Michel Houellebecq se acaba de casar. El pasado septiembre contrajo matrimonio con la joven china Qianyum Lysis Li, una estudiante a quien conoció cuando esta le entrevistó para su tesis doctoral. La novia del protagonista de ‘Serotonina’ también es ¿casualmente? joven y oriental. Una japonesa estirada y muy pija, a quien le gusta grabarse… practicando sexo con perros. ¿Cómo interpretamos este paralelismo? ¿Como un chiste privado entre la pareja? ¿Como un simple gesto provocador para “épater le bourgeois” (el autor describe los vídeos con repugnante detalle? ¿Como la manera que tiene Houellebecq de autoparodiarse (es su novela más exagerada a este respecto), de reírse de la etiqueta «enfant terrible» que los periodistas más perezosos le siguen colocando?
Este es solo un ejemplo de la ambigüedad y el (re)gusto por la provocación que sigue animando la escritura de Houellebecq tras más de dos décadas publicando novelas. ‘Serotonina’(disponible en Amazon) está plagada de comentarios xenófobos («no les iba a soltar mi pasta a unos rumanos, ¿no?»), machistas («lo mejor, si me ponía a pensarlo, era su culo, la permanente disponibilidad de su culo en apariencia estrecho pero en realidad tan tratable, te encontrabas continuamente en la situación de elegir entre los tres orificios, ¿cuántas mujeres pueden decir lo mismo? Y, al mismo tiempo, ¿cómo considerar mujeres a las que no pueden decir lo mismo?»), o pedófilos («La idea de follar me parecía ya disparatada, inaplicable, y ni siquiera lo arreglarían dos putillas tailandesas de dieciséis años»).
Quien suelta todas estas perlas es el protagonista de ‘Serotonina’, un cuarentañero amargado y autodestructivo que sobrevive gracias al Captorix, un antidepresivo de última generación que libera serotonina en los pacientes. La duda es la de siempre: ¿Suscribe Houellebecq lo que dice su protagonista? ¿Se escuda en un personaje de ficción para desahogarse como un gañán en Twitter? ¿O simplemente se está parodiando como hizo en la divertidísima ‘El secuestro de Michel Houellebecq’? Esta ambigüedad moral e ideológica es quizás lo peor de su nueva novela. Su afán por provocar resulta algo afectado, sobre todo cuando esa provocación no tiene mucha relevancia dramática (atención al prescindible episodio del ornitólogo alemán). Si su intención era hacer un despiadado (auto)retrato del hombre-blanco-heterosexual-cuarentón-occidental, le ha salido algo parecido a una caricatura, una mezcla de intelectual misántropo y patán de Vox (hay hasta un elogio a Franco).
En lo que sí acierta Houellebecq es en lo de siempre. Como ya hizo en ‘Plataforma’ con los ataques terroristas islamistas, o en ‘Sumisión’, publicado el mismo día del ataque a Charlie Hebdo, el novelista vuelve a demostrar su pasmosa facilidad para detectar los problemas y miedos que remueven las entrañas de la sociedad francesa. En esta ocasión, Houellebecq profetiza el movimiento de los “chalecos amarillos”. Gran parte de la novela (la mejor) está ambientada en Normandía, de donde partieron las protestas. Además de lúcidas reflexiones sobre el presente e incierto futuro de la región (el autor es un ferviente defensor del “frexit”), el relato incluye una violenta manifestación que parece sacada de un telediario de hace unos días.
Esta rapidez de reflejos, unido a su irresistible prosa (esas frases largas que arrastran al lector como una manifestación huyendo de una carga policial), y a su característico romanticismo (detrás de su cinismo siempre aflora el amor, aunque sea trágico), convierten a ‘Serotonina’ en una lectura muy recomendable para los fans del autor francés. Quienes no lo sean o no lo conozcan, mejor que empiecen (o relean) otra novela. Sin ir más lejos: ‘Sumisión’. 7. Disponible en Amazon.