verdad es que no he tenido oportunidad de hablar con ellos. Les pasé el disco cuando les vi en mi primer concierto, de hecho, que fue en los conciertos del Día de la Música que organizó Radio 3. Yo tocaba entre Fernando Alfaro y Los Planetas y, bueno, yo estaba como un niño con juguete recién comprado, nos vimos un segundo y se lo di para que lo escucharan. Supongo que les veré allí cuando vaya a Granada, yo creo que algo les habrá gustado. (risas)
¿Mantienes muy vivo el recuerdo de la grabación de ‘Super 8’?
Eso no se olvida, ¿eh? Hay momentos en la vida que no se olvidan, y aquel fue de esos. La grabación de aquel disco fue muy potente para todos y para mí, tanto artística como personalmente, también. La recuerdo con mucho cariño, me vienen imágenes del estudio, tengo muchas fotos en blanco y negro, en papel. Además no lo podría olvidar porque fue la única vez, y prometí no volver a hacerlo, que grabé dos discos a la vez.
«[Sobre la producción de ‘Super 8’] Fue una experiencia bastante jevi. Eso de dormir sobre la funda del piano de cola porque no me daba tiempo a volver a casa…»
¿Ah, sí?
Con Los Planetas empezaba a las 10 de la mañana a 8 de la tarde y, de 8 de la tarde a 5 de la mañana, me iba a grabar ‘Tras el último no hubo nadie’ de Los Enemigos. Imagínate a la semana ya cómo estaba: tomaba de todo, me subía por las paredes… aquello no explotó porque había muy buenas canciones y nos hicimos muy buenos amigos. Pero fue una experiencia bastante jevi. (risas) Eso de dormir sobre la funda del piano de cola porque no me daba tiempo a volver a casa… Son cosas que no me gustaría repetir, y menos ahora, porque entonces no duraría dos días. (risas)
Clovis, Los Eterno… ¿En algún momento os habéis planteado recuperar alguno de esos proyectos o los das por cerrados ya?
Clovis… Bueno, los dos proyectos siguen abiertos, pero lo que pasa es que soy una persona que me he implicado en muchas cosas a la vez: producciones, conciertos de Los Enemigos, grabaciones, otros grupos, la editorial Libros de Ruido… Y después de mi problema de salud decidí que tengo que hacer sólo lo que tengo que hacer, y ahora mismo es mi disco. Pero el otro día me salió una cosita que podría funcionar para Los Eterno, y alguna canción para Clovis. Pero Cris se decepcionó mucho después del segundo disco de Clovis. Fue un momento muy curioso porque de pronto salían muchos grupos nuevos, que hoy están todos ahí, como La Bien Querida, Triángulo de Amor Bizarro. Y nosotros ya llevábamos unos años y no había mucho apoyo. Sinnamon nos abandonó un poco, estaba muy centrado en los festivales y como no teníamos management, lo buscábamos todo nosotros, era muy complicado. Hicimos una gira acústica de 30 o 40 conciertos, pero la mitad eran bares, la gente hablaba… era horrible. Ella se decepcionó mucho y dejó de tocar, no quiso volver a actuar. Decidió hacer sus canciones como Daga Voladora y no tocar más. Bueno, creo que ha tocado una vez. Pero ella está abierta. Nunca se sabe. Pero ahora la salud me indica que hay una prioridad en mi vida artística y es esta.